Un palacio en llamas

25/10/2023

6 min de lectura

Lej Lejá (Génesis 12-17 )

¿Por qué Abraham? Esta es una pregunta que no podemos evitar formularnos cuando leemos el comienzo de la parashá de la semana. Aquí está la figura clave en la historia de nuestra fe, el padre de nuestra nación, el héroe del monoteísmo, considerado sagrado no sólo por los judíos sino también por los cristianos y los musulmanes. Sin embargo, en la Torá no parece haber ninguna descripción de sus primeros años de vida para darnos una pista respecto a por qué fue elegido por Dios para decirle: "De ti haré una gran nación… y todos los pueblos de la tierra serán bendecidos a través de ti".

Esto es sumamente extraño. La Torá no deja lugar a dudas respecto a por qué Dios eligió a Nóaj: "Nóaj era un hombre justo, íntegro en su generación, con Dios marchó Nóaj". La Torá también indica claramente por qué Dios eligió a Moshé. Lo vemos como un hombre joven, tanto en Egipto como en Midián, interviniendo cada vez que veía una injusticia, sin importar quién la perpetrara ni contra quién fuera cometida. Dios le dijo al profeta Jeremías: "Antes de formarte en el vientre te conocí; antes de que nacieras te aparté, Yo te puse como profeta para las naciones". Se trataba de personas que evidentemente eran extraordinarias. Pero no existe ningún indicio similar en el caso de Abraham. Por lo tanto, los Sabios, los comentaristas y los filósofos de todas las épocas se vieron obligados a especular, a llenar el vacío evidente en la narrativa, ofreciendo sus propias sugerencias respecto a lo que diferenciaba a Abraham.

Hay tres explicaciones principales. La primera es la de Abraham como el iconoclasta, quien rompió los ídolos. Esto se basa en el discurso de Iehoshúa (Josué), el sucesor de Moshé, hacia el final del libro que lleva su nombre. Es un pasaje al que se le da prominencia en la Hagadá que leemos en la noche del Séder de Pésaj: "Hace mucho tiempo, tus antepasados, incluyendo a Téraj, el padre de Abraham y Najor, vivían más allá del río Eufrates y adoraban otros dioses" (Iehoshúa 24:2). Téraj, el padre de Abraham, era un idólatra. De acuerdo con el Midrash, él fabricaba y vendía ídolos. Un día, Abraham destruyó todos los ídolos y dejó el palo con el que los había roto en la mano del ídolo más grande. Cuando su padre regresó y exigió saber quién había quebrado sus dioses, Abraham culpó al ídolo más grande. "¿Te estás burlando de mí?", le preguntó su padre. "Los ídolos no pueden hacer nada". "En ese caso, ¿por qué les sirves?", preguntó el joven Abraham.

Desde esta perspectiva, Abraham fue la primera persona que desafió a los ídolos de la época. Hay algo profundo sobre esta idea. Los judíos, creyentes o no, a menudo han sido iconoclastas. Algunos de los pensadores más revolucionarios, por cierto en la era moderna, fueron judíos. Ellos tuvieron el coraje de desafiar la sabiduría que recibieron, pensar nuevos pensamientos y ver el mundo de una forma sin precedentes, desde Einstein en física a Freud en el psicoanálisis, Schoenberg en música, Marx en economía y Amos Tversky y Daniel Kahaneman en economía del comportamiento. Es como si en lo más profundo de nuestro ADN cultural intelectual, hubiéramos internalizado lo que los Sabios dijeron sobre Abraham Ha-Ivrí, "el hebreo", que significa que él estaba de un lado y el resto del mundo estaba del otro lado.(1)

La segunda perspectiva es la que presenta Maimónides en Mishné Torá: Abraham el filósofo. En una era en la que la gente había pasado de la fe original de la humanidad en un único Dios a la idolatría, una persona se enfrentó a esa tendencia, Abraham, cuando todavía era un niño: "Apenas este poderoso hombre fue destetado, comenzó a usar su mente… Él se preguntó: ¿Cómo es posible que este planeta esté continuamente en movimiento y no haya alguien que lo mueva? … Él no tuvo un maestro, nadie lo instruyó… hasta que llegó al camino de la verdad… y supo que sólo hay un Dios… Cuando Abraham tenía cuarenta años reconoció a su Creador".(2) De acuerdo con esto, Abraham fue el primer aristotélico, el primer metafísico, la primera persona que pensó y encontró su camino hacia Dios como la fuerza que mueve el sol y todas las estrellas.

Esto es extraño, ya que en el Tanaj hay muy poca filosofía, con excepción de los libros de sabiduría como Proverbios, Kohelet y Job. El Abraham de Maimónides se ve más parecido a Maimónides que a Abraham. Sin embargo, fue precisamente Friedrich Nietzsche, a quien no le gustaba demasiado el judaísmo, quien escribió:

Europa debe un agradecimiento no pequeño a los judíos por hacer que la gente piense de manera más lógica y por establecer hábitos intelectuales más limpios… Dondequiera que los judíos ganaron influencia, enseñaron a los hombres a hacer distinciones más sutiles, inferencias más rigurosas y a escribir de una manera más luminosa y limpia; su tarea siempre fue llevar a un pueblo a "escuchar la razón".(3)

La explicación que él da es fascinante. Dice que sólo en el campo de la razón los judíos encontraron igualdad de condiciones. En todos los demás ámbitos encontraron prejuicios raciales y de clase. Nietzsche escribió: "Nada es más democrático que la lógica". Así fue que los judíos se convirtieron en lógicos, y de acuerdo con Maimónides, todo comenzó con Abraham.

Sin embargo, hay un tercer punto de vista expuesto en el Midrash sobre el versículo inicial de nuestra parashá:

"Dios dijo a Abram: "Vete por ti de tu tierra y de tu lugar de nacimiento y de la casa de tu padre…" ¿Con qué puede compararse esto? Con un hombre que viaja de un lugar a otro y ve un palacio en llamas. Él se pregunta: "¿Acaso es posible que el palacio no tenga un dueño?" El dueño del palacio lo miró y le dijo: "Yo soy el dueño del palacio". Entonces Abraham nuestro patriarca dijo: "¿Acaso es posible que el mundo carezca de alguien que lo dirija?" El Santo, Bendito Sea, lo miró y le dijo: "Yo soy quien lo dirige, Yo soy el Soberano del universo".

 Este es un Midrash enigmático. No es nada obvio su significado. Alguna vez he explicado que Abraham se sorprendió por la contradicción entre el orden del universo (el palacio) y el desorden de la humanidad (las llamas). ¿Cómo es posible que en un mundo creado por un Dios bueno, pueda haber tanto mal? Si alguien se toma el trabajo de construir un palacio, ¿lo va a dejar a la merced de las llamas? Si alguien se toma el trabajo de crear un universo, ¿lo va a dejar para que sea desfigurado por Sus propias creaciones? En esta lectura, lo que movió a Abraham no fue la armonía filosófica sino la discordia moral. Para Abraham, la fe comienza con la disonancia cognitiva. Sólo hay una manera de resolver esta disonancia: protestar y luchar contra el mal.

Ese es el conmovedor significado del Midrash cuando dice que el dueño del palacio miró y dijo: "Yo soy el dueño del palacio". Es como si Dios le dijera a Abraham: Necesito que me ayudes a apagar las llamas.

¿Cómo puede ser eso posible? Dios es todopoderoso. Los seres humanos somos impotentes. ¿Cómo es posible que Dios le diga a Abraham que necesita su ayuda para apagar las llamas?

La respuesta es que el mal existe porque Dios les dio a los humanos el don de la libertad. Sin libertad, no desobedeceríamos las leyes de Dios. Pero al mismo tiempo, no seríamos más que robots, programados para hacer cualquier cosa para la cual nos diseñara nuestro Creador. La libertad y su mal uso son el tema de Adam y Javá, Caín y Hével, y la generación del Diluvio.

¿Por qué Dios no intervino? ¿Por qué no impidió que los primeros humanos comieran del fruto prohibido, ni impidió que Caín matara a Hével? ¿Por qué el dueño del palacio no apagó las llamas?

Porque al darnos libertad, Él se comprometió a no intervenir en la situación humana. Si Él nos detuviera cada vez que estuviésemos a punto de hacer algo malo, no tendríamos libertad. Nunca maduraríamos, nunca aprenderíamos de nuestros errores, nunca llegaríamos a asemejarnos a la imagen de Dios. Existimos como agentes libres sólo gracias al tzimtzum de Dios, a que Él se autolimita. Por eso, dentro de los términos con los que creó a la humanidad, Él no puede apagar las llamas del mal humano.

Él necesita nuestra ayuda. Por eso eligió a Abraham. Abraham fue la primera persona en la historia registrada que protestó contra la injusticia del mundo en nombre de Dios, en vez de aceptarla en nombre de Dios. Abraham fue el hombre que dijo: "¿Acaso el Juez de toda la tierra no hará justicia?". Donde Nóaj aceptó, Abraham no lo hizo. Abraham es el hombre de quien Dios dijo: "Lo he escogido para que encargue a sus hijos y a su casa tras de él guardar el camino de Dios, haciendo lo correcto y lo justo". Abraham fue el padre de una nación, de una fe, de una civilización, marcada a lo largo de los siglos por lo que Albert Einstein llamó "un amor casi fanático por la justicia".

Creo que Abraham es el padre de la fe, no como aceptación sino como protesta, protesta ante las llamas que amenazan al palacio, ante el mal que amenaza al mundo lleno de la gracia de Dios. Nosotros luchamos contra esas llamas con actos de justicia y compasión que niegan al mal la victoria y acercan un poco más al mundo a lo que debería ser.

Shabat Shalom


NOTAS

  1. Bereshit Rabá (Vilna) 42:8
  2. Mishná Torá, Leyes de idolatría, capítulo 1
  3. Friedrich Nietzsche, "La gaya ciencia"
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