El argumento cosmológico para la existencia de Dios

19/06/2023

5 min de lectura

Desde la antigüedad hasta el presente, hubo muchos filósofos grandiosos que formularon argumentos "cosmológicos" para explicar la existencia de Dios. ¿Siguen siendo convincentes?

Hace unos meses tuve el placer de ver "In Our Own Time", un documental sorprendentemente interesante sobre los Bee Gees. Hacia el final del mismo, Barry Gibb musitó que, incluso hace un par de años, era imposible encontrar a alguien que pusiera un tema de los Bee Gees, pero que ahora estaban lentamente volviendo a ser aceptados por el público.

De alguna forma, los argumentos filosóficos se parecen a la música pop, pasan a “estar de moda”, dentro y fuera de lo apreciado por el público, y lo que en una época era “poco popular”, puede ser redescubierto y volver a la cultura popular.

Lo que se conoce como el "Argumento Cosmológico" (la Primera Causa) es un ejemplo de esto. Lejos de ser anticuado, obsoleto o refutado, continúa siendo lógico y convincente para quienes están dispuestos a entenderlo.

El argumento ha tenido una historia diversa y multicultural, y fue expuesto por muchos, incluyendo Aristóteles (pagano), Al-Gazali (musulmán), quien también influyó a Aquinas (cristiano), y Maimónides (judío). El planteamiento de Al-Gazali es el siguiente:

  1. Todo lo que comienza a existir tiene una fuente que le da origen
  2. El universo tuvo un comienzo
  3. En consecuencia, el universo obligadamente tuvo una fuente que le dio origen

Aquinas modificó el argumento para afirmar que la existencia del universo no era obligada y que, por ello, es completamente contingente (algo que no es necesario o intrínseco). Entonces, a diferencia de Al-Gazali, Aquinas opinaba que, incluso si el universo hubiera existido siempre, aún le debería su existencia a una causa que no tuvo un causante, que entendió que era Dios.

Ahora podrías sugerir que, quizás, hubo una serie infinita de causantes contingentes (y, por lo tanto, eludir la necesidad de una "Primera Causa" o una "Causa sin causante"). El filósofo teólogo Edward Feser hizo un gran trabajo explicando esta faceta del argumento (así como el argumento en su totalidad) en su libro La última superstición.

Valiéndose de una analogía, hace que el lector imagine una mano que sostiene una vara, que a su vez empuja una piedra. ¿Sería preciso sugerir que la vara está empujando la piedra? No, porque quien hace la fuerza es la mano. Pero, ¿qué es lo que permite que la mano empuje? El brazo, que a su vez depende de los músculos, que a su vez dependen de las células, que a su vez dependen de la estructura molecular, que a su vez depende de la estructura atómica, que a su vez depende de las fuerzas primarias de la gravedad, del electromagnetismo y de las fuerzas nucleares débiles y fuertes que dependen de… ¿de qué?

Vemos que, incluso si tuviéramos una serie infinita de causantes contingentes como esos, igual necesitaríamos una causa sin causante que de origen a todo el proceso. Sin ella, nada podría desarrollarse, ya que nada habría comenzado el proceso.

Por ejemplo, digamos que hay una cantidad infinita de espejos que reflejan, en serie, la imagen de un oso. ¿Sería posible decir que la imagen del oso se repite infinitamente sin que haya un oso que comience los reflejos? Por supuesto que no. Incluso si la cantidad de espejos fuera infinita, aún necesitaríamos un oso real (un causante) que inicie la serie reflectante.

Digamos que estuvieras manejando por un camino bucólico a las afueras de la ciudad, y te vieras forzado a esperar (con paciencia) que cruzara un tren. Lo único que verías es una serie de vagones de carga que da la sensación de extenderse por kilómetros. Después de una incómoda y larga espera, ¡adviertes que es una serie infinita de vagones de carga! ¿Sería lógico concluir que no hay nada tirando de ellos, que no hay una locomotora?

Claramente, sería absurdo, ya que sabes muy bien que los vagones de carga no tienen poder de locomoción o, lo que es lo mismo, que dependen de una fuerza exterior para moverse. Y, como tal, puedes (y debes) concluir que, incluso si la cantidad de vagones (o de cualquier otra cosa, incluyendo cualquier serie de contingencias) fuera infinita, debe haber una fuerza no contingente que da origen y continuidad al movimiento, una fuerza que no fue y no pudo ser influenciada por ninguna otra. Esa fuerza es Dios.

Muchas personas se verían tentadas a sugerir que, incluso si esa fuerza existiera, llamarle "Dios" sería caer en credulidad. Sin embargo, como explica el profesor Feser, la lógica misma demostraría que la fuerza en cuestión tendría todas las características de lo que la cultura occidental define como el Creador.

Por ejemplo, mientras deba existir una fuerza primordial no contingente, su no contingencia indica que (como dice el monoteísmo) debe ser única, porque si hubiera más de un impulsor, ambos estarían limitados y, por ello, serían contingentes, derivando su poder de una fuerza anterior. Esta fuerza también debería ser inmaterial, porque los objetos materiales pueden alterarse y, por ende, son contingentes. Además, no es posible que este ser haya tenido un comienzo o que vaya a tener un final, sino que simplemente debe existir siempre. Finalmente, como la fuerza de todo cambio, este impulsor principal sería el causante fundamental de las cualidades y los atributos que tienen las cosas. Y dado que esto incluiría todos los poderes, podemos concluir que este ser es todopoderoso y omnisciente.

Muchos prejuicios comunes impiden que pensadores (incluso muy inteligentes) le den a este argumento la importancia debida. Aquí hay algunos ejemplos y sus explicaciones:

  1. A diferencia de lo que muchos piensan, el argumento no se apoya en la premisa de que "todo tiene un causante", que dejaría abierta la pregunta de qué dio origen a Dios. En cambio, el argumento es que todo lo que comienza a existir (es contingente) tiene un causante. Por lo tanto, preguntar: "¿qué dio origen a Dios?" es lo mismo que preguntar: "¿Qué dio origen a lo que no puede, en principio, tener un origen?".
  2. Hay quienes objetan que el argumento no prueba que alguna estructura de creencia religiosa sea cierta. Si bien eso es correcto, también es irrelevante. A pesar de que el profesor Feser y yo disentimos en un 80% de nuestro camino teológico, transitamos juntos la mayoría del camino, al igual que todos los monoteístas.
  3. Muchas personas dirán que "la ciencia demostró tal y tal cosa", por lo que el argumento es falso. La realidad es que la mayoría de las versiones del argumento no dependen de ninguna afirmación científica de ningún tipo.
  4. No es un argumento de un "Dios de los vacíos". No tiene el objetivo de tapar un hueco en nuestro conocimiento científico ni se lo considera una "mejor explicación" para la evidencia.

Cuando se lo entiende apropiadamente, este argumento es simple, directo y difícil de refutar. ¿Por qué, entonces, a pesar de su línea de razonamiento tan clara y convincente, parece tener tan pocos adeptos? Quizás esta (estimulantemente honesta) cita de Thomas Nagel, filósofo de la NYU, ofrezca una respuesta:

"Hablo en base a experiencia, temiendo grandemente al tema yo mismo: quiero que el ateísmo sea cierto y me resulta difícil que algunas de las personas más inteligentes y mejor informadas que conozco sean creyentes religiosas. No es sólo que no crea en Dios y, naturalmente, espere estar acertado en mi creencia. ¡Quiero que Dios no exista! No quiero que haya un Dios, no quiero que el universo sea así".

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