Seguir adelante

05/01/2023

5 min de lectura

Vaiejí (Génesis 47:28-50:26 )

El libro de Bereshit termina con una sublime nota de reconciliación entre los hijos de Iaakov. Los hermanos de Iosef temían que en verdad él no los hubiera perdonado por venderlo como esclavo. Ellos sospechaban que Iosef sólo estaba postergando su venganza hasta que su padre muriera. Tras la muerte de Iaakov, expresaron su preocupación. Pero Iosef insistió:

"No teman. ¿Acaso estoy yo en lugar de Dios? Aunque ustedes pensaron de mí [hacerme] mal, Dios lo pensó para bien: para hacer, como este día, que sobreviviera un pueblo numeroso. Y ahora, no teman. Yo los sustentaré a ustedes y a su familia". Y los consoló y habló al corazón de ellos. (Génesis 50:19-21)

Esta es la segunda vez que Iosef les dice algo similar. Antes les dijo algo parecido cuando les reveló que él, el hombre que pensaron que era el virrey de Egipto, llamado Tzofnat Paneaj, en verdad era su hermano Iosef:

"Yo soy Iosef, su hermano al que ustedes vendieron a Egipto. Y ahora no se entristezcan ni sea motivo de enojo entre ustedes porque me vendieron aquí, pues para sustento de vida Dios me envió delante de ustedes. Pues estos dos años de hambruna [están] en medio de la tierra, y todavía faltan cinco años en los que no habrá ni arado ni siega. Y Dios me ha enviado delante de ustedes para proporcionarles supervivencia en la tierra y sustentarlos para que haya gran salvación. Y ahora, no han sido ustedes quienes me enviaron aquí, sino Dios". (Génesis 45:5-8)

 Este es un momento crucial en la historia de la fe. Marca el nacimiento del perdón, el primer momento registrado en el cual una persona perdona a otra por el mal que ha sufrido. Pero esto también establece otro principio importante: la idea de Providencia Divina. La historia no es como la llamó Joseph Heller, "una bolsa de basura de coincidencias azarosas que se dejan volar al viento".(1) Tiene un propósito, un punto, una trama. Dios trabaja detrás de la escena. "Hay una divinidad que da forma a nuestro fin, por mucho que nosotros lo devastemos malamente", dice Hamlet.(2)

La grandeza de Iosef fue que él sintió eso. Él vio toda la imagen. Ahora sabía que nada en su vida había pasado por accidente. El plan para matarlo, su venta como esclavo, las falsas acusaciones de la esposa de Potifar, el tiempo que estuvo en prisión, y su desilusión ante la esperanza de que el jefe de los escanciadores asegurara su liberación. Todos esos eventos que podrían haberlo llevado a caer en la más profunda desesperanza, en retrospectiva se convirtieron en pasos necesarios en el camino que eventualmente lo convertiría en el segundo al mando de Egipto, y la persona capaz de salvar a todo el país, así como a su propia familia, de morir de hambre durante los años de hambruna.

Iosef tenía una medida doble de uno de los dones necesarios para un líder: la capacidad de seguir adelante a pesar de los contratiempos, la envidia, las acusaciones falsas y los tropezones. Cada líder que defienda algo enfrentará oposición. Esto puede ser un genuino conflicto de intereses. Un líder elegido para hacer una sociedad más equitativa casi con certeza se ganará el apoyo de los pobres y el antagonismo de los ricos. Alguien que es electo para reducir la carga de impuestos logrará lo contrario. No se lo puede evitar. Política sin conflictos es una contradicción de términos.

Cualquier líder electo para cualquier cosa, cualquier líder más amado o dotado que otros, tendrá que enfrentar la envidia. Los rivales cuestionarán: "¿Por qué no yo?". Eso fue lo que Kóraj pensó sobre Moshé y Aharón. Es lo que los hermanos pensaron sobre Iosef cuando vieron que su padre lo prefería. Es lo que Antonio Salieri pensó sobre Mozart que era más dotado, de acuerdo con la obra Amadeus de Peter Shaffer.

Respecto a las acusaciones falsas, ocurrieron muy a menudo en la historia. Juana de Arco fue acusada de herejía y quemada en la hoguera. Un cuarto de siglo mas tarde fue declarada póstumamente inocente por una corte oficial de investigación. Más de veinte personas fueron condenadas a muerte como resultado de los juicios de las brujas de Salem en 1692-3. Años después, cuando comenzaron a percibir su inocencia, un sacerdote que estuvo presente en los juicios, John Hale, admitió: "Esa era la oscuridad de esos días… caminábamos entre las nubes, y no veíamos nuestro camino".(3) La acusación falsa más famosa de los tiempos modernos fue el juicio de Alfred Dreyfus, un oficial francés de descendencia judía que fue acusado de ser un espía alemán. El caso Dreyfus sacudió Francia durante los años 1894 y 1906, hasta que finalmente Dreyfus fue absuelto.

Los malos momentos casi siempre forman parte de la historia de vida de los más exitosos. La primera novela de Harry Potter de J.K. Rowling fue rechazada por los primeros 12 editores que la recibieron. Otro escritor de libros para niños recibió 21 rechazos. El libro se llamaba "El señor de las moscas" y su autor, William Golding, finalmente recibió el Premio Nobel de literatura.

En su famosa disertación en la universidad de Stanford, Steve Jobs contó la historia de los tres golpes de suerte que dieron forma a su vida: abandonar la universidad, ser despedido de Apple, la compañía que él mismo había fundado, y ser diagnosticado con cáncer pancreático. En vez de sentirse derrotado por ellos, los convirtió en posibilidades creativas.

Durante 22 años viví cerca de Abbey Road en el norte de Londres, donde un famoso grupo de pop grabó todos sus éxitos. En su primer audición, tocaron para una compañía grabadora que les dijo que las bandas de guitarras estaban "fuera de moda". El veredicto de su presentación (en enero de 1962) fue: "Los Beatles no tienen futuro en el mundo del espectáculo".

Todo esto explica la genial declaración de Winston Churchill respecto a que "el éxito es la capacidad de ir de un fracaso a otro sin perder el entusiasmo".

Es posible que lo que mantiene a las personas a través de repetidos fracasos sea el hecho de creer en sí mismos, o pura tenacidad, o la falta de alternativas. Sin embargo, lo que sostuvo a Iosef fue su entendimiento de la Providencia Divina. Se estaba desarrollando un plan cuyo fin él sólo podía discernir levemente, pero en algún punto parecía comprender que él era sólo uno de los muchos personajes de un gran drama, y que todas las cosas malas que le habían sucedido eran necesarias para que pudiera tener lugar el resultado esperado. Como Iosef les dijo a sus hermanos: "No fueron ustedes quienes me enviaron aquí, sino Dios".

Esta disposición a dejar que los eventos ocurran por sí mismos de acuerdo con la Providencia, este entendimiento de que en el mejor de los casos, no somos más que coautores de nuestras vidas, fue lo que le permitió a Iosef sobrevivir sin resentimiento sobre el pasado ni desesperación ante el futuro. La confianza en Dios le dio una fuerza inmensa, que es lo que todos necesitaremos si queremos atrevernos a grandes cosas. Sin importar la maldad que las personas alberguen contra los líderes, y mientras más éxito tengan, mayor será la malicia, si son capaces de decir: "Tú quisiste dañarme, pero Dios lo hizo para bien", entonces sobrevivirán, con su fuerza y su energía intacta.


NOTAS

(1) Joseph Heller, Good as Gold (New York: Simon & Schuster, 1979), 74.

(2) Hamlet, Acto 5, escena 2.

(3) Citado en Robert A. Divine et al., America Past and Present, vol. I (Pearson, 2001), 94.

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