Si Dios no tiene forma física, ¿cómo es posible verlo?

23/02/2023

6 min de lectura

Una de las creencias más básicas del judaísmo es que Dios es incorpóreo. Si es así, ¿cómo es posible que en la Torá diga en algunas partes que ciertas personas "vieron" a Dios?

¿Cuál es el significado de Éxodo 24:10-11, donde dice que Moshé y los ancianos vieron a Dios cuando Él descendió sobre el Monte Sinaí, y que tenía debajo de Sus pies un ladrillo de zafiro? El siguiente versículo declara que las personas más elevadas de Israel miraron a Dios mientras comían y bebían. Si Dios no tiene forma física, ¿cómo es posible verlo?

El Rabino de Aish responde:

Gracias por presentar este tema tan profundo. Los versículos que citas de hecho están repletos de significado y simbolismo. También presentan varios temas fundamentales, muchos de los cuales trataremos de abordar. En primer lugar, déjame citar los versículos completos (Éxodo 24:9-11):

Moshé y Aharón, Nadab y Abihu, y setenta ancianos de Israel ascendieron. Ellos vieron al Dios de Israel , y debajo de sus pies [había algo] semejante a la labor de ladrillos de zafiro, y como la esencia del cielo en pureza. Y contra los grandes hombres de los Hijos de Israel, Él no envió Su mano; ellos contemplaron a Dios y comieron y bebieron.

Esto ocurrió en la Revelación en el Monte Sinaí. La mayoría de la nación tenía prohibido acercarse tanto y sólo vio fuego, nubes y humo (Ver Éxodo 19:16-19), y escucharon directamente la voz de Dios. Sin embargo, a las personas honorables que se mencionan aquí, se les permitió ascender más cerca de Dios y experimentar la visión que aquí se describe.

La primera pregunta que presentan estos versículos es qué significa ver a Dios. Una de las creencias más básicas del judaísmo es que Dios es incorpóreo. Él no tiene forma física. (Este es el tercero de los Trece Principios de Fe de Maimónides). Si es así, ¿cómo es posible que los ancianos "vieran" a Dios, como si fuera un ser con forma humana, que tenía debajo de los pies algo semejante a la labor de ladrillos de zafiro?

Muchos comentaristas explican que lo que los ancianos tuvieron fue una visión profética. Dios en verdad no tiene una forma física, pero Él reveló ante los ancianos una imagen mística, una representación visual de Su Divinidad. Además, los ancianos en verdad no "vieron" esa imagen usando sus ojos físicos. La experiencia fue completamente espiritual y profética, tuvo lugar a través de una facultad que está por encima de los cinco sentidos que usamos para interactuar con el mundo físico. (Ver Ibn Ezra, Rambán, Jizkuni. Ver también Talmud, Brajot 17a y Rambam, Teshuvá 6:2 donde relaciona su experiencia con la exultante conexión espiritual que la persona tendrá con Dios en el Mundo Venidero. Ver también Onkelos, Targum Ionatan, Rabenu Bejaie, quienes explican que los ancianos vieron la "gloria" de Dios, no a Dios directamente, sino un grado de Su resplandor. Ver asimismo Rambán y Rashbam).

Teniendo esto en mente, debemos señalar que a pesar de que Dios no tiene una forma física, en la Torá encontramos que cada vez que Él se presenta ante los profetas, siempre aparece en una forma humana. Ver por ejemplo Ezequiel 1:26, donde el profeta describe a Dios como "similar a la apariencia de un hombre" sentado "en algo como un trono" (ver también Reyes I 22:19; Amos 9:1). En cierto sentido, la forma humana es la forma idealizada de la vida, y la representación más cercana a Dios que puede imaginar la mente del hombre. De hecho, parte de la idea de que el hombre fue creado "a imagen de Dios", es que su forma, en un nivel físico, es paralela a la esencia Divina de Dios (Ver Rashi sobre Génesis 1:27).

Sin embargo, no debemos asumir que estos versículos implican que esta es la forma en que de hecho se ve Dios, o que un ser humano puede llegar a ver a Dios. Como Dios mismo le dijo a Moshé: "Ninguna persona puede verme y vivir" (Éxodo 33:20). Ver a Dios, la Fuente Infinita, no es algo físicamente posible para los humanos que son seres finitos. Incluso si teóricamente hubiera algo que pudiesen ver.

El Midrash extiende el significado de cada aspecto de la visión que tuvieron los ancianos. Debajo de los "pies" de Dios había una labor de ladrillos de zafiro. Hashem colocó esto ante Él durante la esclavitud en Egipto, como un recordatorio de las dificultades de Israel en la esclavitud (así como de su trabajo fabricando ladrillos; Vaikrá Rabá 23:8, Talmud Ierushalmi, Sucá 4:3; Targum Ionatán). Los ancianos también vieron "la esencia del cielo en pureza". Esta lucidez celestial alude al gozo absoluto, sin atenuantes, que invadió los Cielos en el momento del Éxodo. A los ancianos se les concedió un pequeño grado de comprensión del vínculo profundo e inherente entre Dios y el pueblo judío.

El tema final que discuten los comentaristas, es si los ancianos actuaron o no de forma apropiada. La Torá los describe contemplando a Dios mientras comían y bebían. Obviamente, parece fuera de lugar que los seres humanos observen a Dios (incluso si es a través de una visión indirecta que se les otorga), comiendo y bebiendo al mismo tiempo. De hecho, el versículo señala que Dios no "extendió Su mano" hacia ellos cuando lo hicieron (una frase que por lo general alude a castigar o atacar). Ellos podrían haber merecido el castigo Divino, pero aparentemente Dios se abstuvo de castigarlos.

Entre los comentaristas encontramos dos enfoques principales. El primero es que en verdad actuaron mal al mirar a Dios. (Comparemos esto con Moshé, quien al recibir su primera visión de Dios en la zarza ardiente, ocultó su rostro por temor (Éxodo 3:6). Además, ellos lo observaron y siguieron comportándose con absoluta familiaridad, comiendo y bebiendo al estar ante la presencia de Dios (o en el lenguaje del Midrash, comportándose de forma tan casual como uno lo hace habitualmente al comer). Dios debería haber "extendido Su mano" en ese momento contra ellos para destruirlos, pero no lo hizo, para no estropear el intenso gozo de la Revelación. En cambio, esperó hasta más tarde, cuando Nadab y Abihu ofrecieron un "fuego extraño" en el Tabernáculo, y ambos murieron (Levítico 10:1-2) y a los ancianos los castigó en un evento posterior (ver Números 11:1 con Rashi). (Fuentes: Tanjuma, Behaalotjá 16; Targum Ionatán; Vaikrá Rabá 20:10, Shemot Rabá 3:1; Rashi).

Sin embargo, otros entienden que el comportamiento de los ancianos fue correcto, incluso digno de alabanza. Dios no "extendió Su mano" contra ellos porque no hicieron nada malo. Por el contrario, dada la majestuosidad del día y del pacto que se selló, les otorgaron una unión especialmente directa con Dios, siendo capaces de ver a Dios más directamente de lo que normalmente es posible y permisible para los seres humanos. Asimismo, los sabios comieron y bebieron como parte del éxtasis de la experiencia. Hay quienes explican que disfrutaron de una comida festiva en celebración de las alturas espirituales que habían alcanzado, posiblemente consumiendo los sacrificios que acababan de ofrendar en Israel (Éxodo 24:5; Ibn Ezra, Rambán, Rashbam, Rabenu Bejaie, Seforno, Jizkuni), mientras que otros explican que ellos se alegraron porque Dios los había aceptado a ellos y a sus sacrificios, y que esa alegría exultante era similar al placer físico de comer y beber (Onkelos, Targum Ionatán). O, para decirlo de una forma más profunda, sus almas fueron alimentadas y energizadas por la cercanía a Dios en el mismo sentido físico que el alimento nutre al cuerpo (Rabenu Bejaie, basado en Vaikrá Rabá 20:10, Kli Iakar).

(Alternativamente, algunos explican que el hecho de que los ancianos comieran fue una indicación de una experiencia profética inferior. A diferencia de Moshé, quien subsistió cuarenta días y cuarenta noches sin alimento ni bebida al estar en el Monte Sinaí, los ancianos precisaban sustento físico. Sus partes espirituales pueden haber sido perfectas, pero todavía les quedaban los aspectos físicos de su existencia. Ver Ibn Ezra en nombre de Rav Iehudá HaLevi, otra explicación de Rabenu Bejaie, Jizkuni, Kli Iakar, Haamek Davar).

Ya sea que los ancianos hayan o no actuado de forma correcta, hay un fascinante mensaje final que se desprende de estos pasajes. La Torá compara el placer que tuvieron los ancianos con el placer físico de comer y beber. Podríamos pensar que las dos cosas son completamente incompatibles. Comer es un placer bajo del cuerpo mientras que la conexión con Dios es el máximo placer espiritual posible. Las dos cosas no podrían estar más alejadas. Y en cierto sentido, eso es cierto. Maimónides escribió que el placer del Mundo Venidero (el cual también es el placer de la cercanía a Dios), no tiene equivalente físico, y todas las descripciones físicas que nos dieron los Sabios no son más que una alegoría y no deben interpretarse de forma literal (Hiljot teshuvá 8:2). Él tiene palabras duras para aquellos que imaginan que preferirían (o dicen creer en) un Mundo Venidero de placeres físicos (8:6).

De todos modos, hay algo que debemos decir respecto a la comparación de la Torá, que nos brinda una importante comprensión respecto a la recompensa celestial. A pesar de que comparar de forma alegórica la cercanía a Dios con el placer físico, es algo que lo degrada, esto nos transmite algo: que la cercanía a Dios es un verdadero placer. Algo que podemos sentir, que sumerge por completo al alma recta en un placer impresionante. La recompensa por lo bueno no es sólo una especia de máxima moral respecto a que la virtud es su propia recompensa, alguna vaga sensación de autosatisfacción por haber sido buenos niños. Más bien se trata de una experiencia concreta, un intenso estado de euforia. Es verse sumergido en la Presencia Divina, sentir el máximo placer penetrar hasta lo más profundo de nuestro ser. Por eso, aunque las descripciones físicas no pueden hacerle justicia, ellas transmiten que la vida en el Mundo Venidero no es una mera actitud emocional, una sensación petulante de autosatisfacción. Se trata de la máxima experiencia de existencia: la cercanía a Dios. Y eso es la felicidad.

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