Superar los contratiempos

16/01/2023

5 min de lectura

Vaerá (Éxodo 6:2-9:35 )

En un primer momento, la misión de Moshé pareció ser exitosa. Él temió que el pueblo no le creyera, pero Dios le dio "señales" o "milagros" que podría efectuar y su hermano Aharón habló por él. Moshé "realizó las señales a los ojos del pueblo. El pueblo creyó, y cuando escucharon que Dios había recordado a los Hijos de Israel y que había visto su aflicción, se inclinaron y se prosternaron" (Éxodo 4:30-31).

Pero luego las cosas comenzaron a complicarse, y siguieron por mal camino. La primera presentación de Moshé ante el faraón fue un desastre. El faraón se negó a reconocer a Dios. Él rechazó el pedido de Moshé de que dejara salir al pueblo al desierto y dificultó todavía más la vida de los israelitas. Tenían que seguir fabricando la misma cuota de ladrillos, pero ahora también tenían que recoger su propia paja. El pueblo se volvió contra Moshé y Aharón: "¡Que Dios los mire y los juzgue! Pues han provocado que incluso nuestro olor sea desagradable a los ojos del faraón y a los ojos de sus siervos, para poner una espada en sus manos para matarnos" (Éxodo 5:21).

Moshé y Aharón regresaron ante el faraón con su pedido. Ellos efectuaron una señal (transformaron una vara en una serpiente), pero el faraón no se impresionó. Sus propios magos podían hacer lo mismo. A continuación trajeron la primera de las plagas, pero nuevamente el faraón no cambió su postura. Él no dejaría salir a los israelitas. Y esto continuó, nueve veces. Moshé hizo todo lo que podía y nada lograba cambiar las cosas. Los israelitas seguían siendo esclavos.

Podemos sentir la presión bajo la que se encontraba Moshé. Después de su primer revés, al final de la parashá de la semana pasada, se quejó amargamente ante Dios: "¿Por qué has hecho mal a este pueblo? ¿Por qué me enviaste? Desde que fui al faraón para hablar en Tu nombre, él ha hecho mal a este pueblo, y Tú no has salvado a Tu pueblo" (Éxodo 5:22-23).

En la parashá de esta semana, a pesar de que Dios le ha asegurado que eventualmente tendrá éxito, Moshé le dice: "He aquí que los hijos de Israel no me escucharon; ¿cómo entonces ha de escucharme el faraón, siendo yo obstruido de labios?" (Éxodo 6:12).

Aquí hay un mensaje que perdura. El liderazgo, incluso el más noble y elevado, a menudo va marcado por el fracaso. Los primeros pintores impresionistas tuvieron que organizar su propia exhibición porque su obra fue rechazada por los salones de París. La primera presentación de "La consagración de la primavera" de Stravinsky provocó un gran alboroto, y el público lo abucheó constantemente. Van Gogh vendió un solo cuadro en toda su vida, a pesar de que su hermano Theo era comerciante de arte.

Así es la vida de los líderes. Abraham Lincoln enfrentó innumerables contratiempos durante la Guerra Civil. Él fue una figura sumamente controversial, y muchos lo odiaron durante su vida. Gandhi fracasó en su sueño de unir a musulmanes e hindúes en una sola nación. Nelson Mandela pasó veintisiete años en prisión, acusado de traición y considerado un violento agitador. Winston Churchill fue considerado como una fuerza que ya había pasado en la política de la década de 1930, e incluso después de su heroico liderazgo durante la Segunda Guerra Mundial, perdió las elecciones cuando terminó la guerra. Sólo en retrospectiva los héroes parecen heroicos y muchas de las dificultades que enfrentaron se revelan como peldaños en el camino hacia la victoria.

En la parashá Vaietzé vimos que en cada campo (elevado o bajo, sagrado o secular), los líderes son puestos a prueba no por su éxito sino por sus fracasos. A veces puede ser fácil tener éxito. Las condiciones pueden haber sido favorables. El clima económico, político o personal fue bueno. Cuando hay un auge económico, la mayoría de las empresas prosperan. En los primeros meses después de una elección general, el líder exitoso lleva consigo el carisma de la victoria. En el primer año, la mayoría de los matrimonios son felices. No hace falta tener una habilidad especial para tener éxito en los buenos tiempos.

Pero luego el clima cambia. Eventualmente siempre ocurre. Entonces es cuando muchas empresas, políticos y matrimonios fracasan. Hay momentos en los cuales incluso las personas más elevadas tropiezan. En esos momentos, el carácter es puesto a prueba. Los grandes seres humanos no son aquellos que nunca fracasan, sino quienes sobreviven al fracaso, que siguen adelante, que se niegan a darse por vencidos, quienes nunca se rinden. Lo siguen intentando. Aprenden de cada error. Se relacionan con el fracaso como una experiencia de aprendizaje. Y de cada negación a considerarse derrotados, se vuelven más fuertes, más sabios y más decididos. Esa es la historia de la vida de Moshé, tanto en la parashá Shemot como en la parashá Vaerá.

Jim Collins, uno de los grandes escritores sobre el liderazgo, lo expresó muy bien:

"Lo que distingue entre quien es realmente grandioso y quien simplemente es exitoso no es la ausencia de dificultad, sino la capacidad de levantarse de las caídas, incluso de las más catastróficas, siendo todavía más fuertes que antes… El camino para salir de la oscuridad comienza con esos individuos exasperantemente persistentes que son constitucionalmente incapaces de capitular. Una cosa es sufrir una derrota abrumadora, y algo muy distinto es renunciar a los valores y aspiraciones que hacen que la lucha prolongada valga la pena. El fracaso no es tanto un estado físico como un estado mental; el éxito es caer, y levantarse una vez más, sin fin" (1).

Rav Itzjak Hutner una vez escribió una carta muy fuerte a un discípulo que estaba descorazonado por sus repetidos fracasos en el estudio del Talmud:

Un error que muchos cometemos es que cuando nos enfocamos en los grandes logros de las grandes personas, hablamos de cómo son completos en una u otra área, pero omitimos mencionar las luchas internas que previamente tuvieron que enfrentar. Quien nos escucha, puede tener la impresión de que esos individuos surgieron de la mano de su Creador en un estado de perfección…

El resultado de este sentimiento es que cuando un joven de espíritu ambicioso y entusiasta encuentra obstáculos, tropieza y cae, imagina que no es digno de estar "en la casa de Dios" (Salmos 92:13)…

Sin embargo, debes saber querido amigo, que tu alma no está enraizada en la tranquilidad de la inclinación al bien, sino en la batalla de la inclinación al bien… La expresión "perder una batalla y ganar la guerra" puede aplicarse aquí. Por cierto has tropezado y volverás a hacerlo. Y en muchas batallas resultarás lesionado. Sin embargo, te prometo que después de esas campañas perdidas saldrás de la guerra con los laureles de la victoria sobre tu cabeza… El más sabio de los hombres dijo: "Siete veces cae el justo, pero vuelve a levantarse" (Proverbios 24:16). Los necios creen que la intención del versículo es enseñarnos que el justo cae siete veces y a pesar de eso, se levanta. Pero los sabios entienden que la esencia de que el justo se levante es precisamente sus siete caídas (2).

El punto de Rav Hutner es que la grandeza no se adquiere sin fracasos. Hay alturas a las que no puedes subir sin haber caído antes.

Durante muchos años, tuve en mi escritorio una cita de Calvin Coolidge, que me envió un amigo que sabía cuán fácil es desanimarse. Decía así:

"En este mundo, nada puede tomar el lugar de la persistencia. No el talento: nada es más común que personas no exitosas y muy talentosas. No el genio: el genio no recompensado prácticamente es un proverbio. No la educación: el mundo está repleto de vagabundos educados. Sólo la persistencia y la determinación son omnipotentes".

Yo sólo le agregaría: Y Siata Dishmaia, 'Ayuda del Cielo'. Dios nunca pierde Su fe en nosotros, aunque algunas veces nosotros perdamos la fe en nosotros mismos.

El modelo supremo de esto es Moshé, quien a pesar de todos los contratiempos que vimos en la parashá de la semana pasada y en la de esta semana, eventualmente se convirtió en el hombre de quien se dijo que tenía "ciento veinte años cuando murió, sin embargo sus ojos no se habían opacado ni había perdido su lozanía" (Deuteronomio 34:7).

Las derrotas, los retrasos y las decepciones duelen. También a Moshé le dolieron. Por lo tanto, si hay momentos en los que nos sentimos desanimados y desmoralizados, es importante recordar que incluso las personas más grandes fracasaron. Lo que los hizo grandes fue que siguieron adelante. El camino al éxito pasa por muchos valles de fracaso. No hay otra manera.


NOTAS

(1) Jim Collins, "How the Mighty Fall: And Why Some Companies Never Give In" (New York, Harper Collins, 2009), 123.

(2) Ravi Itzjak Hutner, Pájad Itzjak: Igrot uKetavim (Gur Aryeh, 1981), no. 128, 217-18.

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