Una sobreviviente del Holocausto que nunca cedió a la esperanza cumple 100 años

07/04/2024

7 min de lectura

Masza Rosenroth sobrevivió a Auschwitz y se convirtió en una exitosa modista de las celebridades.

Masza Rosenroth nació en 1924 en una familia judía ortodoxa de clase media en Polonia. Su hermano mayor, León, y dos hermanas menores, Gutia y Surra, eran muy divertidos, y su familia era muy unida.

"Teníamos un cálido hogar judío. Cada viernes a la noche después de la sinagoga, mi padre, Mordejai, traía a casa a un nuevo huésped para cenar. Siempre lo vi invitar huéspedes a nuestro departamento".

Malka, la madre de Masza, cocinaba para Shabat cada viernes. Hervía fideos y hacía una sopa con el agua sobrante añadiendo papas y grasa de pollo. Preparaba una gran olla de esta sopa e invitaba a comer a todos los pobres.

Masza con su hija, Michelle.

A pesar de la calidez y la generosidad de su familia, Polonia era un país difícil para los judíos porque el antisemitismo prevalecía y se iba incrementando. "En Polonia estaban los más grandes antisemitas. Simplemente los ignorábamos y seguíamos adelante con nuestra vida. Esperábamos que llegara el día en que pudiéramos partir", explicó Masza.

"Pero tuve una infancia muy feliz. Mi padre era un hombre inteligente. Los viernes a la noche leía el periódico, sacudía la cabeza y decía: "Cuando crezcan hijos míos, ustedes partirán de Polonia".

El día en que tuvieron que partir llegó antes de lo anticipado. EL 7 de setiembre de 1939, Masza se despertó por el ensordecedor ruido de los aviones que volaban sobre ellos. La familia de Masza corrió a un refugio subterráneo. Cuando salieron, horas más tarde, descubrieron que los alemanes habíaan ocupado su ciudad.

Su padre les aseguró: "Esto acabará en unas semanas".

A principios de octubre, un amigo alemán de Mordejai le advirtió que los judíos serían perseguidos y asesinados. Él ayudó a León a escapar hacia Rusia, mientras que Masza, de 15 años, corrió por las callejuelas advirtiendo a otras familias judías.

Para el fin de año, todas las familias judías del pueblo fueron obligadas a emprender una marcha de 35 kilómetros hacia el pueblo de Glowno. "Muchos judíos murieron en esa marcha".

En el gueto

En Glowno, la familia de Masza vivió con otra familia en condiciones de hacinamiento e insalubridad. Después de algunos días, se marcharon a Lodz, donde poco después se estableció un gueto judío.

EL gueto de Lodz hizo que el de Glowno pareciera un oasis. Todo el tiempo tenían hambre y miedo. Masza y Gutia fueron asignadas a trabajar, Masza en una fábrica de ropa infantil y Gutia cosiendo uniformes de soldados.

Ambas tenían que robar comida para sobrevivir. Cuando volvían del trabajo a casa, encontraban ollas de comida cocinada enfriándose en los alfeizares de las ventanas cercanas. Ellas levantaban las ollas sin que las vieran y las compartían con sus padres y su hermana pequeña, que no trabajaban. "Había que aprender a robar y a luchar por la supervivencia", afirma Masza.

En definitiva ,esas ollas de comida no fueron suficientes para mantener a la familia y Mordejai terminó muriendo de hambre. Pasaron días hasta que alguien sacó su cuerpo de la habitación. Un año más tarde también su msdre, Malka, sucumbió al hambre. Su cuerpo también permaneció durante días en la habitación hasta que alo sacaron. Masza aún tiene vívidos recuerdos y pesadillas de dormir cerca de los cadáveres de sus padres.

En su vida no había lugar para la emoción.

"Lo pude manejar. Era muy joven. Nunca vi las tumbas… Simplemente eso fue lo que había".

Tras la pérdida de sus padres, su hermana Surra fue deportada por los nazis.

Sin Surra, Guria se enfermó gravemente. "Mi hermana siempre estuvo bajo mi protección. Ella estuvo muy enferma en el gueto de Lodz y yo iba casi todos los días a visitarla en el hospital. Cada día, ella me suplicaba: "¡Por favor! ¡Llévame a casa!". Pero no había una casa adónde pudiera llevarla. Finalmente accedí a que saliera del hospital y la llevé a nuestra "casa". Al día siguiente llegaron camiones alemanes y desalojaron todo el hospital… Mataron a todos".

Masza Rosenroth (Foto de Lynn Abesera Photography)

Las deportaciones fueron espantosas. Masza, de 16 años, estuvo en la plaza del gueto durante las selecciones. Ella vio a los soldados alemanes arrancar a los niños de los brazos de sus madres y arrojarlos a los camiones. También vio a los nazis arrojar bebés desde las ventanas de un tercer piso cuando revisaban el edificio. "Teníamos que verlo, y no podíamos hacer nada para impedirlo".

En 1944, las deportaciones continuaron y se volvieron más regulares. Masza y Gutia comenzaron a esconderse para evitar ser enviadas a los campos. Encontraron un lugar a largo plazo donde se escondieron con otras diez personas en un hueco de tierra debajo del suelo de una cocina. Temblaban de miedo cuando oían sobre sus cabezas los pasos de los soldados que buscaban judíos. Una vez hubo con ellos un bebé a quien no podían calmar. Masza recuerda: "Vi cómo la madre asfixió al bebé con una almohada, fue terrible. Gutia repetía todo el tiempo que quería morir, pero yo le decía: "Si yo vivo, tú también vivirás".

Vivir de esta manera era insoportable. A principios de agosto hubo un anuncio prometiendo que quien se presentara en la estación de trenes sería reasentado de forma más confortable. Desesperadas y muertas de hambre, Masza y Gutia fueron a la estación. Las habían engañado y las empujaron dentro de un vagón de ganado que las llevó a Auscwitz-Birkenau.

Auschwitz 

Auschwitz-Birkenau conmocionó a Masza hasta lo más profundo de su ser, y algunos recuerdos terribles la siguen acosando hasta hoy en día.

"Salí de mi barracón y vi a un joven. Tenía 15 años y era conocido como un famoso pintor. Le habían roto todos los dedos para que nunca volviera a pintar".

En otra ocasión, Masza estaba en su barraca con otras cien mujeres. "A mi lado había una mujer dando a luz sobre el suelo de tierra. Entró una mujer de la SS con un periódico, envolvió al bebé y se lo llevó. La madre murió desangrada. Todas las noches veo esa visión en mis sueños".

Poco tiempo después, llegó un empresario a hacer una selección. Él necesitaba 100 mujeres para fabricar municiones para los alemanes. "Contó 99 mujeres y yo era la número 100. Mi hermana estaba a mi lado y no entró en la selección. Yo hablaba bien alemán y pensé que no tenía nada que perder, así que le dije: 'Por favor, envíe a mi hermana conmigo'. Milagrosamente dijo que sí".

Con sus hijas, yerno y nieto

Las jóvenes fueron enviadas a Bad Kudowa (ahora Kudowa Zdroj, Polonia), cerca de la frontera con Checoslovaquia. Las enviaban a trabajar a un kilómetro y medio de distancia de las barracas a una fábrica subterránea que producía de forma masiva cohetes V2. Masza trabajaba en una máquina que tenía muchos botones. "Que Dios no permitiera que fallara un botón. me habrían cortado los dedos".

En abril ya no había mas municiones que fabricar, así que las jóvenes fueron obligadas a trasladar rocas de 45 kilos de un lugar a otro. Estaban demacradas y muertas de hambre. A pesar de todo, Masza siempre decía: "Un día todo será mejor".

Masza se enfocaba en la esperanza, manteniéndose positiva a pesar de su espantoso entorno. Ella y su hermana se hicieron muy amigas de otras diez jovencitas. Masza cree que todas ellas sobrevivieron porque se aferraron a la esperanza. Pasaron mucho tiempo hablando sobre sus sueños para cuando terminara la guerra. Las 12 jovencitas siguieron siendo amigas para toda la vida.

La liberación

Una mañana se despertaron y todos los guardias habían desaparecido. Los partisanos checoslovacos entraron al campo y gritaron: "¡Son libres!". Masza se sintió abatida al comprender que no tenían a dónde ir. Las jóvenes encontraron una casa vacía, pero al cabo de unos días Masza y Gutia marcharon hacia Lodz para tratar de encontrar a su familia.

Se enteraron que Surra había muerto en un camión de gas en Chelmno. Pero su hermano, León, estaba vivo. Masza le envió cartas con la ayuda de la Cruz Roja, pero todo fue en vano.

Entocnes, en la víspera del año nuevo en 1945, Masza fue a bailar con un grupo de amigos en Regensburg. Allí, de repente descubrió a León, quien no la reconoció a ella ni a Gutia. "Cuando él partió, éramos dos niñas. Fue maravilloso finalmente reunirnos".

Poco después conoció a Jacob Rosenroth, un sobreviviente de Auschwitz de Kalisz, Polonia. En diciembre de 1946 se casaron y se asentaron en Frankfurt.

"Tuvimos que esperar para poder emigrar. El presidente Truman abrió la puerta y dijo que quien quisiera podía ir a Norteamérica. Yo nos registré, pero llevó como cuatro años".

Mientras tanto, Masza estaba interesada en la moda y el diseño de ropa. Tomó clases de costura en Alemania y visitó París para ver los desfiles de moda y aprender más.

Masza y Jacob llegaron a los Estados Unidos el 1 de enero de 1949. En un primer momento se instalaron en Buffalo, Nueva York, donde Masza se convirtió en modista y Jacob encontró trabajo en una fábrica de acero. Allí tuvieron dos hijas: Sharon y Michele.

Beverly Hills

Eventualmente se trasladaron a Beverly Hills, donde Jacob abrió una tienda de licores y Masza continuó con la costura. Su reputación de excelente modista se difundió rápidamente y pronto tuvo una clientela masiva, con algunos de los nombres de la elite de la industria del entretenimiento.

Masza creó un próspero negocio junto a su marido. Se aseguraron de que sus dos hijas tuvieran una sólida educación judía y maravillosos recuerdos de las tradiciones y las festividades.

Trabajaban durante muchas horas, lo que los ayudaba a mantener la mente alejada de las atrocidades. "Cuando era joven, trabajaba 20 horas al día. Trabajaba, trabajaba y trabajaba, así que nunca hablaba mucho, Sólo hablaba de mi trabajo y de construir una familia".

Masza cree que mantenerse lógica y positiva son sus mejores herramientas de resiliencia. Al igual que sus padres, ella continuó adelante con su legado y encontró formas de darle a la comunidad.

Jugando con sus bisnietos.

Siempre fue activa en el Club 1939 y en la Universidad Chapman, educando sobre el Holocausto. Arreglaba para que los estudiantes conocieran sobrevivientes y se conectaran con ellos.

"Siempre pensé que sobreviviría y haría un mundo mejor para mi familia y para mi pueblo".

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