Un cono de helado, el mes de iyar y la luz de la curación

20/04/2023

4 min de lectura

En vez de ser indulgente con mi cuerpo, Dios tenía planes para nutrir mi alma.

Fue un día largo y difícil, la culminación de una semana larga y difícil. Mientras llevaba a la pequeña Naomi a su sesión de terapia de juego en el Kibutz Tzora, mis pensamientos estaban dominados por la imagen de mi esposo Dani recuperándose de una cirugía mayor y sufriendo terribles dolores. La batalla de Dani contra el cáncer de pulmón afectaba a toda mi familia, y como madre y esposa, yo me llevaba la peor parte. Esos días mi segundo nombre era “no te preocupes, me las arreglo bien”, pero ver sufrir a mi marido me deprimía. Era uno de esos días en los que me aplastaba una sensación insoportable.

Tratar de concentrarme en pensamientos positivos no ayudaba cuando la única imagen que aparecía en mi mente era un enorme cono de helado. Qué interesante que algo tan mundano como un helado pueda ser tan atractivo en esos momentos. Dani no había trabajado durante algún tiempo. Económicamente estábamos muy apretados y realmente no podía darme el lujo de derrochar dinero en un helado tan refinado como aquel que insistía en presentarse en mis pensamientos.

Pero la imagen no se borraba, así que tomé una decisión ejecutiva: ese día me compraría un helado porque necesitaba con desesperación algo que me ayudara a sentirme mejor. En mi humilde opinión, mi esfuerzo por mantenerme positiva y animada durante tanto tiempo, a pesar de todas las razones que tenía para dejarme caer, implicaba que merecía una recompensa.

Todavía era temprano, y con Naomi tendríamos suficiente tiempo para comprar los helados y comerlos rápidamente antes de nuestra sesión. Toda mi tristeza desapareció al anticipar el disfrute de la mezcla de sabores más cara y tentadora del mundo.

En la parada del autobús donde la ruta principal giraba hacia el kibutz, había una mujer joven parada bajo el sol, su cabello oscuro volaba con el viento. Hacía mucho calor; estábamos en medio de un sharav (una ola de calor), el viento seco traía aire caliente desde el desierto.

Me detuve y le ofrecí a la joven que subiera al auto, pero le dije que sólo podía llevarla hasta la entrada del kibutz. Cualquier desvío no nos dejaría suficiente tiempo para ir a comprar nuestro helado. Ella me dijo que necesitaba llegar al salón de fiestas del kibutz, pero también la ayudaba llegar a la entrada principal. Completaría a pie el resto del camino.

Estábamos en silencio. Yo seguía fantaseando sobre el helado e ignoraba la culpa que sentía por hacer que la joven caminara bajo ese calor opresivo hasta el salón de fiestas.

Mientras viajábamos, dos voces comenzaron a discutir en mi cabeza. ¿Qué clase de persona era si estaba dispuesta a dejar que alguien caminara bajo ese calor opresivo sólo por un helado? Por otro lado, yo necesitaba con desesperación algo que me ayudara a sentirme mejor. Si la llevaba hasta el salón, perdería esos minutos adicionales y no tendría tiempo para ir a comprar el helado. Después de la cita tenía que regresar rápidamente a casa.

Las voces eran cada vez más fuertes a medida que nos acercábamos a nuestro destino. En la entrada del kibutz respiré profundo y giré en dirección hacia el salón de fiestas. No podía permitir que ella caminara bajo el sol. No fue una decisión fácil ni alegre, sino con un dejo de tristeza. Sí, estaba haciendo lo correcto, pero era difícil ceder mi helado. Me detuve fuera del salón, fingí una sonrisa y me di vuelta para observar a la jovencita salir del auto.

Ella me miró y me dijo: “Muchas gracias por desviarte de tu camino y traerme hasta el salón. Yo soy una kalá (una novia), me caso en un rato y quiero darte una brajá (bendición)”.

Sus palabras me dejaron boquiabierta. Allí estaba yo ahogándome en un mar de negatividad, y esa completa desconocida quería darme una bendición. Yo conocía la tradición respecto a que la novia tiene poder para bendecir a los demás y esperaba con ansias sus palabras.

Su rostro brillaba: “Hoy comienza el mes hebreo de iyar. El significado simbólico del mes de iyar es la curación. Quiero bendecirte a ti y a todos tus seres queridos con salud y bienestar”.

Me recorrió un escalofrío. ¿Cómo pudo ella saber que esa era exactamente la bendición que yo necesitaba escuchar? Una bendición para la curación de mi amado Dani, y también para mí misma.

Estoy segura de que mis lágrimas y mi piel de gallina se debieron a la corriente de aire caliente que entró cuando ella abrió la puerta del auto. A pesar del nudo que tenía en la garganta fue fácil bendecirla con las palabras tradicionales que se usan para bendecir a una novia.

Un poco aturdida giré en la dirección contraria. Era Rosh Jodesh iyar, ¿cómo pude olvidarlo? Mi cabeza se llenó con pensamientos sobre iyar. Cada mes hebreo tiene un atributo singular, y el atributo de iyar es la curación. iyar es una sigla de las palabars hebreas Ani Hashem Rofeja, 'Yo soy Dios, tu sanador'. (Éxodo 15:26). ¡Qué adecuado! También recordé que iyar es conocido como el jodesh zvi, el 'mes del esplendor', resplandor o florecimiento, lo que implica que el mes está repleto de una luz que puede penetrar la oscuridad más espesa.

En vez de ser indulgente con mi cuerpo, Dios planeó nutrir mi alma. Sentí la fuerza de la luz superar la oscuridad en la que estaba inmersa. La Mandy abatida que había llegado al Kibutz ansiando un consuelo material parecía estar a años luz de distancia.

A veces, cuando estamos en un lugar bajo, sólo necesitamos escuchar el mensaje que Dios nos envía. Le agradecí a Hashem por darme la capacidad de ceder a un placer material que tanto deseaba y por abrirme el camino para hacer una mitzvá y de esa forma abrir para mí misma un canal de curación y ayudarme a juntar fuerzas para las pruebas que me esperan.

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