El miedo en el judaísmo

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Shoftim (Deuteronomio 16:18-21:9 )

Enseñanzas profundas de la parashá semanal del líder espiritual de Moshav Matitiyahu en Israel.

Cuando salgas a la batalla en contra de tu enemigo y veas caballos y carrozas, un ejército más grande que tú, no temas, porque Hashem, tu Dios, Quien te sacó de Egipto, está contigo" (Deuteronomio 20:1).

¿Cómo puede esperarse que alcancemos un nivel tan alto, al punto de no temer cuando vamos a la guerra? Incluso Moisés huyó aterrorizado cuando su vara se transformó en serpiente. Sin embargo, si la Torá nos ordena no temerle a la inminente batalla, entonces, todo judío debería ser capaz de cumplir con esta orden.

El Talmud (Berajot 60a) trae una aparente contradicción entre el versículo: "Temieron en Sión, ustedes pecadores" (Isaías 33:14), que implica que el miedo es un pecado, y el versículo: "Afortunado es quien teme constantemente" (Proverbios 28:14). Sin embargo, el Talmud resuelve la aparente contradicción de la siguiente manera: el temor a perder el estudio de Torá o la observancia de mitzvot es positivo, todo otro temor es negativo.

Si prestamos atención cuidadosamente a las mitzvot de nuestra parashá, éstas nos proveerán importantes pistas sobre cómo lograr el temor adecuado y evitar todo otro tipo de miedos. El factor común en toda la parashá es la necesidad de alcanzar la perfección. La parashá comienza con el mandamiento de designar jueces y oficiales para asegurar el tzedek, la completa y perfecta rectitud. Nuestro derecho de ocupar la tierra de Israel, la tierra de la perfección, depende de que busquemos este objetivo diligentemente. La vida –es decir, el apego a Dios– es posible sólo cuando esa búsqueda por la rectitud está en proceso. Para esto necesitamos jueces que disciernan lo que es correcto. Y deben tener la capacidad de implementar ese juicio.

El Alter de Kelm explica que los jueces y los oficiales de la ley son comparables a la jojmá (sabiduría) y al musar (ética) en el nivel individual. Jojmá es la capacidad de discernir qué acciones y pensamientos son una expresión de la voluntad de Dios. Musar es la capacidad de llevar ese conocimiento a la acción.

* * *

Búsqueda de la perfección

La Torá continúa con tres prohibiciones que ponen en perspectiva nuestra búsqueda para alcanzar la perfección. Primero se nos dice que no plantemos una asheira (árbol) cerca del altar. El mensaje es que no debemos desviarnos en busca de algo atractivo o fructífero, como una asheira, y salirnos del camino de la absoluta subyugación a Dios.

Las frías y poco atractivas piedras del altar del Templo representan la devoción absoluta a Dios. Y son los sacrificios, que involucran la destrucción de un aspecto del mundo físico, los que en realidad preservan y dan sustento. Por esta razón se nos ordena salar las porciones de los sacrificios que serán quemados en el altar. La sal es un conservante. Salamos las porciones que serán consumidas en el altar para mostrar que, en realidad, al ser ofrendadas a Dios son preservadas para siempre.

A continuación la Torá nos ordena no erigir una matzevá, un monolito, sino que debemos erigir un mizbéaj. El Sforno explica que una piedra única (un monolito) representa una persona erigida perfecta frente a Dios. Un altar mizbéaj conformado de muchas piedras representa, en contraste, la búsqueda de la perfección de un individuo todavía imperfecto. Si un judío se engaña y piensa que ha alcanzado la perfección, lo que seguirá será con seguridad un desastre.

La prohibición siguiente en contra de ofrecer un animal defectuoso nos enseña, dice el Sforno, que nuestro objetivo es la perfección y la calidad, no la cantidad.

Si uno se desvía incluso levemente de seguir la voluntad de Dios, la búsqueda de la perfección no puede tener éxito. "Justicia, justicia perseguirás", la rectitud es un resultado de la rectitud, nunca puede ser resultado de la perversidad.

* * *

La joroba de un millón de rublos

Rav Israel Salanter relata la siguiente parábola:

El rey A le apuesta un millón de rublos al rey B de que puede convencer al primer ministro del rey B a que se quite la bata en público. El rey B puede darle a su primer ministro la instrucción que desee, siempre y cuando no revele la apuesta. El rey B llama a su primer ministro y le informa que será enviado al país del rey A, en donde puede hacer lo que quiera excepto una sola cosa: bajo ninguna circunstancia puede sacarse su bata en público.

Después de unos cuantos días, el rey A llama al primer ministro del rey B y le pregunta por qué tenía una joroba. El primer ministro responde que él no era jorobado. El rey A responde que estaba seguro de que lo era, y que estaba dispuesto a desembolsar medio millón de rublos para probarlo. Para establecer quién tenía razón, el primer ministro tenía que quitarse la bata en frente de la corte real.

El primer ministro acepta gustoso la apuesta a pesar de las órdenes del rey. Él razona que la apuesta era algo seguro, y que dividiría las ganancias con el rey B. El primer ministro se quita la bata. La corte real decide unánimemente que no era jorobado, y el rey le da alegremente su medio millón de rublos.

Al regresar a casa, el primer ministro le cuenta al rey B sobre su golpe de suerte y ofrece dividir la ganancia con el rey. Pero en lugar de estar feliz, el rey está lleno de ira. "Crees que me has hecho ganar 250.000 rublos, tonto, pero en realidad me costaste un millón porque no has seguido mi orden", grita el rey B.

Del mismo modo, dice Rav Israel, todos los que intentan acercarse a Dios de maneras no prescritas se engañan a sí mismos. Ese es el camino de la idolatría, el tema siguiente de la parashá.

* * *

Santuario íntimo

Sólo al obedecer a los líderes de Torá de la generación uno puede estar seguro de que su camino lleva a la perfección, y no lo opuesto. Por lo tanto, la necesidad de tal obediencia es el siguiente tema de la parashá.

Cuando la búsqueda de la perfección es la fuerza motivadora en la vida de una persona, el temor a estar engañándose o a no estar logrando esta perfección siempre está presente. Puede ser comparado a alguien que teme a los ratones y se encuentra en un edificio en llamas con un ratón atravesado en la única puerta de salida; esa persona olvidará rápidamente el miedo a los ratones.

Así también, todo otro miedo palidecerá para quien busca por sobre todo acercarse a Dios (y teme perder su cercanía a Dios):

Dios es mi luz y mi salvación, ¿a quién he de temer? Dios es la fortaleza de mi vida, ¿a quién he de tener pavor?... Si un ejército acampa frente a mí,… en esto confío… que viviré en el hogar de Dios todos los días de mi vida, que veré la afabilidad de Dios y visitaré su santuario íntimo (Salmos 27:1-4).

Cuando tal persona va a la batalla para luchar contra los enemigos de Israel y Dios, lo único que le importa es el fortalecimiento del reinado de Dios que resultará de la victoria.

Basado en lo mismo, el Séfer HaJinuj (Mitzvá 525) explica el fundamento de la mitzvá de no temerle al enemigo en la batalla:

Todo judío debe poner su confianza en Dios y no debe temer por su vida personal en una situación en la que puede darle honor a Dios y a su pueblo. No debería pensar en su esposa, en sus hijos ni en su propiedad, sino desviar su mente de todo y concentrarse sólo en la batalla. Y debería pensar que las vidas de toda la nación dependen de él…

Quien lucha con todo su corazón, con la intención de santificar el Nombre de Dios, tiene asegurado que no será dañado y que ameritará para sí y para sus hijos un fiel hogar en Israel y vida eterna en el Mundo Venidero.

Por cuanto que su único miedo en la batalla yace en no lograr el kidush Hashem de la victoria, no le teme al enemigo porque está pensando sólo en sus propias y grandes responsabilidades.

El único miedo que está prohibido es temerle a "ellos". El miedo al enemigo se desvanece comparado con el miedo al jilul Hashem de ser vencido en la batalla.

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