El antisemitismo obligó a mi familia a huir de Colombia

26/12/2023

6 min de lectura

Durante generaciones mi familia vivió en Cali, Colombia. Hasta que el presidente de Colombia atacó verbalmente a mi padre por ser judío.

Crecí escuchando las historias de mi familia: cómo mi bisabuelo Jaime cruzó el Atlántico, por error se bajó en el puerto de Barranquilla y llegó al Valle del Cauca en un pequeño bote por el río Magdalena.

Así fue como mi abuelito, Chicole Ghitis, nació en Cali, al igual que mi padre David y luego yo. Solía pensar en todo lo que mis ancestros hicieron para escapar de los pogromos en Rusia y de los nazis en Rumania, para que yo pudiera sentarme tranquilamente a beber café en el balcón de mi abuelita y sentir la brisa que llega a Cali desde el Pacífico a las cinco de la tarde. Estaba segura de que para mí y mi familia, Cali era la Tierra Prometida, aunque la vida y la búsqueda de una carrera escribiendo guiones me llevaran después a Los Ángeles, California, por lo menos dos veces al año regresaba para estar con mi familia y sentir esa brisa del Pacífico.

Mi bisabuelo a caballo en Colombia

El presidente de Colombia dijo que mi padre era un nazi y un criminal israelí, obligando a que él y mi madre escaparan de Colombia.

Pero hay momentos que te conectan con la historia. Tu nombre se enlaza con las fechas y los eventos, y te conviertes en un judío más en una larga historia de discriminación y desplazamiento. En marzo del 2022, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, dijo que mi padre era un nazi y un criminal israelí, y luego publicó en Twitter la historia laboral de mi padre con Israel. Su comentario hizo que en definitiva mi padre y mi madre tuvieran que huir de Colombia.

Mi padre es un activista que ganó popularidad en Twitter en el 2012, cuando Gustavo Petro sólo era el alcalde de Bogotá. Mi padre luchó para destituir a Petro del cargo de alcalde, y eso lo enfureció. Previamente, Petro había pertenecido a un grupo terrorista denominado M-19. Muchos pensaban que alguien que había tomado las armas contra Colombia no debía gobernar la capital, especialmente alguien que había sido acusado de matar a quienes no estaban de acuerdo con sus puntos de vista. Mi padre también acusó abiertamente a Petro de corrupción por la forma en que él aceleró los contratos de la ciudad.

En ese momento yo tenía 19 años y sentí que el horror corría por mis venas al escuchar como mi apellido, que hasta entonces era extraño para los no judíos, era de repente pronunciado públicamente en los medios. La mayoría de las personas creyeron que el desdén de Petro era personal, no antisemita. En ese momento, yo tampoco lo asumí como algo antisemita.

En el 2022, durante una polémica campaña presidencial, Gustavo Petro atacó y difamó a mi padre porque él publicó una columna de opinión criticando a Petro por querer utilizar fondos de pensiones para gastos del gobierno. Petro tenía que decir algo grande para desviar la atención de él, y el truco perfecto fue desviar la atención hacia el judaísmo de mi padre.

Como las declaraciones de Petro tuvieron lugar un año después de que el presidente Vladimir Putin dijera que el presidente judío Volodymyr Zelensky era un nazi, como su justificativo para invadir Ucrania, los medios de comunicación le prestaron atención y el nombre de mi familia estuvo una vez más en las noticias. Putin ignoró miles de años de historia para atacar a Zelensky y justificar su guerra, y Petro, quien una y otra vez se negó a condenar la guerra de Rusia en Ucrania, siguió sus huellas para atacar a una persona que pertenecía a una minoría étnica. (La población de Colombia es de alrededor de 51 millones de habitantes. Los judíos en Colombia son menos de 14.700).

El ataque también abrió viejas heridas para los colombianos. El pueblo colombiano trabajó incansablemente para superar su pasado violento, y este fue un duro recordatorio de que no llegamos muy lejos. Abundan las historias de activistas secuestrados o asesinados y, como nación, temíamos volver a acercarnos una vez más a tiempos oscuros.

Jessica Ghitis

Mi padre empezó a recibir amenazas de secuestro llenas de antisemitismo. Desde el poco original "maldito judío" hasta "criminal israelí", alimentados por la retórica de Petro y la publicación de la historia laboral de mi padre, donde el mundo podía ver que había trabajado casi exclusivamente con empresas israelíes, haciéndolo parecer menos colombiano y más "ajeno", las amenzas llovían.

Mi padre y mi madre tuvieron que huir con nuestros cuatro perros antes de que las amenazas se convirtieran en actos. Muchos otros judíos les han seguido desde entonces, temiendo que las semillas venenosas sembradas por Petro sigan creciendo.

No es la primera vez que Colombia es testigo de un éxodo judío. En los años 90, mi familia y muchas otras decidieron dejar Colombia por miedo a las FARC, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Este grupo es responsable de bombardeos, asesinatos, tráfico de drogas y secuestros, todo para recaudar fondos para lo que ellos llaman la "revolución". Cuando yo tenía cuatro años, las FARC amenazaron nuestra escuela. Recuerdo que los soldados armados nos escoltaron hacia los autobuses que nos llevaron de vuelta a casa. Mis padres me dijeron que esa fue la gota que derramó el vaso. Tenía cinco años la primera vez que partimos de Colombia y nos fuimos a vivir a Israel. Diez años y dos presidentes más tarde, mis padres finalmente sintieron que era suficientemente seguro regresar.

No hablamos sobre el antisemitismo colombiano, pero la aficionada a la historia que hay en mí se rebela contra este "pajazo mental", una expresión colombiana que se refiere a las especulaciones teóricas con que nos mentimos a nosotros mismos.

Como era de esperar, muchos funcionarios del gobierno estuvieron en contra de la inmigración a Colombia de "la raza hebrea" durante la Segunda Guerra Mundial y le pidieron al ministerio de relaciones exteriores que lo impidiera. En los años siguientes, publicaron propagandas antijudías en las calles y frente a las tiendas de propiedad judía, mientras los líderes de derecha apoyaban el fascismo de Hitler. Lo veían como una forma de resistencia. En 1944, después de que Alfonso Pardo Ruiz atacara a Jacobo Fisboim, un judío colombiano de 44 años, los negocios fueron vandalizados y los judíos golpeados en las calles. Mis antepasados ocultaron estos incidentes bajo la alfombra, tal vez para poder seguir sintiendo que Colombia recibía a los judíos con los brazos abiertos.

Cuando Gustavo Petro atacó a mi padre, pensé en mis ancestros. Aquellos que trajeron el primer Séfer Torá a Colombia, quienes ayudaron a fundar mi sinagoga, proclamando que debían construirla de hierro para que nunca pudieran demolerla. La sinagoga donde mi abuelo fue el rabino durante muchos años. Pensé en mis abuelos y en mis tías abuelas, maltratadas por las monjas en las escuelas católicas hasta que la comunidad judía construyó su propia escuela.

Mi padre fue señalado por una sola razón: por ser judío.

También pensé en mis descendientes, aquellos que nunca pisarán mi sinagoga ni mi escuela, aquellos que nunca sentirán la brisa de Cali, y aquellos que serán la primera generación que nazca en otro país.

Mi padre no lideraba las acusaciones contra Petro. Él no es un político. Muchas otras personas creen y dicen lo mismo que dijo mi padre, y ellos tienen mucho más poder e importancia política de lo que alguna vez tuvo mi padre.

Mi padre fue señalado por una sola razón: por ser judío.

Los judíos son el "canario en la mina de carbón", advirtiéndole al mundo lo que vendrá. Desde el 7 de octubre, el presidente de Colombia vomitó aún más antisemitismo que cualquier otro líder mundial. Amenazó con romper las relaciones diplomáticas con Israel, guardó silencio cuando la embajada de Israel fue amenazada y vandalizada, y comparó a los judíos con los nazis.

Estas señales no pueden ignorarse, y esto no sólo ocurre en Colombia.

Soy una fuerte feminista liberal. He marchado en los Estados Unidos por los derechos de la comunidad negra, por los derechos reproductivos y por los derechos de los inmigrantes. Mis amigos comparten mis ideales, pero cuando se trata de mi identidad judía y lo que ocurrió a mi familia debido al antisemitismo, ellos no lo toman en serio. Nadie va a salir a marchar por los judíos, excepto los judíos.

Tres generaciones de mi familia nacieron en Colombia. Tres generaciones de mi familia amaron a Colombia, pero la historia nos obliga a prestar atención a las señales. El daño es irreparable. No hay un futuro judío en Colombia. Los judíos han sido deshumanizados y esto abre el camino al odio y la violencia en su contra.

Me niego a ocultar nuestro dolor bajo la alfombra. La violencia comienza con palabras, como las palabras del presidente Gustavo Petro. Y cuando necesitamos apoyo, no lo hubo; fuimos abandonados.

Hoy, los judíos de todo el mundo necesitamos apoyo, y cada ciudadano del mundo necesita preguntarse a sí mismo: ¿Voy a unirme a las fuerzas de la oscuridad o a las fuerzas de la luz?

Haz clic aquí para comentar sobre este artículo
guest
2 Comments
Más reciente
Más antiguo Más votado
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
Jose Simonson
Jose Simonson
23 días hace

Excelente historia, gracias por compartir, parecida a la de muchos países de américa latina incluyendo Centroamérica, especialmente mi país Nicaragua, donde se vive hoy en día un ambiente hostil hacia muchas comunidades religiosas, incluyendo las comunidades judías establecidas en el pais...!!!

Nono
Nono
1 mes hace

Hola! Habemos personas que por el solo hecho de tener apariencia y un pequeño porcentaje de ADN Judío y que si se atreven a manifestar su opinión política con la libertad que les asiste la ley, también sufren de los rigores de los ataques y deshumanización por parte de sujetos adoctrinados por la derecha fachonaci Latinoaméricana, con el mismo horror y mucho peores de lo que describe el autor de la denuncia, doy fe de lo que digo es cierto.

EXPLORA
ESTUDIA
MÁS
Explora
Estudia
Más
Contacto
Lenguajes
Menu
Donar
Únete a nuestro newsletter
Redes sociales
.