La muerte en el judaísmo: 5 ideas sorprendentes

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Tus días están contados, pero ese no es el fin.

En algún nivel de conciencia, todos sabemos que nuestros días están contados. Quizás el mayor desafío de la vida es saber cómo enfrentar ese reconocimiento.

Para algunos, reconocer la mortalidad es liberador. La letra de la famosa canción de Chris Allen dice: “Desearía que vivieras tu vida como si supieras que vas a morir”. Para otros, el temor a lo desconocido es debilitante y una causa para caer en la depresión. Saber que nos espera la muerte niega la esperanza del futuro y destruye la capacidad de ser felices.

Yo creo que entender más sobre la muerte puede ayudarnos a vivir mejor. El judaísmo, a través de ideas profundas de la Torá y de la Cábala, su tradición mística, nos brinda algunas respuestas increíbles respecto a lo que nos aguarda al final de nuestra travesía terrena.

Aquí hay cinco ideas sorprendentes sobre la muerte que durante milenios formaron parte de la sabiduría judía:

1. La muerte no es el fin de nuestra existencia

En el momento de la creación, la Torá describe que Adam fue formado del polvo de la tierra y que Dios le insufló el espíritu. Somos una combinación de cuerpo y alma. El alma es lo que nos define como seres creados “a imagen Divina”.

Hay una parte nuestra que es eterna y sobrevive a nuestros cuerpos mortales. Es la parte que nos hace únicos y que representa nuestra esencia. El Libro de Eclesiastés lo resume de la mejor manera: “Vuelva el polvo a la tierra como antes, y retorne el espíritu a Dios que lo dio” (12:7).

Muchas veces me preguntaron: “¿Acaso el judaísmo cree en la vida después de la muerte?”. La respuesta es un sí rotundo. De hecho, este es uno de los principios fundamentales de nuestra fe.

2. En el momento de la muerte vemos a Dios

Cuando Moshé le pidió a Dios: “Por favor, muéstrame Tu gloria” (Éxodo 33:18), Dios le respondió: “No puedes ver mi rostro, porque el hombre no puede verme y vivir” (Ibíd. 20). Los vivos no pueden ver a Dios. La implicancia es muy fuerte: con la muerte llega una visión de lo Divino.

Esto explica la costumbre de cerrar de inmediato los ojos de la persona cuando fallece. Los ojos que percibieron la gloria Divina ya no pueden ser expuestos a la dura realidad de este mundo.

Las primeras palabras de Dios en el momento de la Creación fueron: “Que haya luz”. Sin embargo el sol sólo fue creado al cuarto día. Los Sabios explican que esta era la luz creada para el Mundo Venidero.

Muchas veces estuve presente en el momento en que alguien falleció. Prácticamente en todos los casos pareció ser claro que el moribundo de repente vio una visión bella y consoladora rodeada de luz.

Es interesante que Mona Simpson, la hermana de Steve Jobs, al hablar en el entierro de su hermano dijo haber visto esta misma escena. “Las palabras finales de Steve fueron monosílabos que repitió tres veces. Antes de partir, él miró a su hermana Patty, luego observó un largo rato a sus hijos, a continuación a su compañera de vida, Laurine y entonces miró por encima de sus hombros. Las palabras finales de Steve fueron: ‘Oh uau. Oh uau. Oh uau’”.

Aparentemente la belleza de lo que vio lo sorprendió. Sólo pudo responder a eso repitiendo tres veces esa exclamación de asombro. También la tradición judía nos asegura que en el momento de la muerte tendremos esta clase de revelación.

3. El muerto sabe lo que ocurre a su alrededor

Las fuentes judías nos dicen lo que ocurre inmediatamente después de la muerte. Aunque es mucho lo que nos está oculto y se encuentra sólo en las enseñanzas místicas de la Cábala, reservado sólo para aquellos que están espiritualmente preparados para sus profundos mensajes (y no para ser revelados públicamente, sino sólo transmitidos oralmente de un maestro a un estudiante que tenga suficiente conocimientos y sabiduría), algunas verdades son tan importantes que llegaron a aparecer en el Talmud.

Una de estas ideas la encontramos en una Mishná en la sección conocida como Pirkei Avot (Ética de los Padres):

“Rabí Iaakov dice: este mundo es como un corredor antes del Mundo Venidero. Arréglate en el corredor para poder entrar al salón” (Pirkei Avot 4:16)

La analogía del corredor es muy llamativa. Un corredor no es más que una entrada antes del domicilio principal. Nuestra vida en la tierra es la primera etapa de una existencia más gloriosa.

Como dice la Mishná: “Y una hora de placer en el Mundo Venidero es mejor que todo el tiempo en este mundo” (Ibíd. 17).

Aquí, en la tierra, buscamos la felicidad. Nuestros placeres son transitorios; nuestro disfrute está limitado por nuestro ser físico. Una vez que traspasamos el corredor de nuestra vida de una manera que nos vuelva dignos de recibir la recompensa del cielo, tomamos consciencia de nuestro propio ser, de nuestro alrededor, lo que hace que el “corredor” terrenal empalidezca en comparación con lo que vemos ahora, y el verdadero significado de la felicidad trasciende todo lo que hemos experimentado durante nuestra vida.

La ley judía va todavía un paso más adelante. Debido a que nuestra alma, nuestro ser verdadero, pasa de un dominio a otro, partimos lentamente de este mundo, abandonando nuestro cuerpo en diversas etapas.

Quienes atienden al muerto no tienen permitido comer en su presencia. Eso sería en cierta forma como “burlarse” del muerto al hacer algo que él ya no puede hacer, y que él lo sabría. Debemos tener cuidado de lo que decimos en su presencia, porque sigue “escuchando”.

Por esta razón, tampoco se debe dejar sola a la persona que falleció, porque el alma ronda cerca del cuerpo poco después de su separación inicial y tiene consciencia del amor y del respeto que se le manifiesta a su receptáculo, el cuerpo.

El judaísmo también enfatiza que los discursos fúnebres requieren especial cuidado respecto a lo que se dice, no sólo porque declaraciones inapropiadas y observaciones falsas podrían ofender a amigos y parientes, sino porque uno de los que escucha es nada más y nada menos que la persona que ha fallecido.

4. Morir implica recordar, reflexionar y enfrentar el juicio final

El Talmud dice: “Akavia ben Majalel dice: Presta cuidadosa atención a tres cosas y no llegarás a pecar: sabe de dónde vienes, a dónde vas y ante Quién deberás rendir cuentas al final” (Pirkei Avot 3:1).

Todavía más fascinante es que el Talmud revela las preguntas que nos formularán a todos en nuestro “examen final”:

  • ¿Condujiste con honestidad tus negocios?
  • ¿Fijaste momentos regulares para el estudio de la Torá?
  • ¿Aseguraste la continuidad del mundo teniendo hijos?
  • ¿Esperaste la redención del mundo? (Talmud de Babilonia, Shabat 31a)

Por lo tanto, no sólo sabemos que una hora de placer en el Mundo Venidero es mejor que todo el tiempo en este mundo, sino que también nos dicen qué se espera de nosotros para recibir las bendiciones. ¡Qué maravilloso y bondadoso regalo Divino es darnos por adelantado las preguntas de nuestro examen final! Y qué maravilloso consejo para una vida satisfactoria que pueda encontrar favor ante los ojos de Dios y de nuestros semejantes.

5. La verdadera razón por la que lloramos por la muerte

Entonces, de acuerdo al pensamiento judío, ¿por qué hay que llorar cuando se parte de este mundo? ¿Por qué llorar si creemos que nos vamos a un lugar mejor?

Uno de los Sabios del Talmud, Rabí Iehudá, les explicó esto a sus estudiantes desde su lecho de muerte. “Si quieren saber por qué lloro, es sólo por la Torá y los actos meritorios que ya no podré cumplir”. La muerte nos priva de la capacidad de seguir sirviendo a Dios y efectuar actos de bondad. La vida nos presenta oportunidades para el crecimiento personal; la muerte pone fin a nuestra capacidad de desarrollar todo nuestro potencial.

Hay una historia jasídica con una supuesta “mirada interior” de lo que ocurre después de la muerte que metafóricamente aclara esto:

Fallece una persona muy rica pero muy miserable y está en la línea esperando oír su juicio final. Al observar el procedimiento con aquellos que están delante de él, empieza a sentir menos temor. Él nota que el registro de los actos de caridad influye en gran medida sobre el decreto Divino; los regalos que uno hizo durante su vida pesan más que muchos pecados. Cuando llega su turno de presentarse ante el tribunal celestial, él dice: “Es cierto que tal vez no hice todo lo que debería haber hecho mientras estuve en la tierra, pero permítanme sacar mi chequera y escribir unas buenas sumas para cualquier institución importante que ustedes recomienden”.

Entonces el juez le dice: “Aquí no aceptamos cheques. Sólo aceptamos recibos”.

Al contemplar la realidad que sabemos que eventualmente será el destino de toda la humanidad, estas ideas profundas pueden ayudarnos a reemplazar el temor con esperanza.

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