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Rav Jonathan Sacks era un maestro empleando las investigaciones de la psicología moderna para aclarar conceptos de la Torá. Sus escrituras a menudo parecen textos introductorios a la psicología, no sólo citando a nombres clásicos como Freud y Frank, sino también refiriéndose a psicólogos innovadores de la psicología del desarrollo, del comportamiento, social, cognitiva y positiva. Él escribió sobre la psicología de la felicidad, la gratitud, la inteligencia emocional, el estado mental, el altruismo, la maldad, el conformismo, la vergüenza y el duelo, entre otros temas. Su afinidad con las ideas de la Terapia Cognitiva Conductual y con uno de sus fundadores, Aaron Beck, es aparente en muchas de sus obras. Quizás una de sus ideas favoritas emerge de un neurocientífico, Antonio Damasio, cuya obra ayudó a cambiar la forma en que vemos la relación entre el intelecto y las emociones, y también sirve como un paradigma para ayudarnos a entender mejor una parte importante del legado de Rav Sacks.
Basado en diversas tradiciones filosóficas, hay una concepción común respecto a que lo racional es un proceso completamente divorciado de la experiencia emocional. Damasio sostiene que esta dicotomía entre el pensamiento y el sentimiento es falsa. Al estudiar pacientes que sufrieron lesiones en su corteza prefrontal ventromedial, Damasio notó que los pacientes eran capaces de razonar perfectamente, pero eran incapaces de sentir emociones. Sin embargo, a pesar de que eran capaces de analizar racionalmente las opciones, eran incapaces de llegar a decisiones definitivas. Damasio describió su investigación neurocientífica en su libro "El error de Descartes", donde sostiene que nuestros cerebros toman decisiones integrando componentes emocionales y racionales. Nuestro pensamiento requiere sentimientos.
Rav Sacks utilizó la investigación de Damasio como punto de partida para resaltar la conexión e integración que hay en el judaísmo entre intelecto y emoción, explicando la importancia de las leyes no racionales, los jukim (Jukat 5777), la conexión entre las dos cabras sacrificadas en Iom Kipur, lo cual también explica las personalidades de Iaakov y Esav (Ajarei Mot 5779). Y, quizás lo más importante, para resaltar la importancia de cultivar el dominio afectivo, principalmente a través de la música y las canciones, para guiarnos en nuestras decisiones religiosas (Vaiélej 5775).
Si bien, hasta donde yo sé, él no estableció la siguiente conexión en sus escritos, yo agregaría que también podemos identificar esta idea en la reacción de Abraham ante la muerte de Sará, en la porción de esta semana.
Al oír de su muerte, "Abraham vino para honrar a Sará y llorarla" (Bereshit 23:2). Presten atención que hay dos componentes en su respuesta: el hespéd (el discurso en honor a Sará) y el beji (llanto). Rav Iosef B. Soloveitchik, a quien Rav Sacks identifica como el paradigma del pensador judío que se enfocó tanto en lo racional como en lo emocional (Haazinu 5779), distingue entre el llanto que es una respuesta emocional de "un duelo espontáneo, abrumador e incontrolable", y el hespéd, las palabras en honor del difunto, que tiene sus "raíces en el juicio lógico" y sirve como una claro análisis del terrible evento y sus consecuencias" ("Out of the Whirlwind", pág. 31).
La pregunta que se formulan muchos comentaristas es que el orden está invertido. La expectativa psicológica, así como la indicación a partir de otros versículos (Ver Bereshit 50:3-4) y el Talmud (Moed Katan 27b), es que el llanto precede al discurso en homenaje. ¿Acaso la respuesta emocional no ocupa el primer lugar y luego sigue la respuesta racional? ¿Por qué Abraham primero honra a Sará con sus palabras y sólo después llora?
Quizás la respuesta nos lleva a la investigación de Damasio. La pregunta asume que se trata de dos procesos diferenciados: la lógica y los sentimientos. Tal vez para Abraham los dos estaban integrados. La lógica y la emoción estaban unidos. No se trataba de una proposición de "una cosa o la otra". Su pensamiento impactaba sobre sus sentimientos y sus sentimientos impactaban sobre su pensamiento. Quizás por eso Abraham fue capaz de hacer tan rápidamente la transición de la pérdida a la reconstrucción. Él no suprimió la emoción, pero tampoco se quedó estancado en ella. Fue capaz de seguir adelante planeando el futuro, al conseguir una tierra, encontrar una esposa para Itzjak y tener más hijos.
Rav Sacks mismo es el epítome de esta integración. Su impotente intelecto estaba impregnado por el aporte de sus emociones morales. Su racionalidad religiosa y filosófica estaba teñida de sentimientos espirituales. Usando su propia terminología, él era tanto el "hombre de la halajá" como la "mujer de la agadá"; era tanto la voz sacerdotal del análisis como la voz profética de la justicia y la compasión. Era alguien que predicaba con mucha elocuencia, pero todavía más importante, demostraba lo que predicaba a través de su personalidad. Para continuar con este aspecto de su legado multifacético, debemos desarrollar tanto nuestro intelecto como nuestras emociones, e integrarlas al servicio de Dios y la humanidad.
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