¿Ser judío es una carga o un privilegio?

14/12/2023

4 min de lectura

Para algunos, ser judío se está convirtiendo en una carga terrible. Otros judíos encuentran nuevas fuerzas en su fe y en sus tradiciones.

En su novela sobre el Holocausto "La postal", la novelista francesa Anne Berest explora la respuesta de su familia a esta pregunta a lo largo de tres generaciones, lo cual puede resumirse en una sola palabra: negación.

Al experimentar el judaísmo como una estrella oscura que todo el tiempo regresa, "girando y retornando a alguna extraña constelación rodeada de un halo de misterio", Berest, su madre y su abuela tratan de cortar su conexión con el pueblo judío.

Si bien ellas no desertan a otra religión, Berest y sus antepasados ocultan su identidad judía.

Devastada por el dolor, Miriam, la abuela de Berest, una partisana francesa, pierde a toda su familia en Auschwitz. Ella se retira a la campiña francesa. En los años de la posguerra se casa con un hombre no judío y cría a sus hijos sin religión en lo que espera que sea "un nuevo mundo sin vínculos con el viejo". Su hija Leila, la madre de Berest, sigue un camino similar, al igual que la propia Berest.

Pero por mucho que intentan ocultarlo, el judaísmo de la familia sigue saliendo a la superficie.

La autora Anne Berest

En una de las escenas más sorprendentes del libro, Berest se recuerda a sí misma cuando era una niña preguntándole a su madre qué significaba ser judío. La respuesta de su madre fue mostrarle fotografías de los prisioneros de los campos de concentración. Berest queda traumatizada.

"Mis ocho años de vida no eran suficientes para tener alguna clase de resistencia mental. Me sentía físicamente agredida por ellos, herida", escribe.

No sorprende que Berest se convirtiera en una adulta ansiosa. "Para mí, la muerte siempre parece cercana. Tengo la sensación de estar siendo perseguida. Tengo miedo de decirle a la gente que soy judía".

Hoy, muchos jóvenes judíos que carecen de una conexión positiva con el hecho de ser judíos (como Berest y sus antepasados), temen de su judaísmo.

Mantener oculta la identidad judía

En cierto modo, Berest y su clan me recuerdan a mi tía Evelyn, quien a diferencia del resto de los adultos de mi familia, creció sin judaísmo y se sentía profundamente incómoda con su identidad judía.

Ella creció en un hogar asimilado en Budapest con judíos que ascendían socialmente. Al igual que Miriam, la abuela de Berest, experimentó los horrores de la segunda Guerra Mundial, confinada en el gueto de Budapest. Ella guardó para sí misma sus historias de guerra y el trauma de esos años terribles nunca la abandonó.

Evelyn y su madre sobrevivieron. Su padre, que era diabético, murió en un campo de trabajos forzados húngaro después de que le negaran acceso a la insulina.

En los años de posguerra, Evelyn intentó distanciarse de su pasado, particularmente de su identidad judía que había resultado tan cáustica. Ella se restableció en Manhattan, a la sombra del Lincoln Center, creyendo que las distinciones basadas en la religión ya no eran relevantes.

A Evelyn le gustaba la gente, en especial los niños, pero no tenía amigos íntimos. Al igual que Miriam, ella "no quería que nadie se le acercara demasiado". En especial la incomodaban las personas que le parecían demasiado judías.

Cuando mis hijos la visitaban, ella insistía en que escondieran los hilos de los tzitzit y que taparan sus kipot con gorras de béisbol, principalmente preocupada por su seguridad personal. Para Evelyn, lo mejor era mantener en secreto la identidad judía. "No es asunto de nadie", decía.

"Tú no tienes una nariz judía", me decía cuando era pequeña. Probablemente ella pensaba que cuando retornaran los nazis podría esconderme.

Todas las mujeres del libro de Berest se casaron con hombres no judíos y adoptaron sus apellidos. Evelyn se casó con un judío pero desdibujó su identidad al cambiar el apellido de la familia de Schwartzman a Black. Le agradó cuando mis padres continuaron el juego dándonos a mi hermano y a mí nombres étnicamente limpios. También le agradaba que ninguno de nosotros se viera "demasiado judío".

"Tú no tienes una nariz judía", me decía cuando era pequeña. Probablemente ella pensaba que cuando retornaran los nazis podría esconderme. Ella estaba preparada. Evelyn guardaba fajos de billetes debajo del suelo de su armario para poder sobornar y estar a salvo.

Durante años, pensé que se trataba de las extrañas peculiaridades de una anciana excéntrica. Ahora entiendo que sufría terriblemente de estrés postraumático a causa del Holocausto.

Evelyn quería que se recordara el Holocausto. Fue ella, y no mis padres, quien me contó sobre los campos de exterminio y las duchas con Zyklon B, cuando yo era demasiado pequeña como para oír esas cosas.

Judía por elección

Con la ola actual de virulento odio a los judíos que convierte a la identidad judía en una cuestión potencialmente peligrosa, mi comprensión (y compasión) hacia Evelyn y Miriam se ha profundizado. Si bien el impulso de huir y esconderse es muy poderoso para algunas personas, una amplia franja de judíos, particularmente en Israel, están eligiendo el camino opuesto y obtienen fuerza de nuestras tradiciones, de nuestra fe y de otros judíos.

Muchos judíos están aceptando su identidad judía y profundizando su valoración del significado y la belleza de su herencia.

Los judíos empezaron a aparecer en las sinagogas por todo el mundo, abrazándose los unos a los otros. Casi 300.000 personas viajaron a Washington DC para oponerse al odio y unirse al pueblo judío.

Llevar una estrella de David se convirtió en un emblema del orgullo judío. Para los soldados de Israel, los tzitzit se convirtieron en parte del uniforme de combate. En las bases militares, los servicios diarios de plegarias están repletos tanto de soldados religiosos como no religiosos.

Los judíos también se dedican a actos de bondad, con donaciones para los soldados y los evacuados. Algunos incluso viajaron a Israel para recoger los cultivos en la zona de Gaza.

No juzgo a los judíos como Miriam Berest o mi tía Evelyn, quienes consideraron que ser judío es un dato oscuro que hay que esconder a toda costa. Pero es gratificante ver que tantos judíos eligen un camino diferente en respuesta a la posibilidad de que su judaísmo dormido pueda convertirse en un potencial riesgo. Ellos sacuden el polvo, aceptan su identidad judía y profundizan su valoración sobre el significado y la belleza de su herencia.

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