Ya no serás llamado Iaakov

28/11/2023

6 min de lectura

Vaishlaj (Génesis 32:4-36:43 )

Hay un hecho de esta parashá que llamó la atención de los comentaristas. Después de su lucha con un adversario que no es nombrado, le dicen a Iaakov: "Tu nombre ya no será Iaakov sino Israel, pues has luchado con lo Divino y con los hombres y has prevalecido" (Génesis 32:29).

Este cambio de nombres no ocurrió una sino dos veces. Después del encuentro con Esav y del episodio de Dina en Shejem, Dios le dijo a Iaakov que fuera a Bet El. Allí leemos: "Dios se apareció a Iaakov otra vez cuando vino de Padán-Aram y lo bendijo: Tu nombre es Iaakov; tu nombre no será llamado Iaakov sino Israel'. Y Él llamó su nombre Israel" (Génesis 35:9-10).

Prestemos atención en primer lugar a que esto no es sólo un ajuste de un nombre que ya existía cambiándole o agregándole una letra, como cuando Dios cambió el nombre de Abram a Abraham o de Sarai a Sará. Es un nombre completamente nuevo, como para señalar que representa un cambio completo de carácter. En segundo lugar, como ya hemos visto, el cambio del nombre no ocurrió una vez sino dos. En tercer lugar, y esto es lo más llamativo, después de decir dos veces que su nombre ya no será Iaakov, la Torá continúa llamándolo Iaakov. Dios mismo lo llama Iaakov. También nosotros, cada vez que rezamos al Dios de Abraham, Itzjak y Iaakov. ¿Cómo es posible, si la Torá nos dice dos veces que su nombre ya no será Iaakov?

El Radak sugiere que "tu nombre ya no será Iaakov" implica: "Tu nombre no será sólo Iaakov". Tendrás también otro nombre. Esto es ingenioso, pero está lejos de ser el sentido llano del versículo. El Sforno dice: "En la era mesiánica, tu nombre ya no será Iaakov". También esto es difícil. El tiempo futuro, tal como se lo usa en la Torá, implica un futuro cercano, no uno distante, a menos que se lo explicite específicamente.

Este es sólo uno de los muchos misterios respecto al carácter de Iaakov y su relación con su hermano Esav. Es tan difícil entender las historias sobre ellos, que para que tengan sentido la tradición judía debe agregar una gruesa cuota del Midrash que hace que Esav sea casi el malvado perfecto y Iaakov casi el justo perfecto. Claramente ese Midrash es necesario para propósitos educativos. Esav y Iaakov, tal como los presenta la Torá, son demasiados complejos como para ser el tema de simples lecciones morales para las mentes jóvenes. Por eso el Midrash nos da un mundo en blanco y negro, como explica el Maharatz Chajes.(1)

El texto bíblico es mucho más sutil. Allí no dice que Esav era malo y que Iaakov era bueno. Más bien, muestra que eran dos clases diferentes de seres humanos. El contraste entre ellos es como el que Nietzsche hizo entre las figuras griegas de Apolo y Dionisio. Apolo representa la razón, la lógica, el orden, el autocontrol. Dionisio representa la emoción, la pasión, la naturaleza, el salvajismo y el caos. Las culturas apolíneas valoran la moderación y la modestia; los dionisíacos apuestan por la ostentación y el exceso. Iaakov es apolíneo; Esav es dionisíaco.

O tal vez puede ser que Esav representa al cazador, considerado como un héroe en muchas culturas antiguos, pero no en la Torá, que representa la ética agraria y pastoral de agricultores y pastores. Con la transición de cazador-recolector a agricultor y pastor, el cazador ya no es un héroe sino que es visto como una figura violenta, especialmente cuando se combina, como en el caso de Esav, con un temperamento voluble. No se trata tanto de que Esav sea malo y Iaakov bueno, sino de que Esav representa el mundo que era mientras que Iaakov representa , aunque a veces de manera tentativa y temerosa, un nuevo mundo a punto de nacer, cuya espiritualidad sería radicalmente diferente, nueva y desafiante.

El hecho de que Iaakov y Esav fueran mellizos es fundamental. Su relación es uno de los casos clásicos de hermanos. La clave para entender su historia es lo que René Girard llamó el deseo mimético: el deseo de tener lo que otro tiene, porque lo tiene. En definitiva, el deseo de ser otra persona.

Esto es lo que significa el nombre Iaakov. Es el nombre que adquirió porque nació aferrado al talón de su hermano Esav. Esa fue consistentemente su postura durante los eventos claves al comienzo de su vida. Él compró a su hermano el derecho a la primogenitura. Vistió las prendas de su hermano. A pedido de su madre, recibió las bendiciones de su hermano. Cuando su padre le preguntó: "¿Quién eres tú, hijo mío?", le respondió: "Yo soy, Esav, tu primogénito".

Iaakov era el hombre que quería ser Esav. ¿Por qué? Porque Esav tenía algo que él no tenía: el amor de su padre. "Itzjak amaba a Esav, pero Rivká amaba a Iaakov".

Todo esto cambió con la lucha entre Iaakov y el extraño desconocido. Fue entonces cuando le dijeron que su nombre sería Israel. La explicación que se da a su nombre es: "porque has luchado con lo divino y con el hombre y has prevalecido". Esto también resuena en otros dos sentidos. "Sar" significa príncipe, realeza. "Iashar" significa recto. Ambas cosas contrastan marcadamente con el nombre Iaakov, "el que se agarra del talón (akev) de su hermano".

¿Cómo debemos entender lo que le dijeron a Iaakov, primero el extraño y luego Dios? No como una declaración sino como un pedido, un desafío, una invitación. No lo leas como: "Tu nombre ya no será Iaakov sino Israel". En cambio, lee: "Que tu nombre ya no sea Iaakov sino Israel", lo que significa: "actúa de forma tal que la gente te llame de esta manera". Sé un príncipe. Sé de la realeza. Sé recto. Sé tú mismo. No anheles ser otra persona. Esto resultaría un desafío no sólo entonces, sino muchas veces en el futuro judío.

A menudo, los judíos estuvieron satisfechos de ser ellos mismos. Pero de vez en cuando, estuvieron en contacto con civilizaciones cuya sofisticación intelectual, cultural e incluso espiritual fue innegable. Eso los hizo sentir incómodos, inferiores, como un pueblerino que visita por primera vez la ciudad. Los judíos cayeron en la condición de Iaakov. Querían ser otra persona.

La primera vez que oímos esto es en las palabras del profeta Ezequiel: "Dicen: 'Nosotros queremos ser como las demás naciones, como los pueblos del mundo que sirven a maderas y piedras'. Pero lo que tienen en mente nunca ocurrirá" (Ezequiel 20:32). En Babilonia, el pueblo encontró un imperio impresionante cuyo éxito militar y económico contrastaba radicalmente con su propia condición de exiliados derrotados. Algunos quisieron dejar de ser judíos y convertirse en otra cosa, en otras personas.

Esto volvimos a verlo en los días de los griegos. Algunos judíos se helenizaron. Reconocemos esto en los nombres de los Grandes Sacerdotes, como Jason y Menelao. La batalla contra esto es la historia de Janucá. Algo similar ocurrió en la época de Roma. Iosefo fue uno de los que se pasaron al otro lado, aunque siguió defendiendo al judaísmo.

Volvió a ocurrir durante el Iluminismo. Los judíos se enamoraron de la cultura europea. Con filósofos como Kant Y Hegel, poetas como Goethe y Schiller, y músicos como Mozart y Beethoven. Algunos fueron capaces de integrar esto con su fidelidad al judaísmo como credo y obra; figuras como Rav Samson Rafael Hirsch y Nejemiá Nobel. Pero otros no lo hicieron. Dejaron el rebaño. Cambiaron sus nombres. Ocultaron su identidad. Nadie tiene derecho a criticar lo que hicieron. El impacto combinado del desafío intelectual, el cambio social y el antisemitismo incendiario fue inmenso. Sin embargo, esta fue una respuesta de Iaakov, no de Israel.

También sucede hoy en grandes sectores del mundo judío. Los judíos obtuvieron grandes logros. El judaísmo, con algunas excepciones notables, no logró tan buenos resultados. Hay judíos en los puestos más altos prácticamente en todos los campos, pero muchos han abandonado su herencia religiosa o son indiferentes a ella. Para ellos, ser judío es una simple etnia, demasiado débil para transmitirla al futuro, demasiado vacía para inspirar.

Esperamos mucho tiempo por lo que tenemos hoy y que nunca antes tuvimos de forma simultánea en toda la historia judía: independencia y soberanía en el estado de Israel, libertad e igualdad en la diáspora. Hemos recibido casi todo lo que pidieron cientos de generaciones de nuestros antepasados. ¿Realmente desperdiciaremos la oportunidad? ¿Vamos a ser Israel? ¿O mostraremos, para nuestra vergüenza, que todavía no hemos salido del nombre de Iaakov, la persona que quiso ser otra persona? Iaakov muchas veces tuvo miedo porque no estaba seguro de quién quería ser, si él mismo o su hermano. Por eso Dios le dijo: "Tu nombre ya no será Iaakov sino Israel". Cuando tienes miedo, cuando no estás seguro de quién eres, eres Iaakov. Cuando eres fuerte siendo tú mismo, eres Israel.

El hecho de que la Torá y la tradición todavía utilicen la palabra Iaakov, no sólo Israel, nos indica que el problema no ha desaparecido. Iaakov parece haber luchado con esto durante toda su vida, y todavía seguimos haciéndolo. Hace falta coraje para ser diferente, parte de una minoría, parte de la contracultura. Es fácil vivir el momento, como Esav, o ser "como todos los pueblos del mundo", como dijo Ezequiel.

Creo que el desafío presentado por el ángel sigue teniendo eco en la actualidad. ¿Somos Iaakov, avergonzados de quiénes somos? ¿O somos Israel, con el coraje de mantenernos de pie y caminar erguidos por el camino de la fe?


NOTAS

  1. En Mavo HaAgadot, impreso al comienzo del Ein Iaakov
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