La 'Ketuvá', el contrato de matrimonio judío

26/05/2024

5 min de lectura

¿Por qué la Ketuvá, este mundano documento financiero que garantiza los derechos de la mujer, es tan paradigmático del matrimonio judío? ¿Y para qué tomarse la molestia de decorarlo?

En las paredes de muchos hogares judíos se exhibe un antiguo documento matrimonial conocido como Ketuvá. Durante siglos, la Ketuvá fue decorada artísticamente, a veces con imágenes de personajes bíblicos, ángeles tocando la trompeta o flores. Muchas ketuvot presentan la forma de arte exclusivamente judía de la escritura micrográfica, con alegres versículos que sirven de marco al contrato matrimonial.

Una Ketuvá del Museo de Arte e Historia Judía en Paris (Godong/Universal Images Group via Getty Images)

Una Ketuvá de 1832 de la ciudad italiana de Fiorenzuola presenta el texto de la ketuvá enmarcado dentro de un magnífico palacio barroco, sobre el cual está sentado un general a caballo, probablemente Napoleón. De acuerdo con el profesor Shalom Sabar, el mayor experto en ketuvot decorativas, la costumbre de decorar la ketuvá puede haber comenzado hace unos 1.000 años.

Parece una costumbre extraña. El matrimonio es muy lindo, pero la Ketuvá es un documento técnico que detalla las obligaciones financieras durante el matrimonio y asegura una dote en caso de que el matrimonio se disuelva. Lo cual, seamos honestos, no es exactamente el material del que se construye un gran arte.

Una vez, un estudiante le preguntó a su Rebe (que era una persona bastante seria), si debía colgar su Ketuvá en su casa. “¿Acostumbras a colgar todos tus documentos financieros?”, le respondió el Rebe.

En cierto sentido, entiendo esta respuesta. Después de todo, la Ketuvá no contiene los radiantes y románticos votos de matrimonio recitados en las ceremonias católicas. En cambio, la Ketuvá nos deleita con cosas tan profundamente románticas como quién es dueño de los muebles de la novia o de las 200 monedas de plata que el esposo promete pagar en caso de divorcio. Eso está a años luz de: “Para amarte y cuidarte, desde este día en adelante, en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte nos separe”.

Entonces, ¿por qué este mundano documento financiero que garantiza los derechos de la mujer se volvió tan paradigmático del matrimonio judío? ¿Y para qué tomarse la molestia de decorarlo?

Porque, como explica el Talmud, puede ser que la Ketuvá no susurre cosas dulces, pero tiene éxito logrando que el matrimonio funcione al hacer que el divorcio sea más difícil. Sin una suma monetaria precisa que deba pagarse al momento de la disolución del matrimonio, entonces cualquier pelea, cualquier problema de comunicación, cualquier mala comedia romántica que te obliguen a ver podría ser causa de divorcio. Sin embargo, una Ketuvá asegura que debido a la significativa suma de dinero que se debe entregar si el matrimonio se termina, los esposos pensarán mejor antes de darle fin. El Talmud explica: “¿Por qué se promulgó la Ketuvá? Para que ella no tenga poca importancia ante sus ojos permitiéndole a él divorciarse de ella”.

El concepto judío de amor no se preocupa del romance sino de la responsabilidad y los compromisos compartidos. Esto preserva a un matrimonio en un día monótono cuando todavía nadie ha sacado la basura.

Esto está muy lejos del “y vivieron feliz para siempre” con el que solemos concluir los cuentos de hadas, pero el concepto judío de amor es diferente. No se preocupa del romance sino de la responsabilidad, esa que se forja por las obligaciones comunes, los rituales diarios, los compromisos compartidos que preservan a un matrimonio en un día frío y monótono cuando todavía nadie ha sacado la basura. Es la responsabilidad que se comunica a través de las listas de compras sobre el refrigerador y los compromisos que te motivan a salir de la cama para rellenar la botella de agua de tu pareja.

La Ketuvá es deliberadamente banal porque el amor duradero sólo surge a través de compromisos reales. Después del felices para siempre, la Ketuvá preserva ese amor fundacional concretado durante la boda, pero amortizado a través de las responsabilidades y los deberes durante el curso de toda la relación.

Es por eso que el amor duradero del matrimonio judío que es consagrado de forma concreta dentro de la Ketuvá, deliberadamente se enfoca en lo que ocurre después del matrimonio. Porque una parte del amor judío es el amor que se extiende más allá de la relación amorosa. Y algo sobre el mundo moderno del amor y de las citas hace que esta forma de amor sea aún más valiosa e importante de cultivar.

El ghosting es un buen ejemplo. Se trata de un término nuevo, pero el fenómeno que describe probablemente no lo es. Ghosting es cuando una persona de la relación repentinamente termina toda comunicación con la otra persona sin ninguna explicación. La traducción literal de la palabra sería algo así como "desaparecer como un fantasma". Probablemente esto ha empeorado ahora que tantas relaciones se desarrollan a través de un torrente de mensajes de texto y otras comunicaciones digitales. Podemos enamorarnos profundamente más rápido, pero también podemos simplemente desaparecer cuando las cosas se ponen difíciles. Como se lamentó un escritor, en la sociedad moderna ponemos mucho énfasis en el consentimiento sexual, pero nadie pide nunca permiso para desaparecer de la vida del otro. No es extraño, entonces, que algunos consideren al ghosting una forma moderna de trauma.

Para tener intimidad primero debe existir la seguridad de la responsabilidad.

En un sentido muy real, la Ketuvá es el mecanismo halájico para prevenir el ghosting. Marido y mujer no tienen permitido vivir juntos sin una Ketuvá. Si la Ketuvá se pierde, se debe volver a escribir una para reemplazarla. Para tener intimidad primero debe existir la seguridad de la responsabilidad. Y parte de la responsabilidad del amor es el compromiso a que te importe el otro incluso si el amor de disipa. Una relación que puede desaparecer como un fantasma deja a aquellos involucrados preguntándose si la relación alguna vez existió en realidad. Al poner la Ketuvá en el centro como la afirmación del amor judío, también estamos reconociendo la gravedad de la responsabilidad del amor.

Y no solamente el amor que sentimos por nuestro esposo o esposa: el amor que se desarrolla entre una pareja dentro del judaísmo es emblemático del amor entre Dios y el pueblo judío. El Rambam escribió que debemos estar enamorados de Dios. Casi todas las costumbres de las bodas judías son un paralelo de la revelación de Dios en el Sinaí al pueblo judío. El Sinaí mismo fue nuestra jupá. En 1731, el gran cabalista Rav Moshe Jaim Luzzato, incluso escribió una Ketuvá con la Shejiná, la experiencia mística de Dios.

Sin una Ketuvá, cada relación, incluso la que tenemos con el Creador, corre el riesgo de desvanecerse una vez que las cosas ya no marchen sobre ruedas, cuando ya no sean convenientes o cómodas.

Rav Luzzatto no estaba simplemente siendo poético. Todos hemos visto cómo se ven las relaciones con Dios sin sobrellevar las responsabilidades de una Ketuvá. Una relación sin Ketuvá sólo existe mientras sea conveniente y divertida. Sin una Ketuvá, podemos tener Shabat, pero sólo mientras no sea demasiado pesado o no caiga en un mal momento. Puede ser que tengamos el rezo, pero sólo mientras tengamos suficiente tiempo libre y la sinagoga no quede demasiado lejos. Sin una Ketuvá, cada relación, incluso la que tenemos con el Creador del universo, corre el riesgo de desvanecerse una vez que las cosas ya no marchen sobre ruedas, cuando ya no sean convenientes, cómodas y gratificantes.

Pero agrega nuestro contrato vinculante y todo cambia. Porque la Ketuvá no acaba con un fueron felices para siempre; acaba con una frase mucho más reconfortante ha-kol sharir vekayum, que en arameo significa para todo es válido y duradero. Es un testamento apropiado para la longitud del amor judío – un amor más allá del amor, un amor incluso cuando no te sientes enamorado, un amor que no puede simplemente desaparecer, sino que perdura a través del compromiso y la responsabilidad.

Perdurar, eso es, felices para siempre.


Este articulo apareció originalmente en Tabletmag.com

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