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El rezo nos eleva por encima de un mundo fragmentado, y nos permite llevar nuestra atención hacia la unidad de Dios, cuyos muchos atributos forman una unión cohesiva.
En los capítulos anteriores discutimos la idea de las Diez Sefirot —los diez atributos/manifestaciones de Dios—como una unión cohesiva. Nos centramos en la unicidad subyacente de Dios y en la forma en que la comprensión de las Diez Sefirot difiere del politeísmo.
Ahora bien, ¿cuál sería una aplicación práctica de esta distinción?
Una respuesta puede ser encontrada en el Sifri, una forma primaria de la Ley Oral:
“¿Qué otro dios es tan grande como nuestro Dios? Quien nos responde cada vez que le rezamos a Él (...) A Él, pero no a sus atributos”. (Sifri, Vaetjanán).
Vemos aquí que tenemos una importante restricción a la utilización de las Sefirot. Aunque podemos saber acerca de las Sefirot y podemos estudiar la forma en que funcionan, aun así no podemos rezarles a ellas.
¿Por qué?
La respuesta está en la distinción entre el rezo y el estudio.
Imaginemos un círculo con un punto en su centro. Cuando alguien se sitúa en el borde y mira hacia el centro, se da cuenta del hecho de que a pesar de que hay muchos puntos en el borde exterior, todos ellos se focalizan en el centro. Pero cuando alguien está en el centro mirando hacia el exterior, se da cuenta del fenómeno contrario, que a pesar de ser el centro un punto, él se proyecta hacia muchas direcciones.
El rezo puede compararse al primer caso. La persona se para en el perímetro exterior del círculo, tocando diversos aspectos de la vida. La persona reza por riqueza, salud, sabiduría, etc. Se enfoca en el centro —Hashem— reconociendo que existe una fuente para todas las diversas necesidades de la vida. La persona se dirige a la fuente última, Dios.
El estudio puede compararse al segundo caso, donde la persona se para en el centro dirigiendo su vista hacia el perímetro. El estudio es un proceso a través del cual tomamos la palabra de Dios y la dividimos en componentes, de modo que podamos entenderla y aplicarla correctamente. La palabra de Dios es una, pero si la aplicamos a diversas situaciones, ésta adquiere los muchos matices y sabores de la aplicación particular.
Con el fin de comprender la palabra de Dios, hemos tenido que diseccionar los actos de Dios en diez componentes, las Diez Sefirot.
Para que se aplique correctamente, la voluntad singular de Dios se tuvo que diversificar en 613 diferentes aplicaciones, de manera que cada uno de los aspectos de la vida humana pueda ser iluminado por su luz. El estudio puede ser entendido en el versículo de los Salmos (62:11): “Dios habló una vez, pero nosotros escuchamos dos veces”.
Pero cuando se trata del rezo, nosotros proclamamos a diario como uno de los fundamentos de la fe: “Yo creo, con plena convicción, de que sólo a Dios es apropiado rezar” (proclamación Aní maamín). Nuestras oraciones deben ser dirigidas exclusivamente a Dios todopoderoso y omnipresente, no a partes, piezas, manifestaciones o mensajeros externos.
La razón por la cual en nuestro estudio vemos diferenciación y pluralidad en la expresión de lo Divino dentro de nuestro mundo, se debe única y exclusivamente a nuestra fragmentada y finita comprensión. Pero cuando rezamos y nos sometemos a Dios, dirigimos nuestra atención desde la fragmentación hacia Dios como lo absoluto, como la fuente y raíz de la creación, que todo lo abarca.
Nosotros tomamos conciencia de que en ese punto central Dios es Uno y sólo Uno.
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