Trabajo profundo

13/08/2023

3 min de lectura

Shoftim (Deuteronomio 16:18-21:9 )

En su libro "Céntrate: Las cuatro reglas para el éxito en la era de la distracción", el Dr. Cal Newport defiende la importancia de asegurar tiempo y energía para poder enfocarse sin distracciones en tareas cognitivamente demandantes. Él incluso llega a declarar que esta habilidad es un súper poder, ya que logra volvernos más productivos y nos posibilita tener mayor impacto en la vida y en el trabajo, además de brindar una sensación de significado y satisfacción. Sin embargo, debido a las incesantes distracciones que nos rodean, la mayoría no damos prioridad a este trabajo profundo y, en cambio, llenamos nuestros cronogramas y nuestras rutinas con ocupaciones que mantienen nuestra atención flotando a nivel superficial.

En la porción de la Torá de esta semana, se le ordena al rey que debe tener todo el tiempo con él una copia de la Torá y que debe leerla cada día para aprender a reverenciar a Dios y observar todas las leyes de la Torá (Devarim 17:18-19).

En un fuerte discurso que dio a los estudiantes de la ieshivá Mir de Jerusalem en 1971, antes de sus vacaciones de verano, Rav Jaim Shmuelevitz usó este versículo como base para hablar sobre la importancia del trabajo profundo y de no distraerse. Él citó a Rav Moshé Luzzatto, quien escribió en "Mesilat Iesharim" (capítulo 25), que el hecho de que el rey tuviera que llevar todo el tiempo con él su Torá y leerla cada día "nos enseña que la reverencia sólo se aprende con el estudio ininterrumpido". La distracción es el enemigo tanto del desarrollo del carácter como del éxito en el estudio.

Rav Shmuelevitz lamentó el estancamiento de los logros en la ieshivá y lo atribuyó a la prevalencia de las distracciones que obstruyen la posibilidad de llegar a la verdadera grandeza. Si eso era cierto en Mir en el año 1971, mucho más lo es 52 años después, con todos los avances tecnológicos que compiten constantemente por nuestra atención ya agotada.

Los peligros de la distracción son evidentes también en otro aspecto de la porción de esta semana. Antes de llevar las tropas a la batalla, los oficiales anunciaban (Devarim 20:5): "¿Quién es el hombre que ha edificado una casa nueva y no la ha inaugurado? Que se vaya y vuelva a casa, no sea que muera en la guerra y otro hombre la inaugure". Las mismas instrucciones se daban a quien había sembrado un viñedo y no lo había redimido, y a quien se había comprometido pero todavía no se había casado. A primera vista, estas parecen ser excusas relativamente débiles para no poder luchar en la guerra. ¿Por qué estos casos merecían ser exceptuados?

Rashi comenta que la idea de que otro pueda llegar a terminar la tarea causa angustia psicológica. Jizkuni elabora que todo su corazón y su deseo sería terminar la tarea que había comenzado, y por lo tanto no podría concentrarse adecuadamente en la tarea que debía efectuar. El hecho de estar distraído sería peligroso durante la batalla y tendría consecuencias dramáticas para todo el ejército. Participar en la batalla requiere profunda concentración y trabajo. Cualquier distracción puede tener consecuencias desastrosas.

Si queremos tener éxito en nuestro estudio, nuestras carreras o nuestro desarrollo personal, tenemos que aprender cómo estar completamente absortos en la tarea que realizamos. Si constantemente nos distraemos y sólo nos relacionamos con las cosas a un nivel superficial, nos costará mucho lograr algún progreso significativo. En una realidad en la cual muchos tenemos múltiples responsabilidades que demandan nuestra atención en diferentes direcciones, además de que cada vez hay más distracciones tecnológicas, cada vez se vuelve más importante encontrar un tiempo y un espacio para trabajar a fondo.

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