Fuera de control

25/04/2023

2 min de lectura

Ajarei Mot (Levítico 16-18 )

Un principio básico de muchas psicoterapias es la responsabilidad personal. Si queremos mejorar, necesitamos asumir responsabilidad por las cosas que podemos cambiar y hacer nuestro máximo esfuerzo para mejorar nuestra condición. Sin embargo, este enfoque a menudo trae otro problema: a veces podemos asumir responsabilidad por cosas que no podemos cambiar o que no son nuestra culpa. Esto puede llevar a una vergüenza enferma o a culparnos a nosotros mismos, lo que puede empeorar las cosas. Es difícil lograr un equilibrio entre la responsabilidad personal y reconocer lo que no está bajo nuestro control, pero lograrlo es esencial.

Parte del servicio de sacrificios del día de Iom Kipur era que el cohen llevaba dos chivos y hacía un sorteo. La Mishná (Ioma, capítulo 6), construye sobre los versículos (Vaikrá 16) y explica que los dos chivos debían ser exactamente iguales en apariencia, tamaño y valor, y se los debía llevar al mismo tiempo. Basado en el sorteo, un chivo era designado "para Hashem" y el otro "para Azazel". El chivo "para Hashem" tenía el privilegio de convertirse en una ofrenda de pecado en el Mishkán. El chivo "para Azazel" no tenía tanta suerte. Lo enviaban por el desierto y lo arrojaban por un precipicio, como una expiación. Aunque virtualmente eran idénticos, sus destinos, determinados por el azar de un sorteo, no lo eran.

¿Cómo debemos entender esta ceremonia críptica y aparentemente caprichosa? Al considerar el arrepentimiento y la expiación, existe la misma tensión entre asumir responsabilidad personal y reconocer las circunstancias externas que escapan a nuestro control. Por un lado, el arrepentimiento requiere que reconozcamos nuestros defectos; por otro lado, no todo lo que sale mal es completamente por nuestra culpa. En un poderoso análisis del simbolismo más profundo de este ritual, Rav Iosef B. Soloveitchik explica que "el secreto de la expiación queda indicado en la ceremonia del sorteo. Esto refleja la base del reclamo de perdón del penitente, cuyas direcciones morales se vieron influenciadas de manera similar por fuerzas que están fuera de su control, que su pecado no fue una elección completamente libre y voluntaria" ("Reflections of the Rav", pág. 46). Así como el destino de los chivos fue determinado por un sorteo, así también pedimos perdón basándonos en nuestra declaración de que no todo fue nuestra culpa.

Si bien tenemos libre albedrío, la persona "no elige la familia en la que nace y se cría, ni la sociedad cuyos valores tendrán tal impacto en ella. La persona toma decisiones, pero los aspectos principales de su vida parecen estar gobernados por eventos y circunstancias caprichosos y fortuitos que están fuera de su control. La persona es una criatura vulnerable, cuya serenidad puede verse repentinamente sacudida por tentaciones abrumadoras, giros peculiares de los acontecimientos, inesperados golpes políticos, un colapso económico, una enfermedad terminal o un shock traumático" ("Reflections of the Rav", 41). Por lo tanto, de acuerdo con Rav Soloveitchik, la ceremonia de los chivos actúa como una súplica a Dios para que tenga en cuenta todas las circunstancias que están fuera de nuestro control y que pueden haber influido en nuestras decisiones.

En consecuencia, esta ceremonia ofrece un saludable contrapunto a la búsqueda generalmente apropiada y valiosa de responsabilidad personal en el proceso de cambio. Es importante asumir la responsabilidad y esforzarnos por mejorar, pero igualmente importante es no exagerar hasta el punto de culparnos a nosotros mismos de forma poco sana y poco realista. La ceremonia de los chivos nos recuerda poner las cosas en perspectiva y comprender que no todo es nuestra culpa ni todo está bajo nuestro control.

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