El octavo día

20/04/2023

6 min de lectura

Tazriá (Levítico 12-13 )

Nuestra parashá comienza hablando del nacimiento y, en el caso de que nazca un varón, "Y en el octavo día será circuncidada la carne de su prepucio" (Levítico 12:3). Esto se conoce no sólo como "milá, circuncisión, sino como algo más teológico, brit milá, el pacto de la circuncisión. Esto se debe a que incluso antes del Sinaí, casi desde el comienzo de la historia judía, la circuncisión se convirtió en la señal del pacto de Dios con Abraham (Génesis 17:1-14).

¿Por qué la circuncisión? ¿Por qué desde el comienzo esto no fue sólo una mitzvá, un mandamiento más entre tantos otros, sino la señal misma de nuestro pacto con Dios? ¿Y por qué al octavo día? La parashá de la semana pasada fue "Sheminí", "el octavo [día]" (Levítico 9:1), porque hablaba de la inauguración del Mishkán, el Santuario, lo cual también tuvo lugar al octavo día. ¿Acaso hay alguna conexión entre estos dos eventos bastante diferentes?

El lugar para comenzar es un extraño Midrash que registra un encuentro entre el gobernador romano Tineius Rufus(1) y Rabí Akiva. Rufus comenzó la conversación preguntándole a Rabí Akiva: "¿Qué es mejor, la obra de Dios o del hombre?". Sorpresivamente, Rabí Akiva le respondió: "La del hombre". "Pero mira los cielos y la tierra, ¿acaso un ser humano puede crear algo similar?", le preguntó Rufus. Rabí Akiva le respondió que la comparación no era justa. "Crear el cielo y la tierra está fuera de la capacidad humana. Dame un ejemplo tomado de algo que esté dentro del alcance humano". Rufus dijo: "¿Por qué practican la circuncisión?". Rabí Akiva le dijo: "Sabía que formularías esa pregunta. Por eso te dije que las obras de los humanos son mejores que las de Dios".

Luego Rabí Akiva le envió al gobernador espigas de trigo y pasteles. El trigo sin procesar es la obra de Dios. Los pasteles son obra del hombre. ¿Acaso no es más placentero comer pasteles que espigas de trigo crudas?". Rufus le dijo: "Si Dios realmente quería que practicáramos la circuncisión, ¿por qué no dispuso que los bebés nacieran circuncidados?". Rabí Akiva le respondió: "Dios dio los mandamientos a Israel para refinar nuestro carácter".(2) Esta es una conversación muy extraña, pero como veremos, profundamente significativa. Para entenderla, tenemos que regresar hacia el comienzo del tiempo.

La Torá nos dice que Dios creó el universo en seis días y el séptimo descansó, declarándolo sagrado. Su última creación, el sexto día, fue la humanidad: el primer hombre y la primera mujer. De acuerdo con los Sabios, ese mismo día Adam y Javá pecaron al comer el fruto prohibido y fueron sentenciados a ser exiliados del Jardín del Edén. Sin embargo, Dios postergó la ejecución de la sentencia un día entero para permitirles pasar Shabat en el Jardín. Cuando el día estaba por culminar, los seres humanos estaban a punto de ser arrojados al mundo en medio de la oscuridad de la noche. Dios les tuvo misericordia y les mostró cómo crear luz. Por eso en la Havadalá encendemos una vela especial, no sólo para marcar el final del Shabat sino también para mostrarnos que comenzamos el trabajo de la semana con la luz que Dios nos enseñó a crear.

Por lo tanto, la vela de Havdalá representa la luz del octavo día, que marca el comienzo de la creatividad humana. Tal como Dios comenzó el primer día de la creación con las palabras: "Que haya luz", también al comienzo del octavo día Él le mostro a los seres humanos cómo ellos mismos podían crear luz. Esto implica que en el judaísmo la creatividad humana es concebida como un paralelo a la creatividad Divina,(3) y su símbolo es el octavo día.

Por eso el Mishkán fue inaugurado al octavo día. Como señalaron Nejama Leibowitz y otros, existe un paralelismo inequívoco entre el lenguaje que la Torá usa para describir la creación Divina del universo y la creación del Santuario por parte de los israelitas. El Mishkán era un microcosmos, un cosmos en miniatura. Así comienza Génesis y termina Éxodo, con historias de la creación. La primera por Dios, la segunda por los israelitas. El octavo día es cuando celebramos la contribución humana a la creación.

Esta es también la razón por la cual la circuncisión tiene lugar al octavo día. Nosotros creemos que toda vida viene de Dios. Cada ser humano es Su imagen y semejanza. Vemos a cada niño como un regalo de Dios: "Los hijos son una herencia de Dios; el fruto del vientre, Su recompensa" (Salmos 127:3). Sin embargo, hace falta un acto humano (la circuncisión) para señalar que ese niño judío ha entrado al pacto. Y por eso esto ocurre al octavo día, para enfatizar que el acto que simboliza la entrada al pacto es un acto humano, tal como lo fue cuando los israelitas dijeron al pie del Monte Sinaí: "Todo lo que Dios ha dicho, haremos y escucharemos" (Éxodo 24:7).

La mutualidad y la reciprocidad marcan la naturaleza especial del pacto específico que Dios hizo primero con Abraham y luego con Moshé y los israelitas. Esto es lo que lo diferencia del pacto universal que Dios hizo con Nóaj y a través de él con toda la humanidad. Ese pacto, que encontramos en Génesis 9, no implicó ninguna respuesta humana. Su contenido eran lo siete mandamientos noájicos. Su señal es el arcoíris. Pero Dios no le pidió nada a Nóaj, ni siquiera su consentimiento. El judaísmo encarna una dualidad de lo universal y lo particular. Todos tenemos un pacto con Dios por el mero hecho de nuestra humanidad. Todos estamos obligados por las leyes básicas de moralidad. Eso es parte de lo que significa ser humano.

Pero ser judío también es ser parte de un pacto particular de reciprocidad con Dios. Dios nos llama. Nosotros respondemos. Dios comienza el trabajo y nos convoca a completarlo. Eso es lo que representa el acto de la circuncisión. Rabí Akiva dijo que Dios no hizo que los bebés nazcan circuncidados de forma deliberada, para que fuera para nosotros la señal del pacto.

Ahora podemos comenzar a entender la profundidad de la conversación entre Rabí Akiva y el gobernador romano Tineius Rufus. Para los romanos, los griegos y el mundo antiguo en general, los dioses se encontraban en la naturaleza: el sol, el mar, el cielo, la tierra y sus estaciones, los campos y su fertilidad. En el judaísmo, Dios está más allá de la naturaleza, y Su pacto con nosotros nos lleva más allá de la naturaleza. Por lo tanto, para nosotros no todo lo natural es bueno. La guerra es natural. El conflicto es natural. La violenta competencia para ser el varón alfa es natural. Los judíos, y otros inspirados por el Dios de Abraham, creen lo que Katheryn Hepburn le dijo a Humphrey Bogart en "La reina de África": "Sr. Allnut, nos pusieron en este mundo precisamente para que nos elevemos sobre la naturaleza".

Los romanos creían que la circuncisión era algo extraño porque no era natural. ¿Por qué no celebrar el cuerpo humano tal como Dios lo creó? Rabí Akiva le dijo al gobernador romano que Dios valora la cultura, no sólo la naturaleza; la obra de los humanos y no sólo la obra de Dios. Este grupo de ideas (que Dios dejó la creación sin terminar para que podamos convertirnos en sus socios en su complementación; que al responder a los mandamientos de Dios nos refinamos; que Dios tiene placer con nuestra creatividad y nos ayudó a lo largo del camino enseñando a los primeros seres humanos cómo crear luz), hacen que el judaísmo sea único en su fe en la fe que Dios tiene en la humanidad. Todo esto está implícito en la idea del octavo día como el día en el cual Dios envió a los humanos al mundo para convertirse en Sus socios en la obra de la creación.

¿Por qué esto queda simbolizado en el acto de la circuncisión? Porque si Darwin tuviera razón, entonces el más primigenio de todos los instintos humanos es tratar de transmitir sus genes a la siguiente generación. Esa es la mayor fuerza de nuestra naturaleza interior. La circuncisión simboliza la idea de que hay algo más elevado que la naturaleza. Transmitir nuestros genes a la siguiente generación no debe ser simplemente un instinto ciego, un instinto darwiniano. El pacto de Abraham se basó en la fidelidad sexual, la santidad del matrimonio y la consagración del amor que trae nueva vida al mundo.(4) Esto es un rechazo de la ética del varón alfa.

Dios creó la naturaleza física; la naturaleza que describe la ciencia. Pero Él nos pide que seamos co-creadores, con Él, de la naturaleza humana. Como dijo Rav Abraham Mordejai Alter de Guer: "Cuando Dios dijo: 'Hagamos un hombre a nuestra imagen', ¿a quién le estaba hablando? Al hombre mismo. Dios le dijo al hombre: 'Tú y Yo vamos a hacer juntos al hombre".(5) El símbolo de esa co-creación es el octavo día, el día en el cual Él nos ayuda a comenzar a crear un mundo de luz y amor.


NOTAS:

  1. Quintus Tineius Rufus, gobernador de Judea durante el levantamiento de Bar Kojva. Él es conocido en la literatura rabínica como "el malvado". Su hostilidad hacia la práctica judía fue uno de los factores que provocó el levantamiento.
  2. Tanjuma, Tazría 5.
  3. Esto también queda señalado en la plegaria de la Havdalá que menciona cinco havdalot, "distinciones", entre lo sagrado y lo profano, la luz y la oscuridad, Israel y las naciones, Shabat y los días de la semana, y la expresión final: "Quien distingue entre lo sagrado y lo profano". Esto es paralelo a Génesis 1, donde aparece cinco veces el verbo lehavdil, distinguir, separar.
  4. Como ya he dicho en otra parte, esta es la razón por la cual Génesis no critica la idolatría pero sí critica de forma implícita, por lo menos en seis ocasiones, la falta de ética sexual entre los pueblos con los cuales entraron en contacto los patriarcas y sus familias.
  5. Rav Abraham Mordejai Alter de Guer, "Likutei Iehudá".
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