Cómo elogiar

07/04/2024

6 min de lectura

Tazriá (Levítico 12-13 )

Los Sabios fueron muy elocuentes respecto al tema de lashón hará, el habla despectiva, el pecado que consideran como la causa de la afección de tzaraat. Pero hay un principio meta-halájico: "De lo negativo puedes inferir lo positivo".(1) Así, por ejemplo, de la gravedad de la prohibición de Jilul Hashem, la profanación del Nombre Divino, podemos inferir la importancia de lo opuesto, Kidush Hashem, santificar el Nombre de Dios.

Por lo tanto, resulta que junto al grave pecado de lashón hará, debe haber un principio de lashón hatov, habla buena, y esto debe ser más que la mera negación de su opuesto. La forma de evitar el lashón hará es practicar el silencio. De hecho, los Sabios fueron elocuentes sobre la importancia del silencio.(2) El silencio nos salva del habla negativa, pero por sí mismo no logra nada positivo. ¿Qué es entonces lashón hatov?

Una de las tareas más importantes de un líder, padre o amigo es enfocarse en los elogios. Ya mencionamos esta idea en la parashat Vaieshev, donde examinamos el texto clásico sobre el tema, una Mishná del Tratado de Avot (2:11) en la cual Rabán Iojanán ben Zakai enumera los elogios de sus cinco amados estudiantes:

Eliézer ben Hircanus: un pozo sellado que nunca pierde una gota. Iehoshúa ben Janania: dichosa quien lo dio a luz. Iosi el sacerdote: un hombre piadoso. Shimon ben Netanel: un hombre que teme al pecado. Elazar ben Araj: un manantial que fluye constantemente.

Todos los Rabinos tenían discípulos. El imperativo: "Formar muchos discípulos"(3) es una de las enseñanzas rabínicas más antiguas de las que se tiene constancia. Lo que la Mishná nos dice aquí es cómo crear discípulos. No es difícil crear seguidores. A menudo, un buen maestro se da cuenta que con el tiempo fue desarrollando un gran número de seguidores, estudiantes devotos. Pero, ¿cómo alentar a estos seguidores a convertirse en intelectuales creativos por derecho propio? Es mucho más difícil crear líderes que seguidores.

Rabán Iojanán ben Zakai fue un gran maestro porque cinco de sus alumnos se convirtieron en gigantes por derecho propio. La Mishná nos dice cómo lo hizo: con elogios enfocados. Él mostró a cada uno de sus alumnos dónde residía su fuerza particular. Eliézer ben Hircanus, el "pozo sellado que nunca pierde una gota", estaba dotado de una magnífica memoria, una habilidad importante en una época en la que los manuscritos eran escasos y la Ley Oral aún no se había plasmada por escrito. Shimon ben Netanel, el "hombre que teme al pecado", puede que no tuviera la brillantez intelectual de los otros, pero su naturaleza reverencial era un recordatorio para los demás de que no eran meros eruditos sino también hombres santos comprometidos en una tarea sagrada. Elazar ben Araj, el "manantial que fluye constantemente", tenía una mente creativa que constantemente daba lugar a nuevas interpretaciones de los textos antiguos.

Descubrí el poder transformador de los elogios enfocados gracias a una de las personas más extraordinarias que he conocido, Lena Rustin. Lena era fonoaudióloga y se especializaba en ayudar a niños tartamudos. La conocí a través de un documental de televisión que yo estaba realizando para la BBC sobre el estado de la familia en Gran Bretaña. Lena creía que había que entender a los niños pequeños que ella trataba (de alrededor de cinco años) en el contexto de sus familias. Las familias tienden a desarrollar un equilibrio. Si un niño tartamudea, todos los miembros de la familia se adaptan a eso. Por lo tanto, para que el niño deje de tartamudear, hay que renegociar todas las relaciones dentro de la familia. No sólo debe cambiar el niño. También deben cambiar todos los demás.

En general, tendemos a resistirnos al cambio. Nos acomodamos a patrones de comportamiento que nos resultan cada vez más cómodos, como un sillón bien usado o un par de zapatos gastados. ¿Cómo crear un ambiente familiar que fomente el cambio y lo haga menos amenazador? La respuesta que Lena descubrió fue el elogio. Ella decía a las familias con las que trabajaba que todos los días debían notar algo bueno que hiciera cada miembro de la familia y decírselo, de forma específica, positiva y agradecida.

Lena no entró en explicaciones profundas, pero viéndola trabajar empecé a comprender lo que estaba haciendo. Estaba creando en cada hogar una atmósfera de consideración mutua y constante refuerzo positivo. Quería que los padres crearan un ambiente de autoestima y confianza en uno mismo, no sólo para el niño tartamudo sino para todos los miembros de la familia, de modo que toda la atmósfera del hogar permitiera que la gente se sintiera segura para cambiar y ayudar a cambiar a los demás.

Comprendí que Lena había descubierto una solución no sólo para la tartamudez, sino para la dinámica grupal en general. Mi intuición se confirmó muy pronto de una forma sorprendente. En el equipo televisivo con el que siempre había trabajado había muchas tensiones. Varias cosas habían salido mal y había un ambiente de recriminación mutua. Después de filmar una sesión en la que Lena Rustin enseñaba a los padres a dar y recibir elogios, el equipo empezó a elogiarse mutuamente. Al instante, el ambiente se transformó. La tensión se disolvió y el rodaje volvió a ser divertido. La alabanza da a las personas la confianza necesaria para desprenderse de los aspectos negativos de su carácter y alcanzar todo su potencial.

La alabanza encierra también un profundo mensaje espiritual. Creemos que la religión trata de la fe en Dios. Lo que antes no había entendido del todo es que la fe en Dios debe llevarnos a tener fe en las personas, porque la imagen de Dios está en cada uno de nosotros y tenemos que aprender a discernirla. Entonces comprendí que la frase repetida en Génesis 1: "Y vio Dios que era bueno", está ahí para enseñarnos a ver lo bueno en las personas y en los acontecimientos, y al hacerlo, ayudarnos a fortalecer esa bondad. También comprendí por qué Dios castigó brevemente a Moshé convirtiendo su mano en tzaraat: porque él había dicho de los israelitas: "No creerán en mí". (Éxodo 4:1) Le estaba enseñando a Moshé una lección fundamental de liderazgo: No importa si creen en ti. Lo que importa es que tú creas en ellos.

De otra mujer sabia aprendí otra lección importante sobre los elogios. La psicóloga de Stanford Carol Dweck, en su libro "Mindset",(4) argumenta que marca una gran diferencia si creemos que nuestras habilidades son innatas y están determinadas para siempre (la mentalidad "fija"), o si asumimos que el talento es algo que logramos con el tiempo y con esfuerzo, práctica y persistencia (la mentalidad de "crecimiento"). Las personas que asumen el primer enfoque tienden a evitar los riesgos, porque temen que si fallan eso demuestre que no son tan buenos como pensaban. El segundo grupo acepta los riesgos porque para ellos el fracaso es una experiencia de aprendizaje a partir de la cual pueden crecer. De esto se desprende que hay buenos y malos elogios. Los padres y maestros no deben elogiar a los niños en términos absolutos: "¡Eres tan dotado, brillante, una estrella!". Deben elogiar el esfuerzo: "Te esforzaste mucho, hiciste tu mejor esfuerzo, y puedo ver la mejoría". Deben alentar una mentalidad de crecimiento, no una mentalidad fija.

Quizás esto explica una triste secuela en la vida de dos de los alumnos más dotados de Rabán Iojanán ben Zakai. La Mishná que sigue a la que citamos antes, afirma:

Él [Rabán Iojanán ben Zakai] solía decir: Si todos los Sabios de Israel estuvieran en un lado de una balanza y Eliézer ben Hircanus del otro lado, él los superaría a todos. Sin embargo, Aba Shaúl dijo en su nombre: Si todos los Sabios de Israel, incluyendo a Eliézer ben Hircanus, estuvieran de un lado de la balanza, y Elazar ben Araj del otro lado, él los superaría a todos. (Avot 2:12)

Trágicamente, al final Rabí Eliézer ben Hircanus fue excomulgado por sus colegas por no aceptar la opinión mayoritaria sobre un asunto de la ley judía.(5) En cuanto a Rabí Elazar ben Araj, se separó de sus colegas. Cuando estos se fueron a la academia de Iavne, él se fue a Emaús, un lugar agradable para vivir pero carente de otros eruditos de la Torá. Con el tiempo, olvidó lo que sabía y se convirtió en una pálida sombra de sí mismo.(6) Es posible que al elogiar a sus estudiantes por sus habilidades innatas en vez de elogiar sus esfuerzos, Rabán Iojanán ben Zakai alentara sin intención a sus dos alumnos más talentosos a desarrollar una mentalidad fija en vez de comprometerse con sus colegas y mantenerse abiertos a seguir creciendo intelectualmente.

El elogio, y cómo lo administramos, es un elemento fundamental de cualquier clase de liderazgo. Al reconocer lo bueno de las personas y expresarlo, ayudamos a que fructifique el potencial. Elogiar los esfuerzos en vez de los dones innatos ayuda a fomentar el crecimiento, sobre lo que Hilel solía decir: "Quien no incrementa sus conocimientos, los pierde" (Avot 1:13). El elogio adecuado cambia las vidas. Ese es el poder del lashón hatov. Hablar mal nos empequeñece. Hablar bien puede elevarnos a alturas impresionantes.


NOTAS

  1. Nedarim 11a
  2. Ver por ejemplo Mishná Avot 1:17, 3:13
  3. Mishná Avot 1:1
  4. Carol Dweck, "Mindset", Ballantine Books, 2007
  5. Bava Metzía 59b
  6. Shabat 147b
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