¿Acaso el Séder de Pésaj debería ser diferente este año?

Muy pronto nos reuniremos para el Séder de Pésaj, este año lamentablemente con el telón de fondo de la guerra en Israel, la desgarradora realidad de los rehenes que siguen cautivos, los ataques sin precedentes de Irán y el aumento del antisemitismo en todo el mundo. Es por eso que mucha gente me ha preguntado: ¿Cómo podemos modificar el Séder para reflejar estas terribles circunstancias?

Mi respuesta: no hace falta cambiar nada, ya que la Hagadá de Pésaj, escrita hace tantos años, habla directamente de nuestra realidad actual y es tan relevante hoy como siempre. Su texto y sus rituales sagrados, transmitidos de generación en generación, transmiten un importante mensaje de esperanza y resiliencia.

El Séder es más que un relato del éxodo de Egipto; es un profundo diálogo entre el pasado y el presente, una guía para navegar por la oscuridad hacia la luz. En su estructura, meticulosamente ordenada para facilitar el recuerdo y la reflexión, se encuentra la esencia de nuestro espíritu perdurable.

Este año, al recitar las antiguas palabras: "En cada generación se levantan en nuestra contra para destruirnos, pero el Santo, bendito sea, nos salva de sus manos", recordamos el ciclo natural de nuestras luchas. Sin embargo, precisamente ese reconocimiento es lo que fortalece nuestra determinación y profundiza nuestra fe.

Pésaj es un testimonio de la creencia de que incluso en medio de la desesperación, hay un plan, una razón para tener esperanza.

La historia de Pésaj es un testimonio de la creencia de que incluso en medio de la desesperación, hay un plan, una razón para tener esperanza. Esto nos enseña que la liberación del sufrimiento no sólo es una posibilidad sino una promesa. Cuando decimos: "El próximo año en Jerusalem", no nos limitamos a imaginar un lugar físico, sino que anhelamos una Jerusalem reconstruida, un símbolo de paz y de redención divina. Esta aspiración encapsula el anhelo colectivo de un mundo transformado, en el que las penas de hoy dan paso a las alegrías de un mañana más luminoso.

Nuestros Sabios enseñan que al relatar la historia del éxodo se debe comenzar con los desafíos y concluir con una nota de triunfo. Esta directiva te permite abarcar toda la complejidad de la narración. Es una llamada a reconocer que en el centro mismo de tus tribulaciones se encuentra la semilla de tu salvación.

Esta perspectiva se refleja en la enseñanza de Rabán Gamliel, que explica que las partes principales del Séder son Pésaj (la ofrenda pascal), matzá y maror (hierbas amargas). Pésaj nos recuerda la ofrenda que se efectuó cuando estábamos a punto de nacer como pueblo, cuando todavía estábamos en Egipto. La matzá nos recuerda que salimos con tanta prisa que no tuvimos tiempo de que la masa fermentara adecuadamente. La hierba amarga nos recuerda la amargura de la esclavitud.

¿No está desordenada esta lista? Dado que primero experimentamos la amargura, ¿no debería mencionarse eso primero?

Esta secuencia es deliberada. La palabra hebrea para "dolor" (tzar) tiene la misma raíz que la palabra "estrecho" (también tzar), porque cuando sientes dolor, te sientes atascado, constreñido. No puedes procesar el dolor mientras estás inmerso en él. No puedes ver la etiqueta cuando estás dentro del frasco. Sólo una vez que has logrado la seguridad y la libertad puedes comprender cómo los retos a los que te has enfrentado te han convertido en lo que eres.

Mientras estudiaba y enseñaba en Aish, en la Ciudad Vieja de Jerusalem, había una mujer que estaba trabajando en un cuadro enorme. Durante semanas, todas las mañanas colocaba un lienzo enorme junto a la escalinata que da al Muro de los Lamentos. Pintaba todo el día. De pronto subía las escaleras para observar el cuadro y volvía a bajar, una y otra vez. Mientras pintaba, no podía ver lo que hacía. Sólo veía colores borrosos. Necesitaba subir las escaleras para ganar perspectiva.

Por desgracia, en la vida a veces no hay suficientes escalones para volver atrás y ver el cuadro completo.

Al igual que la pintora de la Ciudad Vieja de Jerusalem, tú también estás invitado a mirar más allá de tu dolor inmediato. Al estar atrapado en los estrechos límites del sufrimiento, puede parecer imposible imaginar un futuro mejor. Sin embargo, Pésaj te implora que levantes la mirada, que recuerdes que formas parte de una historia mayor, que se está desarrollando. Sólo que todavía no tienes suficientes escalones para caminar hacia atrás para poder ver el cuadro completo.

La Hagadá aborda el dolor actual del pueblo judío con la conciencia de que mientras seguimos inmersos en él no podemos entender el sentido pleno de nuestro dolor. Ahora es el momento de sentir el dolor y la amargura, y de aferrarnos a la esperanza y la convicción de que las cosas mejorarán. Dios tiene un plan.

Este Séder es un ejercicio vital de esperanza. La historia del pueblo judío, plagada de persecuciones y dificultades, también rebosa de resiliencia y renovación.

Que puedas encontrar fuerza sabiendo que en las profundidades de nuestro dolor colectivo, puedes encontrar (y lo harás) un sentido renovado de propósito y un compromiso más profundo con los valores que han sostenido al pueblo judío a través de los tiempos. El próximo año en Jerusalem.