El impresionante acto de bondad de mi abuelo

20/02/2024

4 min de lectura

Al emerger de la guerra, mi Zeide, devastado por sus indescriptibles dificultades pero con sus principios y honor intactos, se puso a trabajar transmitiendo al mundo toda su bondad.

Mi abuelo, Benzion Malik, sirvió en cuatro ejércitos y estuvo presente en la mayor invasión de la historia humana y en la batalla final de la Segunda Guerra Mundial. Él evitó el canibalismo a pesar del riesgo de morir de hambre, sobrevivió una caminata de 2.500 kilómetros a su Rumania natal, se salvó de un envenenamiento letal, emigró a Israel, sobrevivió el golpe a su nueva comunidad de Haifa durante la Guerra de los Seis Días y finalmente se asentó en los Estados Unidos, donde trabajó como chef en Brooklyn durante 40 años.

Mientras hacía todo eso, también terminó de estudiar 14 veces todo el Talmud (los 37 tratados con sus 2.711 páginas). Él falleció hace ochenta años, a los 95 años.

La supervivencia de mi abuelo dependió sobre todo de tres cosas: suerte, toma de decisiones y actos de bondad.

Cuando Zeide emergió de la guerra, devastado por sus privaciones pero con sus principios y su honor intactos, se puso a trabajar transmitiendo toda la bondad.

En un momento más tardío de su vida, realizó el más poderoso e inspirador acto de bondad. Finalmente había comprado una casa con el dinero que había ahorrado durante décadas de arduo trabajo, y lo primero que hizo con su nueva casa fue darle alojamiento a una familia desesperada sin ningún pago.

Esta es su increíble historia de bondad, extraída de mi libro Zaidy’s War.

Una casa en llamas

Abrumi Eisenstein* estaba en grandes problemas. Su casa en Boro Park se había quemado por completo.

Esto ocurrió en la víspera de Sucot. La saga tuvo lugar cuando Abrumi se quedó en su oficina hasta más tarde para poder organizar algunas cosas antes de la festividad. Entonces recibió una llamada de su esposa, diciéndole que la casa estaba en llamas. Corrió hacia allá y lo que vieron sus ojos fue una escena de pesadilla.

Mi abuelo, Benzion Malik

Cinco de sus siete hijos lograron escapar del infierno y estaban relativamente bien, pero una de sus hijas estaba gravemente quemada. Ella y una hermana estaban en coma. Su esposa estaba angustiosamente quemada y sus lesiones por inhalación eran terribles. También ella estaba en coma.

Para incrementar la angustia de Abrumi, su esposa y sus hijas estaban en diferentes hospitales. Las niñas estaban en Maimónides; su esposa en el hospital luterano. Abrumi no tenía modo de saber cuándo las cosas podían empeorar para alguna de ellas. No sabía en dónde estar en ningún momento.

Abrumi y cinco de sus hijos ahora no tenían un hogar. La organización de Bikur Jolim los ayuda por unas cuantas noches, luego varios parientes recibieron a los niños por períodos breves. Pero en realidad lo que Abrumi necesitaba era permanencia. Necesitaba a todos bajo un techo seguro mientras él corría entre los miembros de su familia que seguían en estado de coma y se desesperaba por las inminentes cuentas que debería pagar al hospital.

Abrumi se tomó un descanso de su desesperada situación y salió a caminar. Necesitaba respirar. Estaba en la calle 46, entre las avenidas 12 y 13 y se encontró con un lote que tenía tres casas en construcción. Empezó a conversar con el constructor, un Sr. Jezkel Salomon, quien le informó que la propiedad del medio ya había sido comprada por alguien llamado Benzion Malik, mi abuelo.

Abrumi le pidió a Jezjel la información de contacto del Sr. Malik, que Jezkel le dio con gusto y le deseó buena suerte, considerando sus circunstancias actuales.

Valientemente, Abrumi llamó a mi Zeide para contarle su terrible historia y preguntarle si podía ayudarlo de alguna forma. ¿Quizás su casa vieja era una opción? ¿Quizás tendría lugar para él en su nueva casa?

Al terminar de contarle su historia y formular su pedido, Zeide le dijo: “Me encantaría ayudarte, pero ni siquiera terminamos las paredes y todavía no hay electricidad”.

” ¿Paredes? ¿Electricidad? ¿Tiene un techo, verdad? ¡Yo ni siquiera eso tengo ahora!”

Abrumi le respondió: “¿Paredes? ¿Electricidad? ¿Tiene un techo, verdad? ¡Yo ni siquiera eso tengo ahora!”

Este fue un argumento suficientemente bueno para Zeide, que recibió a toda la familia, sin costo, acordando que no tendrían que pagar renta mientras la familia estuviera pagando las cuentas del hospital. Abrumi le ofreció pagar por lo menos una cantidad simbólica, pero Zeide le dijo: “Dee hust den gelt yetzt? Ven dee hust gelt, vellen mir reden” [¿Tienes dinero ahora? Cuando tengas dinero hablaremos].

En vez de aceptar un centavo de su nuevo arrendatario, Zeide apuró la construcción de las paredes y conectó electricidad desde un vecino hasta poder hacer funcionar todo adecuadamente.

Abrumi y los niños se mudaron de inmediato. Zeide y Bobi (mi abuela) se mudaron a su propio departamento dos semanas después, cuando conocieron por primera vez a la familia Eisenstein.

Siete meses después, las cosas mejoraron para Abrumi. Recibió el dinero del seguro, su esposa y sus hijas se recuperaron y la vida de la familia comenzó a retornar a un bendito orden.

Abrumi le informó a Zeide sus buenas noticias y juntos redactaron un contrato de renta. Abrumi le preguntó a Zeide cuánto le debía por los siete meses que tuvo un techo sobre su familia, sin pagar renta. El dinero del seguro podía cubrirlo todo. Zeide ni siquiera estuvo dispuesto a escucharlo y le dijo que sólo tenía que pagar la renta desde ese momento en adelante.

Así comenzó una maravillosa relación arrendador-arrendatario, con un acto de altruismo que, de acuerdo con Maimónides, es el más elevado de los ocho niveles de caridad (la forma más baja: dar una miseria a regañadientes; la forma más elevada: esforzarse para ayudar a la persona a volver a ponerse de pie).

Ahora bien, puedes preguntarte cómo fue que Zeide confió plenamente en un total extraño que se le acercó de la nada con una historia de calamidades, con nada en sus bolsillos y un atrevido pedido de ayuda.

La primera vez que Zeide y Abrumi hablaron, descubrieron que el abuelo de Abrumi, Moshé Leib Hager, había sido uno de los compañeros de estudios de Zeide en Rumania. Zeide también recordaba a la madre de Abrumi de esa época. Dado que Zeide confiaba incondicionalmente en su viejo amigo y compañero de estudio, sabía que también podía confiar en su nieto necesitado.


*El nombre ha sido cambiado

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