Quiero morir como judía

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Durante el Holocausto, los monasterios fueron el refugio de Paula y ella se sumergió en el cristianismo. Pero ahora, a los 94 años, decidió que quiere morir como judía.

A comienzos de este mes, Paula (no es su nombre verdadero), sobreviviente del Holocausto, decidió que quiere volver a ser judía, décadas después de haberse convertido al cristianismo para sobrevivir.

Ella subió las escaleras hacia la oficina del rabino de su ciudad con un objetivo singular: 80 años después de haber sido bautizada como cristiana, desea retornar a sus raíces.

“Voy a morir, y quiero tener una muerte judía”, dijo la anciana de 94 años que nació en Venecia.

“Paula” es el nombre que recibió al soportar los horrores del Holocausto, cuando buscó refugio pasando de un monasterio a otro por la pintoresca ciudad italiana. En una entrevista exclusiva con Israel Hayom, Paula contó su historia y nos pidió que no reveláramos su verdadera identidad, por miedo a la persecución.

Sus raíces en Italia son difíciles de registrar, probablemente porque su abuela nació fuera del matrimonio. A los 25 años, su abuela se casó con otro judío local y recibió como dote una gran casa. Hasta el día de hoy sus descendientes, incluyendo su nieta, viven allí.

Cuando la cuerda se cerraba alrededor del cuello de los judíos italianos, muchos bautizaron a sus hijos con la esperanza de ocultar sus raíces judías y salvarles la vida.

Paula nació en 1925 en una familia que estaba tanto asimilada como conectada con la comunidad judía local. A finales de los años 30, cuando los nazis subieron al poder y en Italia gobernaba el dictador Benito Mussolini, la cuerda comenzó a apretarse alrededor del cuello de los judíos italianos. Como consecuencia, muchos judíos bautizaron a sus hijos con la esperanza de ocultar sus raíces judías, para que pudieran pasar como cristianos y salvar así sus vidas.

En 1938, las tías llevaron abruptamente a la niña de 13 años a una iglesia cercana, donde la bautizaron.

“En esos años, estaban en efecto las leyes raciales y mi familia pensó que si me bautizaban, los alemanes me dejarían vivir”, contó Paula.

Cuando su madre se enteró de lo que habían hecho las tías, se puso histérica.

“Mi madre de inmediato me lavó, tratando de liberarme del bautismo”.

Su madre murió ese mismo año y la familia decidió que, para Paula, lo mejor era ocultarse en monasterios para que el ejército alemán no la encontrara.

“Entonces me dieron un nuevo nombre y olvidé mi nombre real”, afirma y cuenta que durante dos años se escondió en esos edificios y apenas vio a su familia, que pasaba hambre bajo el gobierno de Mussolini.

“Yo tenía vestidos con grandes bolsillos, donde escondía bocados de comida para darles a mis tías cuando me venían a visitar”.

Durante esa época, los Aliados comenzaron a ocupar el país desde la costa sur, obligando a muchos oficiales italianos a huir hacia el norte. Algunos incluso se hospedaron en el convento en el que estaba Paula.

Paula temió ser descubierta, por lo que se fue con su hermana a otro monasterio.

Mientras estuvieron en esos monasterios, Paula intentó practicar con diligencia la fe cristiana, pero nunca se sintió realmente conectada con la religión y sólo actuó de esa forma para salvar su vida.

Cuando finalmente terminó la guerra, las dos hermanas se reunieron con su padre, un ingeniero que estuvo prisionero en un campo de trabajo en Alemania.

“Cuando mi padre regresó, estaba tan delgado y demacrado que no lo reconocí, no sabía quién era”.

Con el tiempo, la vida volvió a la normalidad. Paula se convirtió en farmacéutica y abrió un laboratorio en la Universidad de Venecia que sigue operando hasta la actualidad. Paula tuvo una carrera distinguida y es considerada una figura destacada en la industria de salud de la ciudad.

Ella se casó con un hombre no judío y tuvo con él dos hijas.

“Como me bautizaron a una edad tan temprana y contra mi voluntad, siempre me identifiqué con la historia de los anusim”, explica Paula en referencia a los judíos que fueron obligados a abandonar su fe y convertirse a otra religión, pero que en secreto se mantuvieron tan fieles como pudieron al judaísmo.

A través de los años, ella mantuvo una relación informal con la comunidad judía local de Venecia. Pero sólo hace un mes Paula decidió comenzar con el proceso para volver a ser judía.

Paula y su hija bendijeron por la nueva mezuzá que colocaron en su puerta.

Después de ponerse en contacto con el Gran Rabino local, la refirieron al Rav Daniel Touitou, un emisario del Instituto Strauss-Amiel de la red Or Torá Stone.

Al oír la historia de Paula, Rav Touitou de inmediato comenzó a investigar y a revisar los archivos locales. Los documentos revelaron que efectivamente Paula es judía y que todo lo que era necesario para admitirla nuevamente era efectuar una ceremonia simbólica oficial.

De acuerdo con Rav Touitou, la asimilación y los casamientos mixtos implican un enorme desafío para la comunidad judía local, donde sólo quedan unos 450 judíos. Además, a pesar de que Venecia es una ciudad muy abierta y turística, hay fuertes corrientes de antisemitismo.

“Fui con mi esposa a su casa”, dijo Rav Touitou. “Paula y su hija bendijeron por la nueva mezuzá que colocamos en su puerta. Estamos muy emocionados por su camino poco convencional de retorno al judaísmo. Paula y su hija lloraron cuando les di el certificado admitiéndola de regreso a su religión”.


Este artículo apareció originalmente en Israel Hayom.

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