Acabo de enviar a mis cuatro hijos y a mi nuera a la guerra

09/10/2023

7 min de lectura

Por primera vez en mi vida manejé en Shabat para llevar a mi hijo a defender a nuestro pueblo. La escena se repitió otras tres veces, cuando tuve que enviar a mis otros hijos a la guerra.

Nota del editor: Hilel Scheinfeld es el nuevo COO de Aish


El último Shabat/Simjat Torá me desperté a las 6:30 de la mañana por un ruido estruendoso y vi que temblaba la lámpara de la habitación. Abrí la persiana y el cielo estaba azul, pero yo seguía escuchando lo que pensé era un trueno. Salí de la casa y vi estelas de humo cruzando el cielo.

Desperté a mi esposa y le dije: "Miriam, levántate, parece que estamos en guerra". Lentamente los vecinos comenzaron a salir a la calle a ver qué ocurría. Todos tenemos hijos en el ejército o en el servicio de reserva. La mayoría de nuestros hijos habían venido a casa para pasar la festividad judía. Como no habíamos escuchado las noticias, no sabíamos lo que estaba ocurriendo y fuimos a la sinagoga, como es habitual.

Durante el servicio, escuchamos explosiones y señales claras del funcionamiento de la Cúpula de Hierro. A las 8:45 de la mañana tuvimos la primera de lo que serían muchas sirenas de ataque aéreo. Después de quedarnos unos minutos en los refugios antibombas salimos y continuamos con las plegarias. Bailamos un poco, completamos la lectura de la Torá y comenzamos a leer Génesis.

Durante ese período, los jóvenes de mi sinagoga comenzaron a recibir llamados del ejército. Le pregunté a mi hijo menor, que está en servicio activo en la brigada de tanques llamada Shirión, si lo habían llamado. Fue a revisar su teléfono y justo en ese momento lo llamó su comandante. Le dijo que la situación era muy seria y que debía comenzar a empacar sus cosas porque lo convocarían más tarde ese mismo día.

Con mi esposa tenemos cinco hijos (cuatro varones y una mujer). Tres de ellos están casados, y tenemos dos nietas de mi hijo mayor. Tengo el privilegio de que nuestros cuatro hijos estén en la infantería y mi nuera en la fuerza aérea.

En la sinagoga me pidieron que liderara las plegarias por el bienestar del Estado de Israel y el bienestar de los soldados, y el servicio de Musaf. Al ponerme mi kitel blanco para la plegaria especial por la lluvia que recitamos en Shminí Atzeret y entonar las palabras "[danos lluvia] para la vida y no la muerte", no pude dejar de pensar en la perspectiva de que mi hijo fuera convocado por el ejército en ese mismo momento. El día parecía más Iom Kipur que Simjat Torá.

Hilel y Miriam Scheinfeld

Cuando regresamos a casa, mi segundo hijo me dijo que lo habían llamado y que necesitaba llegar con urgencia a Tel Aviv, desde donde lo llevarían hacia el norte para reunirse con su tropa. Rápidamente corrí a la sinagoga y le pregunté al rabino si tenía permitido manejar en Shabat, porque no quería que él mismo manejara. También le pregunté si después podía regresar a casa para llevar a mi hijo menor, a quien ya habían convocado. La respuesta fue afirmativa.

Regresé a casa, mi hijo empacó su bolso. Se despidió de su esposa y de nuestra familia y, por primera vez en mi vida, manejé en Shabat para llevar a mi hijo a defender a nuestro pueblo y a nuestro país. En el auto conversamos sobre la situación y lo loco que era todo lo que sucedía. Ambos estábamos nerviosos, pero el sentimiento prevalente era que ahora era el momento de hacerse cargo de la situación. En el camino había otros autos llevando soldados hacia sus destinos.

Finalmente llegamos a su departamento, donde empacó las cosas que necesitaría y esperamos que llegaran a buscarlo. Mientras esperábamos, mi hijo me preguntó si quería estudiar o decir Salmos para aprovechar el tiempo. Me sentí muy orgulloso de que eso fuera lo que deseara hacer mientras esperaba que lo buscaran para llevarlo al frente de batalla.

Llegó a buscarlo alguien de su unidad, un soldado no religioso con su novia. Le di a mi hijo la bendición tradicional que los padres dan a sus hijos en la noche del viernes. En general soy muy llorón, pero sabía que tenía que ser fuerte, fuerte para mi hijo, fuerte para mi familia, fuerte para su amigo y su novia. Fuerte para todos los soldados. Ellos estaban partiendo hacia lo desconocido con tanta motivación y coraje… ¿quién era yo para manifestar debilidad?

La familia Scheinfeld hace unos cuantos años atrás

Lo miré y le dije: "Te amo. Enfócate en lo que necesitas hacer. Cumple las órdenes de tus superiores, confía en tus compañeros, enfócate en tus objetivos y en la misión, habla con Dios cuando lo necesites, di Salmos y patea el trasero de Hamás. ¡Te amamos y estamos orgullosos de ti! Cuidaremos bien de tu esposa y de todo lo que ella precise". Nos abrazamos y de esta manera nuestro primer hijo ya estaba en camino hacia el frente de batalla.

Cuando comencé a viajar de regreso a casa recibí una llamada de mi cuarto hijo diciéndome que lo habían llamado y que tenía que ir a Jerusalem para tomar un autobús hacia su base, cerca de Eilat. Volví a casa y me preparé para el siguiente recorrido. Entonces mi hijo mayor me dijo que él también había sido puesto en alerta, aunque todavía no lo habían convocado. Le dije que me mantuviera informado.

Mi esposa y mi hija se despidieron de mi cuarto hijo con un abrazo y partimos hacia Jerusalem. Mientras viajábamos escuchamos las noticias y los informes que comenzaban a llegar no eran nada buenos. Pude ver en el rostro de mi hijo que estaba nervioso. ¿Qué puede decir un padre en ese momento? Al final de las noticias, la estación de radio dio el informe meteorológico. Le hice una broma a mi hijo, diciéndole que en ese momento seguro que a todos realmente nos interesaba saber cómo estaría el clima al día siguiente… Fue una buena manera de quebrar la tensión. El resto del camino hablamos sobre lo orgulloso que me sentía de él y que una vez que se encontrara con sus compañeros y recibieran sus órdenes se sentiría mejor.

Cuando llegamos al estacionamiento donde había decenas de autobuses, pude ver a cientos de soldados que llegaban acompañados por sus padres, abrazándose. Le di a mi hijo la misma bendición y el mismo mensaje. "Te amo. Cumple las órdenes de tus superiores, confía en tus compañeros, enfócate en tus objetivos y en la misión, habla con Dios, di Salmos y patea el trasero de Hamás. Nos vemos en unas semanas. ¡Te amamos y no podríamos estar más orgullosos de ti!". Nos abrazamos y nuestro segundo hijo estaba en camino.

Cuando llegué a casa era la hora de Minjá, la plegaria de la tarde. Dejé las llaves y el teléfono y caminé hacia la sinagoga. Cuando llegué, mi hijo mayor me preguntó qué sabía y le dije que había dejado a sus dos hermanos y que las noticias no eran nada buenas. Me indicó que llevaba con él su teléfono y que le habían ordenado estar preparado. Cuando comenzamos a rezar, mi hijo salió de la sinagoga. Al regresar, dijo que lo habían llamado.

Caminamos hacia la casa y él le dijo a su madre, su esposa y sus dos hijas que lo habían convocado. Pasó los 20 minutos siguientes abrazando a su familia. Su hija de tres años le dijo: "Aba, lamento que tengas que irte. ¡Adiós!". Volvimos a subir al auto y esta vez viajamos 150 km hacia la frontera de Egipto. Cuando se puso el sol, mientras viajábamos, dijimos "Baruj Hamavdil bein kodesh lejol", culminando así el día de Shabat y Simjat Torá, y llamamos a mi esposa. Queríamos saber qué pasaba con mi tercer hijo y su esposa, quienes forman parte de unidades especiales del ejército y la fuerza aérea. Nuestra nuera debía presentarse en la base a las 7 de la mañana, y nuestro tercer hijo debía presentarse más tarde, esa misma noche.

Cuando llegamos a la base de mi hijo mayor, pude ver en sus ojos que estaba enfocado y preparándose mentalmente para lo que podía tener que enfrentar en los próximos días y semanas. Por tercera vez en el día di el mismo discurso para fortalecer a mi hijo. Coloqué mis manos sobre su cabeza, le di su bendición y le dije: "Te amo. Enfócate en lo que debes hacer. Cumple las órdenes de tus superiores, confía en tus compañeros, enfócate en tus objetivos y en la misión, habla con Dios cuando lo necesites, di Salmos y patea el trasero de Hamás. Nos vemos en unas semanas. ¡Te amamos y no podríamos estar más orgullosos de ti!". Cuidaremos bien a tu esposa y a las niñas, no debes preocuparte". Nos abrazamos y nuestro tercer hijo estaba en camino.

En el camino de regreso a casa llamé a otros amigos y parientes cuyos hijos también estaban partiendo. Mi hermana tiene dos hijos y dos yernos que fueron convocados y todos aquellos con quienes hablé estaban despidiéndose de sus hijos. Cuando llegué a casa me encontré con los suegros de mi segundo hijo, que habían llegado a buscar a mi nuera para llevarla a quedarse con ellos mientras mi hijo no estuviera.

A las 11 de la noche llamó mi cuarto hijo y me dijo que había llegado el momento de partir. Regresé al auto, fui a buscarlo en la casa de sus suegros y lo llevé a su base. Mi hijo me dijo que se sentía mal de pedirme que lo llevara, porque sabía que había pasado todo el día manejando. Le dije: "¡No te preocupes! Para mí es un honor y un mérito absoluto haber sido designado hoy como chofer del ejército".

En camino a su base pasamos al lado de una caravana de quince tanques y jeeps del ejército. El espectro de la guerra ya era muy real y cada vez se volvía más intenso. Este hijo forma parte de una unidad que no tengo permitido nombrar aquí, pero su compostura era la de un profesional que se prepara para un día de trabajo. Conversamos sobre los días que teníamos por delante y llamamos a sus hermanos para que todos pudieran conversar antes de que lo dejara. Fue sorprendente escucharlos a todos alentarse mutuamente y deseándose buena suerte.

Finalmente llegamos a la base y por cuarta vez en el día dije esas mismas palabras inolvidables que había dicho a sus hermanos. Nos abrazamos y mi hijo estaba en camino.

Cuando regresé a mi auto era la 1 de la madrugada de lo que debe haber sido el Shabat más largo y extraño de mi vida. Envié el siguiente mensaje al grupo de WhatsApp de mi familia: "Muy bien, gente. Acabo de dejar a Gabriel. ¡Es decir que ya todos partieron! ¡Manténganse fuertes! ¡Los amo a todos! Todos tienen el privilegio de defender a Am Israel, al pueblo judío. Estoy súper orgulloso de todos ustedes! ¡Nos vemos muy pronto!".


Por favor, recen por nuestros hijos Iejiel Asher ben Miriam Jaia, Zeev Israel ben Miriam Jaia, Gabriel Eitán ben Miriam Jaia, Mordejai Iosef ben Miriam Jaia, mi nuera Shai bat Orli y por todos los soldados, heridos y rehenes.

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