Aprendizaje y liderazgo

13/08/2023

6 min de lectura

Shoftim (Deuteronomio 16:18-21:9 )

La parashat Shoftim es la fuente clásica de tres clases de liderazgo en el judaísmo, lo que nuestros Sabios llamaron las "tres coronas": el sacerdocio, el reinado y la Torá.(1) Esta es la primera declaración en la historia del principio establecido en el siglo XVIII por Montesquieu en "El espíritu de las leyes", y que luego se convirtió en un principio fundamental de la constitución norteamericana: "la separación de poderes".(2)

El poder, en el campo humano, debe ser dividido y distribuido, no estar concentrado en una sola persona o ámbito. En el Israel bíblico, había reyes, sacerdotes y profetas. Los reyes tenían un poder secular o gubernamental. Los sacerdotes eran líderes en el dominio religioso, presidiendo sobre el servicio en el Templo y otros rituales, y dando regulaciones sobre temas relativos a la pureza y la santidad. Los profetas eran enviados por Dios para criticar la corrupción del poder y recordar al pueblo su vocación religiosa cuando se alejaban del camino.

Nuestra parashá se refiere a estos tres roles, pero sin duda, lo que más llama la atención es la sección de los reyes, por varias razones. En primer lugar, este es el único mandamiento de la Torá que viene con la explicación de que eso es lo que hacen otros pueblos: "Cuando entres a la tierra que Hashem tu Dios te entrega, y tomes posesión de ella y te asientes en ella, y digas: 'Me impondré un rey como todos los pueblos que están a mi alrededor…'" (Deuteronomio 17:14). Normalmente, en la Torá se les ordena a los israelitas ser diferentes. El hecho de que este mandamiento sea una excepción fue suficiente para señalar a los comentaristas a lo largo de los siglos que existe cierta ambivalencia sobre la idea de la monarquía en general.

En segundo lugar, el pasaje es claramente negativo. Nos dice lo que no debe hacer un rey, en vez de decir lo que sí debe hacer. Él no debe "adquirir gran número de caballos", "ni tener demasiadas esposas", "ni acumular grandes cantidades de plata y oro" (Deuteronomio 17:16-17). Estas son las tentaciones del poder, y como sabemos a partir del resto del Tanaj, incluso los más elevados (como el mismo rey Salomón), eran vulnerables a estas cosas.

En tercer lugar, consistente con la idea guía fundamental de que el liderazgo es un servicio, no un asunto de dominio, poder, estatus o superioridad, se le ordena al rey ser humilde: él debe leer constantemente al Torá "para que aprenda a reverenciar a Hashem su Dios… y no considerarse mejor que sus hermanos" (Deuteronomio 17:19-20). No es fácil ser humilde cuando todos se prosternan ante ti y cuando puedes decidir sobre la vida y la muerte de tus subordinados.

De aquí surge la gran variedad de opiniones entre los comentaristas respecto a si la monarquía es una buena institución o si es algo peligroso. Maimónides sostiene que es una obligación nombrar un rey; Ibn Ezra dice que es un permiso; Abarbanel dice que es una concesión y Rabeinu Bejaia dice que es un castigo, una interpretación que como suele ocurrir fue conocida por John Milton en uno de los períodos más volátiles (y anti monárquicos) de la historia inglesa.(3)

Sin embargo, hay una dimensión positiva y excepcionalmente importante de la realeza. Al rey se le ordena estudiar constantemente:

"…y él deberá leerla durante todos los días de su vida, a fin de que aprenda a temer a Hashem su Dios, para guardar todas las palabras de esta Torá y estos estatutos a fin de cumplirlos. Para que su corazón no se ensoberbezca más que sus hermanos y para que no se aparte del mandamiento ni a derecha ni a izquierda, a fin de que prolongue los días de su reinado. Tanto él como sus hijos, en medio de Israel". (Deuteronomio 17:19-20)

Posteriormente, en el Libro que lleva su nombre, se le ordena en términos singulares a Iehoshúa, el sucesor de Moshé:

"Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito. Entonces prosperará tu camino y todo te saldrá bien". (Iehoshúa 1:8)

El principio que surge de todo esto es que los líderes estudian y aprenden. Sí, tienen consejeros, asesores, ancianos y una corte de sabios. Y sí, los reyes bíblicos tenían profetas. Saúl tuvo a Samuel, David a Natán, Ezequías a Isaías… Ellos les llevaban la palabra de Dios. Pero aquellos que deciden sobre el destino de la nación no pueden delegar la tarea de pensar, leer, estudiar y recordar. No tienen derecho a decir: tengo que ocuparme de asuntos de estado, así que no tengo tiempo para los libros. Los líderes deben ser eruditos, Benei Torá, "Hijos del Libro", para poder dirigir y guiar al pueblo del Libro.

Los grandes estadistas de los tiempos modernos entendieron esto, por lo menos en términos seculares. William Gladstone, quien fue cuatro veces primer ministro de Gran Bretaña, tenía una biblioteca con 32.000 libros. Debido a que registraba en su diario cada vez que terminaba d elee run libro, sabemos que leyó 22.000 de esos libros. Asumiendo que lo hizo durante ochenta años (él vivió hasta los 88 años), esto implica que leyó en promedio 275 libros al año, o más de cinco libros cada semana durante su vida. Él también escribió muchos libros sobre una amplia variedad de temas, desde política hasta religión y literatura griega, y su erudición era impresionante. Por ejemplo, de acuerdo con Guy Deutscher en "El prisma del lenguaje",(4) él fue la primera persona que comprendió que los antiguos griegos no tenían un sentido del color y que la famosa frase de Homero "el mar oscuro como el vino" se refería a la textura más que al color.

Si visitas la casa de David Ben Gurión en Tel Aviv, verás que a pesar de que la planta baja es espartana al punto de la austeridad, el primer piso cuenta con una vasta biblioteca de periódicos y 20.000 libros. Él tenía otros 4.000 libros en Sde Boker. Como Gladstone, Ben Gurión era un lector voraz y un prolífico autor. Benjamin Disraeli era un famoso novelista antes de dedicarse a la política. Winston Churchill escribió casi 50 libros y ganó el premio Nobel de literatura. El hecho de leer y escribir es lo que diferencia al estadista del mero político.

Los dos grandes reyes de Israel, David y Salomón, fueron autores. David de los Salmos, y Salomón (de acuerdo con la tradición), del Cantar de los Cantares, Proverbios y Kohelet/Eclesiastés. La palabra bíblica clave asociada con los reyes es jojmá, sabiduría. En particular Salomón se destacó por su sabiduría:

"Y todo Israel oyó aquel juicio que había dado el rey, y temieron al rey porque vieron que había en él sabiduría de Dios para juzgar". (Reyes I 3:28)

"Y Dios dio a Salomón gran sabiduría y prudencia más que a todos los pueblos del Oriente, y que toda la sabiduría de los egipcios… Y para oír la sabiduría de Salomón venían de todos los pueblos y de todos los reyes de la tierra, adonde había llegado la fama de su sabiduría". (Reyes I 4:29,34)

"Y cuando la reina de Sabá vio toda la sabiduría de Salomón… se quedó asombrada.Y dijo al rey: 'Verdad es lo que oí en mi tierra sobre tus logros y tu sabiduría; pero yo no lo creí hasta que vine y lo vi con mis propios ojos. De hecho, aún no se me ha dicho ni la mitad; es mayor tu sabiduría y riqueza que la fama que yo había oído…" Todo el mundo pedía audiencia con Salñomón para oír la sabiduría que Dios había puesto en su coraqzón. (Reyes I, 10:4-24)

Debemos señalar que jomá, sabiduría, significas algo ligeramente diferente de Torá, lo cual por lo general se asocia más con los sacerdotes y los prfetas que con los reyes. Jojmá incluye la sabiduría mundana, que es una sabiduría universal y no una herencia especial de los judíos y el judaísmo. Un Midrash declara que "si alguien te dice que hay sabiduría entre las naciones del mundo, puedes creerle. Si te dicen que hay Torá entre las naciones del mundo, no lo creas".(5) De forma general, en términos contemporáneos jojmá se refiere a las ciencias y las humanidades, a aquello que nos permite ver el universo como la obra de Dios y al ser humano como la imagen de Dios. La Torá es la herencia moral y espiritual específica de Israel.

El caso de Salomón es particularmente interesante, porque a pesar de toda su sabiduría, no fue capaz de evitar las tres tentaciones sobre las cuales advierte nuestra parashá: él adquirió un número mayor de caballos, se casó con muchas más mujeres y acumuló enormes riquezas. La sabiduría sin la Torá no es suficiente para salvar a un líder de la corrupción del poder.

Aunque pocos de nosotros estamos destinados a ser reyes, presidentes o primeros ministros, aquí está en juego un principio general. Los líderes estudian. Leen. Aprende. Lleva tiempo familiarizarse con el mundo de las ideas. Sólo aquellos que lo hacen adquieren la perspectiva para ser capaces de ver más lejos y con mayor claridad que los demás. Ser un líder judío implica dedicar tiempo tanto al estudio de la Torá como a la jojmá. Jojmá es entender el mundo tal como es; Torá es entender el mundo como debería ser.

Los líderes nunca dejan de estudiar y aprender. Así es como crecen y enseñan a los demás a crecer con ellos.

Shabat Shalom


NOTAS

  1. Mishná Avot 4:13. Maimónides, Mishné Torá, Hiljot Talmud Torá 3:1
  2. La división de Montesquieu, seguida por la mayoría de las democracias occidentales, es entre el poder legislativo, ejecutivo y judicial. En el judaísmo, la legislación primaria viene de Dios. Los reyes y los Sabios tienen el poder de introducir sólo una legislación secundaria, para asegurar el orden y establecer "una cerca alrededor de la ley". En el judaísmo, el rey tiene la función ejecutiva, y en los tiempos bíblicos los sacerdotes (cohanim) eran el poder judicial. La "corona de la Torá" que lucían los profetas era una institución singular, una forma de crítica social sancionada por la Divinidad, una tarea que en los tiempos modernos asumen los intelectuales públicos, aunque no siempre son exitosos. Nos faltan profetas. Tal vez siempre faltaron.
  3. Ver Eric Nelson, "The Hebrew Republic", Harvard University Press, 2010, 41-42
  4. "El prisma del lenguaje", Guy Deutscher, 2011, Editorial Ariel
  5. Eijá Rabati 2:13
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