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Esta es una de las grandes preguntas que naturalmente nos formulamos cada vez que leemos la historia de Iosef. ¿Por qué en ningún momento, durante los veintidós años de separación, Iosef mandó a su padre un mensaje avisándole que estaba vivo? Parte de ese tiempo, mientras fue un esclavo en la casa de Potifar y cuando estuvo en prisión, eso hubiera sido imposible. Pero sin duda podría haberlo hecho cuando se convirtió en la segunda persona más poderosa de Egipto. Por lo menos podría haberlo hecho cuando los hermanos llegaron la primera vez a comprar alimento.
Iosef sabía cuánto lo amaba su padre. Debe haber entendido cuánto dolor le provocó esa separación. Él no sabía (no había forma de que lo supiera) qué pensó Iaakov que le había pasado, pero sin duda sabía que era su deber comunicarse con él apenas tuviera la oportunidad, avisarle a su padre que estaba sano y salvo. ¿Por qué no lo hizo? La siguiente explicación(1) es una posibilidad muy tentadora.
La historia del descenso de Iosef a la esclavitud y el exilio comenzó cuando su padre lo envió, solo, a ver cómo estaban sus hermanos.
Sus hermanos fueron a apacentar el rebaño de su padre en Shejem. E Israel dijo a Iosef: "¿Acaso no apacientan tus hermanos en Shejem? Ve y te enviaré a ellos". [Iosef] le dijo: "Heme aquí".
Y le dijo: "Ve ahora, observa si [todo está] en paz con tus hermanos y con el rebaño y tráeme la respuesta". Y lo envió del valle de Jevrón (Génesis 37:12-14)
¿Qué nos dice la narrativa inmediatamente antes de este episodio? Nos cuenta sobre el segundo sueño de Iosef. En el primer sueño, Iosef soñó que él y sus hermanos estaban en el campo recogiendo gavillas. Su gavilla estaba erguida mientras que las gavillas de sus hermanos se prosternaban ante él. Naturalmente, cuando Iosef les contó su sueño, ellos se enojaron. "¿Acaso reinarás sobre nosotros? ¿O dominarás sobre nosotros?". No hay ninguna mención de Iaakov con relación al primer sueño.
Pero el segundo sueño fue diferente:
De nuevo soñó otro sueño y lo contó a sus hermanos, y dijo: "He aquí que he soñado otro sueño: he aquí que el sol y la luna y once estrellas se postraban ante mí".
Y lo contó a su padre y a sus hermanos. Y su padre lo reprendió, diciéndole: "¿Qué sueño es este que soñaste? ¿Acaso vendremos yo, tu madre y tus hermanos a postrarnos en tierra ante ti?" Y sus hermanos lo envidiaron, pero su padre aguardó el asunto. (Génesis 37:9-11)
Inmediatamente a continuación, leemos que Iaakov envió a Iosef, solo, a sus hermanos. Fue entonces, al encontrarse lejos de su hogar, que planearon matarlo, lo metieron al pozo y eventualmente lo vendieron como esclavo.
Iosef tuvo muchos años para reflexionar sobre ese episodio. Él sabía que sus hermanos eran hostiles con él. Pero sin duda también Iaakov lo sabía. En ese caso, ¿por qué había mandado a Iosef con ellos? ¿Iaakov no había contemplado la posibilidad de que pudieran llegar a hacerle daño? ¿Acaso él no conocía los peligros de la rivalidad fraterna? ¿Ni siquiera había contemplado la posibilidad de que al enviar a Iosef con ellos estaba poniendo en peligro la vida de Iosef?
Nadie podía saber esto mejor que él, por su experiencia personal. Recordemos que Iaakov mismo se vio obligado a abandonar su hogar porque su hermano, Esav, amenazó con matarlo al descubrir que Iaakov había recibido su bendición. Recordemos también que cuando Iaakov estaba a punto de encontrarse nuevamente con Esav, después de un intervalo de veintidós años, sintió "mucho miedo y angustia", porque creyó que su hermano trataría de matarlo. Ese miedo provocó una de las grandes crisis de la vida de Iaakov. Iaakov sabía mejor que cualquier otro en Génesis, que el odio puede llevar al asesinato, que la rivalidad entre hermanos conlleva el riesgo del fratricidio.
Sin embargo, Iaakov envió a Iosef a sus otros hijos sabiendo que lo envidiaban y lo odiaban. Iosef supuestamente sabía todo esto. ¿Qué otra cosa hubiera podido concluir, al reflexionar sobre los eventos que llevaron a su venta como esclavo, fuera de que Iaakov deliberadamente lo puso en peligro? ¿Por qué? Por lo que había ocurrido justo antes, cuando Iosef le contó a su padre que "el sol y la luna" (su padre y su madre) se prosternarían ante él. Esto enfureció a Iaakov, y Iosef lo sabía. Su padre lo había "reprendido". Era escandaloso sugerir que sus padres se postrarían ante él. Estaba mal imaginarlo y mucho más decirlo. Además, ¿quién era la "luna"? La madre de Iosef, Rajel, el amor de la vida de Iaakov, había muerto. Presumiblemente esto se refería a Leá. Pero sólo la mención del "sol, la luna y las once estrellas" debía haberle hecho recordar a su padre el dolor por la muerte de Rajel. Iosef sabía que él había provocado la ira de su padre. ¿Qué otra cosa podía concluir, fuera de que Iaakov había puesto su vida deliberadamente en riesgo?
Iosef no se comunicó con su padre porque creyó que su padre ya no quería verlo ni saber de él. Su padre había dado por terminada la relación. Esa era una inferencia razonable a partir de los hechos que Iosef conocía. Él no tenía forma de saber que Iaakov seguía amándolo, que sus hermanos habían engañado a su padre mostrándole la túnica de Iosef manchada de sangre, ni que su padre guardaba duelo por él, "negándose a ser consolado". Sabemos esto porque la Torá lo cuenta, pero Iosef, muy lejos, en otra tierra, siendo esclavo, no podía saberlo. Esto le da a la historia una perspectiva completamente nueva y trágica.
¿Hay alguna evidencia que apoye esta interpretación? Sí. Iosef sabía que su padre podía enojarse con sus hijos. Ya lo había visto dos veces.
La primera vez fue cuando Shimón y Leví mataron a los habitantes de Shejem después de que su príncipe violara y secuestrara a su hermana Dina. Iaakov los reprendió amargamente diciéndoles:
"Ustedes me han traído problemas al hacerme abominable ante los moradores de esta tierra, el canaaní y el ferizi. Yo cuento con pocos en número y si ellos se juntan y me atacan, seré destruido, yo y mi casa" (Génesis 34:30)
La segunda vez ocurrió después de que falleció Rajel. "Y sucedió que mientras Israel residía en esa tierra, Reubén se acostó con Bilhá, la concubina de su padre; e Israel oyó" (Génesis 35:22). De hecho, de acuerdo con los sabios, Reubén sólo cambió de lugar la cama de su padre,(2) pero Iaakov creyó que se había acostado con su concubina, un acto de usurpación.
Como resultado de estos dos episodios, Iaakov virtualmente quebró su contacto con sus tres hijos mayores. Él seguía estando enojado con ellos al final de su vida, y los maldijo en vez de bendecirlos. De Reubén, dijo:
Impetuoso como las aguas,
No aventajarás,
pues subiste al lecho de tu padre
entonces profanaste a Aquél que solía ascender a mi lecho (Génesis 49:4)
De su segundo y tercer hijo dijo:
Shimón y Leví son hermanos
Instrumentos usurpados son sus armas
Que en su consejo no entre mi alma, a su congregación no te unas,
Pues en su furor mataron un hombre y en su deseo desjarretaron un toro.
¡Maldito su furor, pues feroz es,
Y su ira, pues dura es!
Los separaré en Iaakov
Y los dispersaré en Israel (Génesis 49:5-7)
Por lo tanto, Iosef sabía que Iaakov era capaz de enojarse con sus hijos, y de poner fin a su relación con ellos (por eso, mientras Iosef estaba ausente, Iehudá se convirtió en una figura clave. Él era el cuarto hijo de Iaakov, pero Iaakov ya no confiaba en sus tres hijos mayores).
También hay otra clase de evidencia. Cuando Iosef fue nombrado segundo al mando en Egipto, le dieron el nombre Tzafenat Paneaj, se casó con Osnat y tuvo su primer hijo. Allí leemos:
Iosef llamó a su primogénito Menashé, porque dijo: "Dios me ha hecho olvidar toda mi fatiga y toda la casa de mi padre" (Génesis 41:51)
Lo más importante en la mente de Iosef era el deseo de olvidar el pasado, no sólo la conducta de sus hermanos hacia él, sino "toda la casa de mi padre". ¿Por qué razón, sino porque asociaba "todos mis problemas" no sólo con sus hermanos sino también con su padre, Iaakov? Iosef creía que su padre lo había puesto deliberadamente a merced de sus hermanos porque, enojado por el segundo sueño, ya no quería tener contacto con el hijo que una vez había amado. Por eso nunca le envió un mensaje a Iaakov avisándole que estaba vivo.
Si esto es así, ahora entendemos mejor la gran escena inicial de Vaigash. ¿Qué hubo en el discurso de Iehudá que hizo que Iosef comenzara a llorar y finalmente revelara su identidad a sus hermanos? Una respuesta es que Iehudá, al pedir que lo dejaran a él como esclavo para que Biniamín pudiera quedar libre, demostró que había hecho teshuvá, que era un penitente, que ya no era la misma persona que había vendido a Iosef como esclavo. Como ya hemos dicho, este es un tema central de toda la narrativa. Esta es una historia sobre el arrepentimiento y el perdón.
Pero ahora podemos ofrecer una segunda interpretación. Iehudá dijo algo que, por primera vez, le permitió a Iosef comprender lo que realmente había ocurrido veintidós años antes. Iehudá contó lo que sucedió cuando los hermanos regresaron después de su primer viaje para comprar comida en Egipto:
Entonces nuestro padre dijo: "Regresen y compren un poco más de alimento para nosotros" Pero le dijimos: "No podemos descender. Sólo si nuestro hermano menor está con nosotros, entonces descenderemos. Pues no podemos ver el rostro del hombre sin que nuestro hermano menor esté con nosotros".
Y tu siervo, mi padre, nos dijo: "Ustedes saben que mi esposa me dio a luz dos hijos. Uno se ha ido de mí, y yo dije; Sin duda ha sido despedazado y no lo he vuelto a ver hasta ahora. Y si ustedes toman también a este de mi presencia y le acontece algún percance mortal, harán descender mi vejez con mal a la tumba" (Génesis 44:27:31)
En ese momento, Iosef comprendió que su temor respecto a que su padre lo hubiera rechazado era injustificado. Por el contrario, él estaba desconsolado porque Iosef no había regresado. Iaakov creía que él había sido "despedazado", asesinado por un animal salvaje. Su padre todavía lo amaba y seguía afligido por él. En este contexto podemos entender mejor la reacción de Iosef ante esta revelación:
Iosef no pudo contenerse más a causa de todos los que estaban parados junto a él y llamó: "¡Saquen a todo hombre de mi presencia!" Y no permaneció ningún hombre con él cuando Iosef se dio a conocer a sus hermanos. Y lloró tan fuerte que lo oyeron los egipcios y toda la casa del faraón. Y Iosef dijo a sus hermanos: "Yo soy Iosef. ¿Vive aún mi padre?" (Génesis 45:1-3)
El primer pensamiento de Iosef no fue sobre Iehudá o Biniamín, sino sobre Iaakov. Una duda que había tenido durante veintidós años había resultado infundada. Por eso su primer pregunta fue: "¿Vive aún mi padre?"
¿Esta es la única interpretación posible de la historia? Claramente no. Pero es una posibilidad. En ese caso, ahora podemos colocar la narrativa de Iosef en otros dos contextos temáticos que tienen un lugar importante en el Génesis en general.
El primero es la tragedia de un malentendido. Podemos pensar por lo menos en otros dos episodios. El primero tiene que ver con Itzjak y Rivká. Itzjak amaba a Esav y Rivká amaba a Iaakov. Al menos una explicación posible, ofrecida por el Abarbanel,(3) es que a Rivká "Dios" le había dicho antes de que nacieran los gemelos que "el mayor servirá al menor". De ahí su apego a Iaakov, el menor, y su determinación de que él y no Esav recibiera la bendición de Itzjak.
El otro malentendido se refiere a Iaakov y Rajel. Rajel había robado los terafim, los "íconos o dioses domésticos" de su padre, cuando dejaron a Labán para regresar a la tierra de Canaán. Ella no le dijo a Iaakov que lo había hecho. El texto dice explícitamente que "Iaakov no sabía que Rajel había hurtado los dioses" (Génesis 31:31). Labán los persiguió y al alcanzarlos los acusó de haberlos robado. Iaakov lo negó indignado y dijo: "Que aquél en quien halles tus dioses no viva". Varios capítulos después leemos que Rajel murió prematuramente en el camino. La posibilidad aludida por el texto, articulada en un Midrash y por Rashi(4) es que, sin saberlo, Iaakov la condenó a muerte. En ambos casos, el malentendido se debió a una falta de comunicación. Si Rivká le hubiera contado a Itzjak sobre el oráculo y si Rajel le hubiera contado a Iaakov sobre los terafim, podría haberse evitado la tragedia. El judaísmo es una religión de palabras sagradas y uno de los temas de todo el libro de Génesis es la fuerza del habla para crear, engañar, dañar o sanar. Desde Caín y Hével hasta Iosef y sus hermanos ("Lo odiaban y no podían hablarle pacíficamente"), vemos cómo cuando faltan las palabras comienza la violencia.
El otro tema, aún más conmovedor, tiene que ver con padres e hijos. ¿Cómo se sintió Itzjak hacia Abraham sabiendo que había levantado un cuchillo para sacrificarlo? ¿Cómo se sintió Iaakov hacia Itzjak, sabiendo que amaba a Esav más que a él? ¿Qué sintieron los hijos de Leá respecto a Iaakov, sabiendo que él amaba más a Rajel y a sus hijos ¿Mi padre realmente me ama? Esta es una pregunta que debe haber surgido en cada uno de estos casos. Ahora vemos que hay argumentos sólidos para suponer que también Iosef pudo formularse la misma pregunta.
"Aunque mi padre y mi madre me abandonen, Dios me recibirá", dice el Salmo 27. Esta es una línea que tiene eco en todo el Génesis. Nadie hizo más que Sigmund Freud para colocar esto en el eje de la psicología humana. Para Freud, el complejo de Edipo, la tensión entre padres e hijos, es el determinante más poderoso de la psicología del individuo y de la religión en su conjunto.
Sin embargo, Freud tomó como su texto clave un mito griego, no las narrativas del Génesis. Si en cambio hubiera acudido a la Torá, habría visto que esta compleja relación puede tener resoluciones no trágicas. Abraham amó a Itzjak. Itzjak bendijo a Iaakov una segunda vez, en ese momento sabiendo que era Iaakov. Iaakov amó a Iosef. Y trascendiendo todo este amor humano está el amor divino, rescatándonos de sentimientos de rechazo y redimiendo la condición humana de la tragedia.
Shabat Shalom
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