Por qué los padres disfrutan al juzgar sin piedad a otros padres

23/07/2023

3 min de lectura

Cómo podemos disminuir nuestra necesidad de juzgar a otros padres.

Es fácil juzgar a otros padres. Sentados en el banco del parque, nuestra mente se llena de pensamientos de desaprobación cuando esa madre “permite” que su hijo haga un berrinche o cuando ese padre “deja” que su hijo bloquee el tobogán. Yo nunca dejaría que mis hijos se comportaran de esa forma, nos decimos.

Me atrapé a mí misma haciendo esto cuando estaba con mi esposo en una heladería a las 11 de la noche y una madre entró con un niño pequeño.

¿Por qué este niño está despierto y le dan helado a estas horas?, pensé.

Cuando comprendí lo que hacía mi mente, me esforcé activamente por suprimir esos pensamientos. Quizás alguien de la familia estaba enfermo y después de un largo día trataban de consolar al niño antes de volver finalmente a casa. Tal vez iban camino al aeropuerto cercano antes de un vuelo nocturno y necesitaban comer algo. Las posibilidades eran infinitas y sólo era necesario un esfuerzo mínimo para redefinir favorablemente la narrativa.

Ser padres es sumamente difícil. ¿Por qué no intentar elevarnos en vez de destruirnos mutuamente?

Recuerdo una vez en que me sentí apoyada, sin ser juzgada, por otra madre. Mientras yo llevaba a su hermano menor en una pesada silla de auto, mi hijo de edad preescolar decidió que ese era el mejor momento para tirarse en el suelo del estacionamiento. Nuestro auto estaba estacionado a una cuadra de distancia y yo estaba a punto de colapsar por el peso de la silla y el estrés ante la protesta de mi otro hijo. Una niñera pasó y me dirigió una mirada de reproche, provocando que me sintiera avergonzada.

Justo en ese momento, pasó una amiga en su auto y me ofreció llevarse a nuestro pequeño activista a nuestro auto para que yo pudiera usar las dos manos para cargar la silla del bebé. Mi amiga no se burló de mi ni tampoco indicó que yo era una inepta por necesitar ayuda. Ella me permitió aferrarme a los últimos vestigios de mi dignidad.

Si apoyarnos los unos a los otros es un regalo tan increíble, ¿Por qué los padres se juzgan mutuamente?

Proyectar incompetencia

En un nivel simple, es difícil aceptar que personas toman decisiones diferentes de educación. Pero la respuesta puede ir un poco más profundo, y tiene relación con el fenómeno psicológico del desplazamiento (presentado por Sigmund y Anna Freud).

Para distraernos de nuestras inseguridades, enfocamos nuestra atención en los demás. A la miseria le gusta estar acompañada. Si puedo encontrar fallas en los estilos y las decisiones educativas de los demás, quizás no necesito juzgarme tan duramente a mí misma.

Tendemos a mirarnos a nosotros mismos con una lupa. ¿Recuerdan cuán avergonzados nos sentíamos de salir de casa en la adolescencia si teníamos una diminuta espinilla? Estábamos convencidos de que eso era lo único que todos iban a ver. Mira ese enorme grano cubriéndole toda la cara. Pobrecito.

De cierta forma, no somos tan diferentes de nuestras versiones adolescentes. Tememos que todos vean cada uno de nuestros errores como padres. Aún más, vemos a nuestros hijos como un reflejo de lo que somos, entonces cuando un niño se comporta mal nos sentimos fracasados.

Es mucho más fácil proyectar nuestra sensación de incompetencia en otros.

Cómo disminuir la necesidad de juzgar

¿Cómo podemos fomentar un ambiente en donde no sintamos la necesidad de juzgar?

En primer lugar, tratemos de darles a otros padres el beneficio de la duda, tal como yo modifiqué mi respuesta a la mujer que le daba helado a su hijo a las 11 de la noche.

También debemos normalizar la paternidad y permitirnos ser vulnerables y descargar nuestras frustraciones paternas. En vez de postear en las redes sociales experiencias perfectas, podemos compartir nuestros desafíos. Considera mostrar una foto de una familia adorablemente disfuncional en vez de esa gloriosa foto que requirió muchos sobornos hasta lograr esa toma.

Acabemos con esta necesidad de una paternidad perfecta y aprendamos a reírnos juntos de nuestros errores. En vez de torturarnos por servirles a los niños otra vez nuggets de pollo, podemos bromear con otros padres sobre los méritos nutricionales de este alimento. Cuando el hijo de otra persona se para sobre la silla en un restaurante y hace una presentación musical no deseada, podemos reemplazar la mirada desagradable con una sonrisa. Sin decir ni una palabra, podemos transmitirle al padre avergonzado que también hemos estado en su lugar y lo entendemos. Con sentido del humor, podemos demostrar que nos validamos los unos a los otros y así romper el ciclo de juicio.

No es una vergüenza cometer errores ni escoger la opción más sencilla. Cuando vemos a nuestros hijos tener conductas cuestionables, en vez de verlo como un mal reflejo de nosotros mismos, podemos discutirlo abiertamente con otros padres.

Ser más abiertos y reírnos de los errores alivianará la carga y disminuirá nuestra necesidad de criticar a otros padres para poder sentirnos mejor.

Entonces pasaremos menos tiempo juzgando y más tiempo ofreciendo nuestro apoyo a los demás.

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