Por qué los murciélagos duermen cabeza abajo y el secreto de Iom Kipur

Hace algunos años, tuve el privilegio de dar a alguien una medalla en un encuentro de Alcohólicos Anónimos, celebrando un hito significativo de sobriedad. Siempre me siento inspirado al estar entre personas que tienen el coraje de admitir su adicción, poner nombre al enemigo y enfrentarlo de forma directa.

El programa de recuperación consta de 12 pasos, y en la reunión que asistí se refirieron al paso 8, que es: "hicimos una lista de todas aquellas personas a quienes habíamos ofendido y estuvimos dispuestos a reparar el daño que les causamos"; y el paso 9: "Reparamos directamente a cuantos nos fue posible el daño causado, excepto cuando hacerlo implicaba un perjuicio para ellos o para otros".

Los presentes reflexionaron sobre la experiencia de estar dispuestos a reparar la relación con las personas a quienes habían dañado y con otros que los habían dañado a ellos. Entonces una mujer se puso de pie y dijo algo que me pareció fascinante. Cuando ella llegó a ese paso en su recuperación, comprendió que la persona con quién más tenía que enmendar su relación era… ella misma. Los errores que había cometido, las excusas, las oportunidades perdidas, las relaciones dañadas, el sabotaje al éxito que se había causado a sí misma provocaban que necesitara estar dispuesta a perdonarse, a hacer las paces consigo misma.

La siguiente persona que habló no estuvo de acuerdo, y señaló que reducir todo a nosotros mismos es lo que en un primer momento nos puso en problemas. La reparación es sobre los demás, no debe tratarse siempre del "yo". Esa clase de pensamiento es errónea y puede llevar a malos resultados.

Salí de ese encuentro muy conmovido por ambas posturas y pensando sobre la pregunta. ¿Quién tenía razón?

La contradicción de amor y temor

El Talmud reconcilia dos declaraciones diferentes de Reish Lakish. La primera: "Grande es la teshuvá, el arrepentimiento, porque los pecados intencionales de quien se arrepiente se le cuentan como transgresiones involuntarias". La segunda: "Grande es el arrepentimiento, porque los pecados intencionales se cuentan para él como méritos". El Talmud resuelve la aparente contradicción: cuando uno se arrepiente por amor, un nivel más elevado de arrepentimiento, sus pecados se vuelven como méritos; pero cuando uno se arrepiente por miedo, un nivel más bajo, sus pecados se cuentan simplemente como transgresiones involuntarias (Ioma 86b)

Ahora bien, entiendo cómo el poder de la teshuvá puede transformar mis errores, indiscreciones, juicio pobre y transgresiones intencionales en transgresiones accidentales, por descuido. Imagina a un juez que disminuye una sentencia por buen comportamiento; de todos modos registra cargos criminales, pero de menor grado. ¿Pero qué significa que mis errores intencionales pueden convertirse en méritos? ¿Cómo es posible que esos errores se transformen en méritos, virtudes, bienes que actúan en mi favor?

Sorprendentemente, la respuesta podemos derivarla de la forma en que duermen los murciélagos.

¿Por qué los murciélagos duermen cabeza abajo?

Muchos saben que los murciélagos duermen cabeza abajo, pero pocos saben cuál es la razón. Si bien los murciélagos pueden volar, no pueden despegar. Algunas aves pueden despegar desde un punto muerto, simplemente batiendo sus alas, pero los murciélagos no. Las alas de las aves son largas y emplumadas y pueden generar suficiente empuje para lograr el despegue, pero las alas de los murciélagos, como explica Science Friday, básicamente son manos grandes y palmeadas. Una vez en el aire, el murciélago puede usar esas manos para sostener el vuelo a largas distancias y dirigirse muy bien. Pero tiene un problema: no puede lograr el aleteo necesario para despegar.

Los murciélagos aprovechan el momento de la caída para tomar vuelo.

Entonces, ¿qué hacen los murciélagos si pueden volar pero no pueden despegar? La respuesta es que no despegan, sino que se dejan caer. Durante la noche, usan sus garras para trepar a un árbol. Una vez que se elevan lo suficiente del suelo, se dejan caer, usando la gravedad para ganar impulso y aprovechando el impulso para tomar vuelo.

Tal vez este es el significado de la cita previa del Talmud. No todas las clases de teshuvá son iguales. Si haces teshuvá porque temes el castigo, no quieres sufrir la consecuencia, entonces tu caída puede ser considerada "accidental".

Pero si haces teshuvá no por miedo, sino por amor, entusiasmo y emoción, entonces "estás listo para volar" por así decir, y puedes usar el impulso generado de la caída para elevarte, despegar y lograr cosas que previamente no eras capaz.

¿Por qué Iom Kipur es uno de los días más felices del año?

Para muchos, Iom Kipur es un día temible, no sólo por los placeres físicos que se nos niegan, sino porque piensan que es un día para castigarnos, para atormentarnos con culpa, reproches, errores, miedo y pavor.

Esto no podría estar más lejos de la verdad. La Mishná dice que Iom Kipur es uno de los dos días más felices del año. Iom Kipur no es un día para castigarnos, para tirarnos todavía más abajo. Estamos aquí para enfrentar nuestros errores, para pensar sobre los fracasos y los momentos en que caímos, para usarlos para darnos el impulso, la energía y el conocimiento para saber cómo volar. Tu caída se convierte en tu elevación, en tu vuelo.

El fracaso de Steve Jobs

En el discurso de graduación de Steve Jobs en Stanford en el 2005, él volvió a contar la historia de su despido de Apple, la empresa que creó cuando tenía 30 años. Ese fue el golpe más devastador de su vida. Cayó y cayó rápido. Aunque eso hubiera podido destruirlo, Jobs les explicó a los graduados que ser despedido públicamente resultó ser lo mejor que pudo pasarle.

Perder su puesto y su éxito como líder de Apple le permitió abrirse y expresar su creatividad con mayor libertad. Entonces comenzó una compañía llamada NeXT, ayudó a lanzar Pixar, recuperó su rol como director ejecutivo de Apple y el resto es historia. El fracaso le abrió a Steve Jobs la puerta para expresarse con mayor libertad y lo obligó a forjar su camino para salir desde el fondo hacia el gran éxito que tuvo en Apple. Como él explicó a los graduados: "Fue una medicina con un sabor espantoso, pero supongo que el paciente la necesitaba".

J.K. Rowling primero tocó fondo

J.K. Rowling ha vendido más de 500 millones de libros y es una de las mujeres más ricas del mundo, pero en un discurso de graduación describió que necesitó caer antes de poder volar. Ella describió cómo en el momento de su propia graduación su mayor miedo era el fracaso, un temor que se volvió realidad siete años más tarde cuando luchaba siendo una madre soltera, desempleada y pobre.

Ella dijo que el fracaso reveló su verdadero carácter: "Dejé de pretender ante mí misma que era otra cosa fuera de lo que era, y comencé a dirigir toda mi energía a terminar la única tarea que me importaba… Me sentí liberada, porque mi peor temor se había materializado y seguía viva, seguía teniendo una hija a quien adoraba y tenía una vieja máquina de escribir y una gran idea. De esta forma, tocar fondo se convirtió en la base sólida sobre la que reconstruí mi vida".

Tomar vuelo

Hacemos las paces con nosotros mismos cuando no excusamos nuestra caída sino cuando la transformamos en un impulso para elevarnos. El mundo nos llena de miedo, preocupación y ansiedad. Resolvamos cambiar desde el amor y el anhelo, desde la elevación.

Hemos cometido errores, hemos caído a veces por ira o indignación, a veces por orgullo y otras por envidia. Iom Kipur no se trata de castigarnos, quedarnos hundidos, sentirnos tristes, sombríos o culpables.

Considera qué salió mal, por qué salió mal y utiliza ese entendimiento para aprender de ello, ganar impulso, tomar vuelo y asegurarte que no vuelva a suceder. No necesitamos vender tantos libros ni crear una empresa revolucionaria para lograr el éxito en nuestras vidas. Lo único que necesitamos es levantarnos después de haber caído y emprender el vuelo.