Cómo sobreviví mi depresión postparto

19/09/2023

3 min de lectura

Estaba acurrucada en el suelo, sin poder organizar mis pensamientos. Mi esposo me dijo: “Tienes que buscar ayuda”.

Cinco días después de dar a luz a mi primera hija, estaba sentada en mi auto en el estacionamiento del supermercado, llorando histérica, intentando expresar mis emociones a mi esposo, Daniel.

Me dolía la cabeza. No podía hilar mis pensamientos. Ese mismo día, el médico nos había dicho que teníamos que empezar a darle fórmula a nuestra bebé para que aumentara de peso más rápido.

Yo estaba aterrada. No sabía cuán difícil sería amamantar. No podía haber imaginado que no tendría suficiente leche para alimentar a mi bebé. O que amamantar podía ser tan doloroso.

Ya estoy fallando como madre. Ni siquiera puedo alimentar a mi bebé.

—Ni siquiera sé qué clase de fórmula comprar —le dije a Daniel—. Ya estoy fallando como madre. Ni siquiera puedo alimentar a mi bebé.

—Está bien. Lo vamos a resolver —me respondió.

Fuimos a la tienda y escogimos una fórmula ya preparada. No tenía cabeza para preparar mamaderas. Y no sabía cómo hacerlo. Estaba demasiado cansada para aprender.

Lloré en el auto camino a casa. Mi esposo me miró.

—¿Estás bien?

—No. Me siento terrible.

—¿Hoy comiste?

—No, creo que no.

Eran las 9 de la noche.

—Voy a parar a comprar comida. Necesitas comer.

Me comí una hamburguesa y de inmediato me sentí mejor. Durante los días siguientes mis llantos disminuyeron y aprendí cómo usar la fórmula. Mi bebé estaba en buen camino. Pensé: “Si esto fue una depresión postparto, no fue tan terrible”.

Luché con la depresión durante toda mi vida. Esto no fue tan serio como mi depresión en la escuela secundaria, cuando la mayor parte del tiempo quería esconderme debajo de las sábanas o lloraba sin control en medio de la clase. No fue tan dolorosa como mi depresión en la universidad, cuando me sentí aislada y sola.

Qué ingenua.

El oscuro hoyo de la depresión postparto estaba esperando para tragarme cuando tuve a mi segunda hija.

Cada día me sentía agobiada. Mi licencia de maternidad duró tres días. Como trabajo freelance no recibí ningún beneficio de un trabajo o del estado como para tomarme más tiempo. No podía permitirme no trabajar.

Pensé que mi segunda hija sería como la primera y tendría tiempo de trabajar mientras ella dormía. Pero ella no estuvo de acuerdo. Era más exigente, lloraba mucho más y necesitaba estar en brazos todo el tiempo. Cuando intenté llevarla amarrada a mi cuerpo, tampoco le gustó. Hacía malabares para responder emails, escribir artículos y entrevistar clientes por teléfono mientras cuidaba de mi hija. Mi amado esposo ayudaba todo lo que podía, pero él también estaba en el trabajo, así que por lo general estaba sola durante el día.

No podía concentrarme. Empecé a quedarme despierta hasta las 2 de la madrugada para poder tener un poco de paz, tranquilidad y tiempo sola. No estaba durmiendo mucho.

Empecé a darme atracones de comida. Comía azúcar y tomaba café compulsivamente para mantenerme despierta durante el día.

La peor parte era la ansiedad. Constantemente temía que mi bebé y mi hija pequeña no estuvieran a salvo.

La peor parte era la ansiedad. Constantemente temía que mi bebé y mi hija pequeña no estuvieran a salvo. Mi cabeza imaginaba escenarios horribles, cosas que no podía decir en voz alta por miedo a que ocurrieran. Sabía que eso era mi trastorno obsesivo compulsivo en forma aumentada, pero no podía evitar que los pensamientos se metieran en mi cabeza.

Sentía que era una madre terrible. Lloraba sin cesar, me derrumbaba frente a mi esposo, que intentaba consolarme.

Una tarde, después de encontrarme acurrucada como una bola en el suelo, sin poder organizar mis pensamientos, mi esposo me dijo:

—Tienes que buscar ayuda. Creo que tienes depresión postparto.

—¿Qué? No estoy deprimida.

—No estás bien. Estoy preocupado por ti.

Yo no quería ser esa persona. Quería estar sana. Necesitaba estarlo, por mi familia, por mí.

Hablé con mi terapeuta sobre mi depresión postparto (DPP). Fue liberador poder ponerle una etiqueta a lo que sentía. Busqué depresión postparto en internet y encontré foros de discusión, donde otras madres escribían que habían vivido síntomas similares. No estaba sola.

También me abrí ante otras personas sobre mi DPP. Se me acercaron madres y me dijeron que apreciaban cuán abierta era. Ellas también habían sufrido y yo las ayudaba a sentirse menos solas.

Empecé a acostarme a dormir más temprano, empecé a tomar un medicamento, regresé al gimnasio y puse a mi bebé en la guardería junto con mi otra hija. Me sentía culpable mandándola a la guardería antes de lo que quisiera, pero sabía que harían un buen trabajo. Además, mis hijas estarían juntas durante el día. Eso me consolaba.

Aprendí que ser una buena madre no significa que tienes que cuidar de tus hijos 24/7. Estar todo el tiempo en la casa es admirable, pero sencillamente no era para mí. Aprendí que también eso está bien. La maternidad es diferente para cada persona.

Aunque la depresión postparto ha sido uno de los desafíos más difíciles que he enfrentado, eso no me impide querer tener más hijos. Me encanta ser madre, incluso con sus altibajos. Es increíblemente gratificante.

La fase postparto será un desafío, pero al menos la próxima vez sabré cómo cuidarme. Y eso es lo más importante que puedo hacer por mí y por mi hermosa familia.

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