Ayudar a los refugiados ucranianos

12/09/2022

5 min de lectura

Nuestro Pueblo en Ucrania, Ovruch, estaba siendo bombardeado por los rusos. Yo tenía que hacer algo para ayudar.

Mi madre me llamó por teléfono. Con profunda tristeza me dijo que nuestro Pueblo en Ucrania, Ovruch, estaba siendo bombardeado por los rusos. Katya, la nuera de nuestra vecina, había logrado escapar a Polonia con sus dos hijas mientras su esposo se quedaba a luchar en Ucrania.

"¿Puedes ayudarlas?", me preguntó.

Comencé a llamar y a escribir frenéticamente a las embajadas de Polonia y de los Estados Unidos pidiendo que me guiaran y que me ayudaran a rescatar a una madre con sus dos hijas. Estaba decidida a ayudar, y no me detendría hasta que lo lograra.

Katya con su esposo y sus dos hijas.

Me dijeron que, en medio de la guerra, lo mejor sería conectarme con las agencias de inmigración locales.

Tras haber inmigrado de Ucrania con mi familia hace 26 años, cuando era una niña, nunca imaginé, tal vez ingenuamente, que tales atrocidades podían ocurrir. Había experimentado el antisemitismo, que a veces llegaba a herir físicamente. De niña me decían zhidova, 'judía', y todos los días me gritaban que me fuera a vivir a Israel.

Los niños y los maestros se burlaban de mí y mi experiencia escolar fue una tortura. Como resultado del abuso verbal y físico que soporté, desarrollé un tartamudeo, y mis padres tuvieron que sacarme de la escuela por mi propia seguridad. Ellos trataron de intervenir y hablar con los directivos de la escuela, pero eso sólo hizo que todo fuera peor. Ahora mis compañeros me designaron como una "chismosa" y el abuso físico continuó.

Recuerdo cómo lloraba desconsoladamente, preguntándome a mí misma qué había hecho para merecer que me trataran de esa manera. ¿Qué era lo que me hacía tan diferente a los otros niños?

La respuesta era que yo era judía.

La sombra del Holocausto

Nací en un pequeño pueblo, Ovruch, que antes de la Segunda Guerra Mundial era un shtetl. El pueblo contaba con una numerosa población judía, hasta que los nazis la destrozaron. La mayoría de mis parientes fueron asesinados. Sólo un puñado de judíos lograron salvarse escondiéndose en el bosque, donde los partisanos valientes los ayudaron.

La autora y su familia

Después de la Segunda Guerra Mundial, el antisemitismo continuó creciendo. Los judíos eran vistos como una amenaza para el bienestar económico de los cristianos. Entre la población judía que quedó en mi pueblo, el judaísmo tuvo que ser mantenido como un secreto para evitar altercados y ataques físicos. Mi abuelo Aharón horneaba matzá para Pésaj en un sótano oculto, para evitar la persecución de los vecinos cristianos. Shabat era observado de forma oculta, así como el resto de las sagradas festividades judías.

La tierra de la libertad

Norteamérica nos ofreció a mí y a mi familia un refugio. Podemos caminar libremente por las calles sin tener miedo de ser atacados verbal o físicamente sólo por ser judíos. Puedo encender las velas de Shabat y celebrar las festividades sin ningún temor. Puedo usar mi Maguen David con orgullo, y mostrarle al mundo que soy judía y me siento orgullosa de serlo. No tengo que temer por la seguridad de mi familia, porque sé que estoy protegida.

Trabajo como asistente legal/paralegal en un bufete de abogados de la ciudad de Nueva York, en el grupo de relaciones gubernamentales. Cuando comencé a trabajar con los refugiados, judíos y no judíos, estaba decidida a brindarles a esas familias un refugio, tal como el que me ofrecieron a mí y a mi familia. Logré perdonar y dejar de lado mi dolor por todo el antisemitismo que soporté en Ucrania. Pensé que lo había superado y sinceramente quería ayudar a cada madre y a cada niño que pudiera.

Me puse en contacto con una organización que ayudaba a madres y niños a encontrar albergue en Europa. Amanda, quien vive en Holanda, me presentó a su circulo de amigos generosos que estaban ayudando a encontrar casas para los refugiados ucranianos. A través de WhatsApp, le conté mi historia y cómo estaba buscando ayuda para una madre y sus dos hijas. Ella me ayudó a encontrarles un hogar seguro con todas las amenidades y sin costo. Pude ayudara Katia y a sus dos hijas a entrar a Austria donde ella y sus hijas estaban a salvo de la agresión rusa

Ayudar a los refugiados

Con la ayuda de Amanda y sus amigos, junto a cientos de europeos que generosamente abrieron sus corazones y sus hogares a los refugiados ucranianos, logré transportar a más de 20 familias, la gran mayoría madres y niños, a puertos seguros en Europa. El transporte de cada familia enfrentó muchos obstáculos, lo que requería una sincronización meticulosa porque las ciudades eran bombardeadas constantemente. Experimenté noches de insomnio y demasiados chats de WhatsApp con las familias y sus anfitriones, asegurándome que todos llegaran sanos y salvos.

No puedo describir la maravillosa sensación al recibir fotos y mensajes de gratitud de las madres que lloraban y me agradecían por salvarlas a ellas y a sus hijos. Amanda es un ángel de la guarda que llegó a mi vida por un golpe de suerte. Su bondad, su amor incondicional y su generosidad han ayudado a muchas familias necesitadas. Y la enorme bondad de las familias anfitrionas que abrieron sus hogares en Alemania, Holanda, Francia y la República Checa, me dan esperanzas respecto a la humanidad.

Estas familias ahora están a salvo, sus hijos van a escuelas sin ningún costo adicional, y reciben ayuda económica de las ciudades donde residen.

El dolor y el sufrimiento que soportan los ucranianos es terrible. Cada persona merece vivir en paz.

Ya pasaron siete meses y mi trabajo con los refugiados se ha extendido a ayudar a los refugiados que llegaron de Ucrania a Nueva York. Con un grupo de mujeres, estuvimos ayudándolos a conseguir casa, ropa y alimentos. La mayoría son madres solas con sus niños, porque a sus esposos no les permiten abandonar el país y son conscriptos para luchar en la guerra.

Como una mujer judía, creo que mi deber es ayudar a las personas necesitadas y, con ayuda de Dios, me comprometo a seguir haciendo lo que esté a mi alcance todo el tiempo que sea capaz de hacerlo.

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