La desconocida historia de supervivencia de Luciano Camerino

21/08/2023

10 min de lectura

Traicionado por los nazis, Luciano Camerino fue deportado de Roma a Auschwitz, donde sobrevivió a los espantosos experimentos de Mengele. Luego regresó a Italia y reconstruyó la comunidad judía.

Eran las 5 AM del 16 de octubre de 1943, un Shabat otoñal durante la festividad de Sucot, en Roma. Los miembros de la familia Camerino fueron despertados con fuertes golpes a su puerta, aterrados por sus vidas a pesar de haber pagado a las SS (Schutzstaffel) una suma considerable de oro puro para que los dejaran en paz, algo por lo que incluso recibieron un recibo oficial. Ellos habían entregado todas sus joyas, un anillo de boda, aros y sus candelabros de plata a cambio de una promesa de que estarían a salvo.

Sin embargo los soldados alemanes despertaron brutalmente a la familia Camerino, alterando para siempre sus vidas.

Un mes antes, en septiembre de 1943, los nazis habían tomado el control de los territorios de Italia, un aliado de Alemania en la Segunda Guerra Mundial. Pocos días más tarde, los directivos de las comunidades judías de Roma fueron convocados a una reunión en la embajada alemana de la ciudad, donde les hicieron una oferta excepcional: salvar las vidas de los judíos de la ciudad a cambio de 50 kilos de oro puro.

Los nazis les dieron a los líderes judíos un día y medio para reunir el dinero. Nadie necesitaba que le explicaran qué sucedería si no lograban cumplir su misión. Nadie dudada tampoco cómo serían usados esos fondos en el futuro: para seguir impulsando la máquina de guerra nazi.

Luciano Camerino, a mediados de los años 50. Archivos: Fondazione Museo della Shoah, Roma - Fondo Famiglia Camerino

A pesar de la enorme dificultad, lograron reunir el oro. No menos de 80 kilos en unas pocas horas, compuesto por las joyas y los artículos de Judaica de los miembros de la comunidad. Cincuenta kilos de oro fueron entregados a las SS y el resto fue ocultado. Cinco años más tarde, lo enviaron al joven estado de Israel, para comprar armas para la Guerra de la Independencia de 1948. Pero mientras tanto, en la Europa ocupada, la idea de un estado judío era un sueño distante.

Los cincuenta kilos de oro fueron entregados a los nazis y luego los enviaron a Alemania Oriental. Cada judío que "donó" oro recibió un "recibo" del representante del partido nazi, asegurándole que no sería atacado.

Los hombres de las SS allanaron las casas de los judíos de Roma, persiguiéndolos uno por uno.

Pero el 16 de octubre de ese mismo año, la promesa fue quebrada. Los hombres de las SS allanaron las casas de los judíos de Roma, persiguiéndolos uno por uno. Eventualmente, los miembros de la comunidad que sobrevivieron acusaron a quien era en ese momento el Gran Rabino de la ciudad, Israel Anton Zoller, de entregar a los alemanes los nombres de los judíos de la ciudad.

Zoller encontró refugio en el vaticano. Después de la guerra, él quiso regresar a Roma y reasumir su rol como Gran Rabino, pero fue rechazado. Más tarde se convirtió al catolicismo.

Esa fatal mañana, los judíos de Roma fueron detenidos. Muchos lograron huir antes de la redada y se escondieron en monasterios que aceptaron ayudarlos.

La familia Camerino se mudó en secreto a otro departamento al final de la calle, pensando que podrían escapar de los nazis. Pero un portero local informó a los alemanes de su mudanza.

Siete miembros de la familia Camerino (el padre, Ítalo (50), la madre, Julia (49), y sus hijos Wanda (25), Luciano (16), Enzo (14) y dos tíos) fueron cargados en un camión, junto con otros judíos, y los llevaron a la estación de tren donde llevaron a toda la comunidad judía de Roma. Los hicieron subir a vagones de ganado sin ventanas, sin agua ni comida, y los transportaron al campo de exterminio Auschwitz-Birkenau, en la Polonia ocupada. Para la mayoría de ellos, ese fue su último viaje.

Setenta años más tarde, Fiorella, una de las tres hijas de Luciano Camerino, compartió esta historia con nosotros. Nos sentamos en un café en el viejo gueto judío de Roma, donde la familia vivió después de que terminara la guerra, y donde Fiorella (67) sigue viviendo en la actualidad. También estuvo presente la hija del sobrino de Fiorella, de Israel, quien actuó como nuestra traductora.

La deportación a Auschwitz

De acuerdo con Fiorella, ese fatídico día de 1943, más de mil judíos de Roma fueron deportados. Los registros oficiales dicen que el número fue todavía mayor.

Diecisiete miembros de la familia Camerino, incluyendo los abuelos de Luciano, lograron esconderse en un pequeño departamento del gueto. Permanecieron escondidos hasta altas horas de la noche, y sólo entonces, cuando los camiones se habían marchado y los perros de los guardias se habían callado, un católico, dueño de un restaurante, llegó para darles un poco de comida. Después de cinco días, quien les alquilaba el departamento les informó que para él era demasiado peligroso mantenerlos allí, y les pidió que se fueran.

La familia probó suerte en la casa de otra tía, pero era un lugar demasiado pequeño para todos ellos. Unos pocos días más tarde hubo otro allanamiento nazi. Todos los que estaban en el departamento fueron deportados de inmediato y nunca regresaron.

En Auschwitz, los judíos fueron separados en dos grupos: algunos fueron enviados a las cámaras de gas y otros a hacer trabajos forzados. La madre de Luciano, su hermana y un tío fueron enviados a morir. Nunca volvió a verlos. Su padre, otro tío y Luciano fueron enviados al segundo grupo y muy pronto les grabaron números en sus brazos.

El hermano menor de Luciano, Enzo, había sido seleccionado para morir en las cámaras de gases, pero logró escaparse de la fila y unirse a quienes estaban destinados a hacer trabajos forzados. A los dos hermanos les tatuaron dos números consecutivos.

Luciano y su padre, Ítalo, fueron enviados a trabajar en las minas, lo cual afectó mucho a su padre. Un día, Luciano le llevó sopa a su padre con la esperanza de que tuviera más fuerzas. Al regresar, lo encontró acostado en el suelo, sin vida. Luciano cayó de rodillas, y lloró amargamente. Cuando pasó un oficial de las SS, lo golpeó en la cabeza y le ordenó que se deshiciera del cuerpo. Luciano nunca pudo olvidar cómo arrastró el cuerpo de su padre y lo arrojó a una fosa repleta de cadáveres.

Fiorella lloró al relatar la historia de su abuelo, historia que ella y sus dos hermanas escucharon muchos años después de que Luciano fuera rescatado de ese infierno.

Los experimentos de Mengele

"Un mes más tarde, mi padre oyó un rumor de que su hermano, Enzo, quien había desaparecido después de que les tatuaran el número en los brazos, vivía del otro lado del campo y les cortaba el cabello a los oficiales nazis", contó Fiorella. "Es decir que no lo habían mandado a morir, tal como Luciano estaba seguro que había ocurrido debido a que era muy joven".

La minúscula probabilidad de que ese rumor fuera cierto impulsó a Luciano a arriesgarse e ir a buscar a su hermano en medio de la noche. Luciano encontró a Enzo, y los dos hermanos se abrazaron llorando. Enzo le dio a Luciano un poco de embutidos y pan que había guardado y prometieron volver a reunirse.

Por esa época, el infame Joseph Mengele, el "Ángel de la Muerte", eligió a Luciano para sus espantosos experimentos. Mengele experimentó inyectando al joven sustancias desconocidas, cuya naturaleza Luciano nunca pudo descubrir. Sin embargo, sí supo cuáles eran sus efectos secundarios: los experimentos debilitaron terriblemente su sistema inmune, volviéndolo vulnerable a las enfermedades. Él también desarrolló una sensibilidad a la penicilina.

La siguiente vez que Luciano y Enzo se encontraron, fue muchos meses más tarde, cuando la Unión Soviética llegó a liberar el campo. Entonces Luciano tenía 18 años y Enzo 16. Ellos recorrieron el largo camino de Polonia a Italia en tren y a pie, constantemente escondiéndose de los rusos. ("Mi padre solía decir que los rusos eran tan malos como los alemanes, y Enzo les tenía mucho miedo"). Cuarenta días más tarde, los dos llegaron a Roma, sin comida ni agua, y vistiendo harapos.

De regreso en Roma

"Cuando mi padre llegó a Roma, pesaba 35 kilos", dijo Fiorella.

Cuando los dos llegaron a la casa de su familia en Roma, de donde los habían expulsado dos años antes, Luciano vio al portero que había traicionado a su familia. También ese momento lo recordaría por el resto de su vida.

El portero había cortado en pedazos el talit de Ítalo y lo había convertido en lencería.

El restaurante kósher que Luciano abrió en el gueto judío en Roma, y que funcionó hasta 1987, 21 años después de su fallecimiento. (Cortesía del Archivo Histórico de la Comunidad Judía en Roma, Giancarlo Spizzino/Archivos).

"Mi madre guardó durante muchos años ese talit, convertido en lencería, para que no olvidáramos. Lamentablemente, después se perdió", dijo Fiorella.

Antes del Holocausto, la familia Camerino era rica y poseía una gran fábrica de chocolate en San Marino. Su hogar estaba bien amoblado, con muchos objetos de oro y plata. Después de la guerra, los dos hermanos descubrieron que les habían robado todo, y el departamento estaba completamente vacío. Luciano y Enzo no tenían nada: no familia, no un hogar y ninguna propiedad.

Al comienzo, Luciano esperaba que tal vez, por algún milagro, hubiera sobrevivido la guerra también algún otro miembro de la familia.

"Mi padre iba cada día a la estación de trenes con fotos de los miembros de la familia", contó Fiorella. "Él les preguntó a los pocos sobrevivientes que regresaron, en total 16, si habían visto a esas personas. Así fue como supo que todos ellos habían fallecido, pero logró reunir información sobre las últimas horas de sus seres amados en Auschwitz".

Durante uno de esos viajes a la estación de trenes, Luciano conoció a su futura esposa, Graciela, la madre de Fiorella. Ellos se casaron en abril de 1949.

"Mi mamá, al igual que mi papá, también era sobreviviente de Auschwitz. Ella fue la única que sobrevivió de su familia. Perdió a sus padres, a su hermana y cuatro sobrinos", dijo Fiorella.

En Roma de la postguerra, Luciano debió enfrentar una amarga realidad. En una entrevista que dio a un periódico local en 1955. Luciano dijo: "Para mí, la parte más difícil es vivir en la misma casa donde vivía con mi familia. Una casa que ahora está vacía y las personas han muerto".

Para sobrevivir, Luciano y Enzo comían lo que podían encontrar en la calle. De acuerdo con Fiorella, "el comienzo fue muy difícil, pero lentamente se recuperó y comenzó a construirse nuevamente".

Su padre decidió quedarse en Roma, la ciudad en la cual su familia había sido traicionada, porque no tenía ningún otro lugar en el mundo. "Por lo menos conocía el lugar", dijo Fiorella.

Un restaurante kósher

Después de recuperarse, casarse y lograr cierta estabilidad económica, Luciano decidió reconectarse con sus raíces judías. En el año 1961, abrió un restaurante, llamado "Luciano", el primer establecimiento kósher en la zona del viejo gueto.

Toda la familia trabajaba en el restaurante; Luciano era el camarero, el anfitrión y el cajero, las hijas lavaban los platos, limpiaban y cortaban las verduras, y Graciela cocinaba. El restaurante no fue un gran éxito, pero la familia ganaba un ingreso respetable.

De acuerdo con Fiorella, su padre "era uno de los pilares de la comunidad judía. Hacía mucho trabajo voluntario, estaba a cargo de los servicios sociales y enviaba de vacaciones a grupos de niños desfavorecidos. Desde afuera, todo parecía estar bien, pero por debajo de la superficie, todos los días llevaba consigo el trauma del campo de concentración.

"Un día, mi mamá lo encontró en la cocina de la casa. Había abierto el gas y trataba de acabar con su vida. De niña, recuerdo que en vez de contarnos historias antes de irnos a dormir, nos contaba historias del campo de concentración, de amigos que se aferraron a las cercas electrificadas porque ya no soportaban el sufrimiento, el hambre, el frío y los trabajos forzados... de miembros de la familia que se derrumbaron y nunca pudieron volver a ponerse de pie… esas eran las historias de mi infancia y de la de mis hermanas".

Escrituras judías rescatadas en Florencia, 1966 (Cortesía del Archivo Histórico de la Comunidad Judía en Roma, Giancarlo Spizzichino/Archivos)

En 1966, Luciano (que en ese momento tenía 39 años) y el resto de la comunidad judía de Roma se enteró que hubo una inundación masiva en Florencia que había afectado también la antigua biblioteca judía de la ciudad. Él fue de inmediato a Florencia, dirigiendo la delegación de la comunidad de Roma que llegó para ayudar a los judíos de la ciudad.

"Ellos entraron a la biblioteca afectada y caminaron entre las aguas. Los antiguos libros del Talmud estaban empapados, algunos se estaban desarmando. Mi papá solía contar cómo logró 'pescar una página por acá, una página por allá'. La escena, tan dura, le devolvió los recuerdos de Auschwitz".

Después de pasar algunas horas en el agua, los miembros de la comunidad local secaron las páginas sagradas y las enviaron con Luciano a Roma, a una sinagoga local. Luciano mismo comenzó a sentirse mal y tuvo fiebre.

Sus amigos lo llevaron de inmediato al hospital, pero los médicos no pudieron salvar su vida debido al daño que Mengele había infligido sobre la salud de Luciano. Poco tiempo después, Luciano falleció a los 39 años. Una víctima tardía del Holocausto.

Él dejó una viuda y tres hijas: Julia (13), Fiorella (11) y Marina (4).

"Ese fue el primer funeral que hubo en la comunidad de un sobreviviente del Holocausto. Aunque en Roma se acostumbraba a enterrar a los judíos dentro de un ataúd, mi padre fue enterrado con una cobertura y envuelto en un talit. A su lado enterramos uno de los rollos de la Torá que él salvó de la inundación en Florencia".

Como una muestra de su gratitud, Florencia ha realizado una ceremonia conmemorativa para Luciano cada década desde el desastre.

En el 2016, 50 años después del fallecimeinto de Luciano, la sinagoga de Florencia realizó una ceremonia especial, a la que asistieron las hijas de Luciano, durante la cual presentaron muchos de los libros sagrados que él había rescatado, se estima que fueron 95 en total.

"Mi padre nunca actuó buscando reconocimiento ni respeto. Era humilde y creía que debemos hacer lo correcto por la comunidad y por Dios", dijo Fiorella.

Nofar y Emanuel, el nieto de Luciano, dirigen el hotel Neman en la ciudad de Roma. Establecido en el 2019, es el único hotel del área donde sirven comida kósher.

No lejos del hotel, han instalado adoquines de bronce como un monumento a las víctimas del Holocausto, creados por el artista alemán Gunter Demnig. En toda la capital hay 75.000 de estos monumentos. Hace un año, agregaron dos más en recuerdo de Luciano y Enzo.

Luciano les dijo a sus hijas que en Auschwitz sentía que alguien lo estaba cuidando. A diferencia de muchos judíos, él siguió creyendo en Dios. Para él era importante ser parte de una comunidad, y ese es el legado que ha dejado: seguir siendo judío a pesar de todo.

"Él abrió el primer restaurante kósher en el gueto para que los judíos de Roma pudieran comer kósher. Hoy hay muchos restaurantes kósher a los que también van muchos no judíos, porque sirven platos judíos romanos tradicionales. Esta tradición se ha mantenido viva por sus descendientes. Por eso, cuando abrí el hotel en el mismo edificio en el que antes estuvo el restaurante de Luciano, de inmediato supe que iba a servir comida kósher. Porque si Luciano murió santificando el Nombre de Dios, yo no podía abrir un lugar que fuera en contra de su legado".


Este artículo apareció originalmente en "Israel Hayom".

 

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