Cruzar el mar

21/01/2024

6 min de lectura

Beshalaj (Éxodo 13:17-17:16 )

Nuestra parashá comienza con una proposición aparentemente simple:

Y sucedió que cuando el faraón envió afuera al pueblo, Dios no los condujo por la ruta de la tierra de los pelishtim, ya que era cercana, pues Dios dijo: "Quizás el pueblo cambie de idea cuando vea guerra, y regrese a Egipto". Así que Dios hizo que el pueblo hiciera un rodeo por la ruta del desierto hacia el Mar Rojo. Y los hijos de Israel subieron armados de la tierra de Egipto. (Éxodo 13:17-18)

Dios no llevó al pueblo hacia la Tierra Prometida por la ruta de la costa, que hubiera sido más directa. La razón dada es que era una ruta importante, y constituía el camino principal desde donde Egipto podía atacar con fuerzas desde el noroeste, tales como el ejército de los hititas. Los egipcios habían establecido una serie de fuertes a lo largo del camino, lo que a los israelitas les resultaría impenetrable.

Sin embargo, si profundizamos un poco más, esta decisión despierta varias preguntas. En primer lugar: vemos que la ruta alternativa que siguieron potencialmente era incluso más traumática. Dios los llevó por el desierto hacia el Mar Rojo. El resultado, descubrimos muy pronto, es que los israelitas al ver a la distancia que las carrozas de los egipcios los perseguían, no tenían adónde ir. Estaban aterrorizados. No se salvaron del miedo a la guerra. Por lo tanto, la primera pregunta es: ¿Por qué el Mar Rojo? En vista de los hechos, parece que fue la peor ruta posible.

En segundo lugar, si Dios no quería que los israelitas enfrentaran la guerra, y si Él creía que eso llevaría al pueblo a desear regresar a Egipto, ¿por qué los israelitas partieron jamushim, "armados" o "listos para la batalla"?

Tercero: Si Dios no quería que los israelitas enfrentaran la guerra, ¿por qué provocó al faraón para que los persiguiera? El texto lo dice explícitamente: "Yo endureceré el corazón del faraón, y él los perseguirá; y Me glorificaré a través del faraón y de todo su ejército, y los egipcios sabrán que Yo soy Hashem" (Éxodo 14:4). En este capítulo, se nos dice tres veces que Dios endureció el corazón del faraón (Éxodo 14:4,8,17).

La Torá explica esta motivación de "Me glorificaré". La derrota del ejército de Egipto en el mar se convertiría en un recordatorio eterno del poder de Dios. "Los egipcios sabrán que Yo soy Hashem". Egipto podría llegar a entender que había una fuerza más poderosa que las carrozas, los ejércitos y el poder militar. Pero el comienzo de nuestra parashá sugiere que Dios estaba preocupado principalmente por los sentimientos de los israelitas, no por Su gloria ni por lo que creyeran los egipcios. Si Dios deseaba que los israelitas no vieran la guerra, tal como lo declara el primer versículo, ¿por qué orquestó que fueran testigos de este ataque en el mar?

Cuarto: Dios no quería que los israelitas tuvieran una razón para decir: "Regresemos a Egipto". Sin embargo, en el Mar Rojo, ellos le dijeron a Moshé algo muy parecido:

"¿Acaso faltaban tumbas en Egipto que nos sacaste para morir en el desierto? ¿Qué nos has hecho al sacarnos de Egipto? No fue esto lo que te hablamos en Egipto, diciendo: 'Déjanos y serviremos a los egipcios'? ¡Hubiera sido mejor para nosotros servir a los egipcios y no morir en el desierto!" (Éxodo 14:11-12)

Quinto: Dios claramente quería que los israelitas desarrollaran confianza en si mismos para que tuvieran fuerza para luchar las batallas que deberían enfrentar para conquistar la Tierra Santa. ¿Por qué entonces los llevó en el mar a una situación en la que tuvieron que hacer exactamente lo contrario, dejando todo en manos de Dios?

Moshé dijo al pueblo: "No teman. Manténganse quietos y verán la salvación que Hashem hará hoy por ustedes. Pues así como ustedes han visto hoy a los egipcios, no volverán a verlos jamás. Hashem peleará por ustedes, y ustedes permanecerán en silencio" (Éxodo 14:13-14)

El milagro que tuvo lugar a continuación quedó tan grabado en las mentes judías que lo recitamos en nuestro Servicio Matutino en el Cántico del Mar. Que el mar se partiera fue, de esta forma, el mayor de todos los milagros. Pero eso no contribuyó a la confianza y la seguridad de los judíos en sí mismos. "Hashem peleará por ustedes, y ustedes permanecerán en silencio". Los egipcios fueron derrotados no por los israelitas sino por Dios, y no por una guerra convencional sino por un milagro. ¿De qué manera esto ayudó a los israelitas a tener coraje?

Sexto: la parashá culmina con otra batalla, esta vez contra los amalequitas. Pero esta vez, no hay quejas por parte del pueblo, no hay miedo, trauma ni desesperanza. Iehoshúa lidera al pueblo en la batalla. Moshé, apoyado por Aharón y Jur, está de pie en la cima de una montaña, con los brazos extendidos hacia el cielo, y cuando el pueblo mira hacia arriba, se ven inspirados, fortalecidos, y prevalecen.

¿Dónde quedó el miedo del cual habla el primer versículo de nuestra parashá? Al enfrentar a los amalequitas, que en cierta medida eran más temibles que los egipcios, los israelitas no dijeron que querían regresar a Egipto. El absoluto silencio por parte del pueblo es el mayor contraste posible con sus quejas previas por el agua y el alimento. Los israelitas resultaron ser buenos guerreros.

Entonces, ¿por qué el cambio repentino entre la apertura y el cierre de nuestra parashá? Al comienzo, Dios es protector y obra milagros. Al final, Dios está más oculto. Él no lucha en la batalla contra los amalequitas. Les da a los israelitas la fuerza para hacerlo por sí mismos. Al comienzo, al enfrentar a los egipcios los israelitas entran en pánico y dicen que nunca deberían haber salido de Egipto. Al final de la parashá, al enfrentar a los amalequitas, luchan y ganan.

¿Qué ha cambiado?

La respuesta, en mi opinión, es que tal vez tenemos aquí registrada la primera instancia de lo que luego se convirtió en una estrategia militar clave. En uno de los ejemplos más famosos, cuando intentó apoderarse del poder, Julio César ordenó a su ejército que cruzara el Rubicón. Ese acto estaba estrictamente prohibido por la ley romana. Él y el ejército debían ganar, o de lo contrario serían ejecutados. De aquí surge la frase "cruzar el Rubicón".

En 1519, Cortés, el comandante español que conquistó México, quemó las naves que habían transportado a sus hombres. Ahora sus soldados no tenían la posibilidad de escapar. Tenían que ganar o morirían. De aquí surgió la frase "quemar las naves".

Lo que estas tácticas tienen en común es la idea de que a veces tenemos que acomodar las cosas para que no haya vuelta atrás, que no haya posibilidad de retirada, ninguna posibilidad de escapar por miedo. Es una estrategia radical, que se toma cuando se apuesta alto y cuando se requiere una reserva excepcional de coraje. Esa es la lógica de los eventos de la parashá de esta semana, lo que de otro modo sería difícil de entender.

Antes de cruzar el Mar Rojo, los israelitas estaban atemorizados. Pero una vez que lo cruzaron, no había vuelta atrás.(1) Seguro, todavía se quejaron por el agua y el alimento. Pero su capacidad de luchar y vencer a los amalequitas demostró cuán profundamente habían cambiado. Habían cruzado el Rubicón. Sus naves se habían quemado. Sólo miraban hacia adelante, no había marcha atrás.

El Rashbam hace un comentario interesante, conectando la lucha de Iaakov con el ángel y el episodio en el cual Moshé, al regresar a Egipto, es atacado por Dios (Éxodo 4:24), y también conecta esto con Ioná y su barco en la tormenta.(2) Él dice que los tres sintieron muchísimo miedo por el peligro o la dificultad que enfrentaban, y cada uno quiso escaparse. El ángel de Iaakov, el encuentro de Moshé y la tempestad que amenazó con hundir el barco de Ioná implican formas en que el Cielo hizo desaparecer la línea de retirada.

Cualquier gran emprendimiento despierta miedo. A menudo tememos al fracaso. A veces incluso tememos al éxito. ¿Somos digno de ello? ¿Podremos mantenerlo? Anhelamos la seguridad de lo conocido, la vida tal como fue hasta ahora. Tememos de lo desconocido, del territorio no explorado. La misma travesía deja expuesta nuestra vulnerabilidad. Hemos partido de casa; todavía no llegamos a destino. El Rashbam nos dice que si tenemos estos sentimientos, no debemos sentirnos avergonzados. Incluso las personas más grandes han sentido miedo. El coraje no es no tener miedo, sino tener miedo pero hacerlo de todos modos.

A veces, la única manera para hacer esto es saber que no hay vuelta atrás. Franz Kafka escribió en uno de sus aforismos: "A partir de cierto punto no hay retorno. Ese es el punto que hay que alcanzar".(3) Eso fue lo que implicó para los israelitas cruzar el Mar, y por eso era esencial que lo experimentaran en una etapa temprana de su travesía. Eso marcó el punto desde el cual no había vuelta atrás, el punto crítico a partir del cual sólo podían seguir hacia adelante.

Creo que algunos de los cambios más positivos en nuestras vidas tienen lugar cuando al enfrentar un desafío, cruzamos nuestro propio Mar Rojo y sabemos que no hay vuelta atrás. Sólo se puede seguir hacia adelante.

Entonces Dios nos da la fuerza para luchar nuestras batallas y ganar.


NOTAS
1) Esta explicación no funciona con la perspectiva del Midrash respecto a que los israelitas emergieron del mar por la misma orilla que habían entrado. Pero hasta donde entiendo, esta es una opinión minoritaria.

2) Rashbam, Comentario sobre Génesis 32:21-29

3) Kafka, Notebooks, 16

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