En contra del odio

20/08/2023

7 min de lectura

Ki Tetzé (Deuteronomio 21:10-25:19 )

Ki Tetzé contiene más leyes que cualquier otra parashá de la Torá, y es posible llegar a sentirse abrumado por esa riqueza de detalles. Sin embargo, un versículo se destaca por ser totalmente contrario al sentido común:

No aborrecerás al edomita, ya que él es tu hermano. No aborrecerás al egipcio, ya que tú fuiste extranjero en su tierra. (Deuteronomio 23:8)

Estos son mandamientos completamente inesperados. Examinarlos y entenderlos nos enseñará una importante lección sobre la sociedad en general y sobre el liderazgo en particular.

En primer lugar, los judíos han sido eje del racismo más y más tiempo que cualquier otra nación sobre la tierra. Por lo tanto, debemos ser doblemente cuidadosos de no caer nunca en esta misma conducta. Creemos que Dios nos ha creado a todos a Su imagen, sin importar el color, la clase, la cultura o la religión. Si menospreciamos a otras personas debido a su raza, entonces estamos menospreciando la imagen de Dios y no respetamos kavod habriot, la dignidad humana.

Si pensamos menos de una persona por el color de su piel, estamos repitiendo el pecado de Aharón y Miriam: "Miriam y Aharon hablaron de Moshé con respecto a la mujer cushit que él había tomado, pues él se había casado con una mujer cushit" (Números 12:1). Hay diferentes interpretaciones midráshicas de este pasaje, pero el sentido llano es que menospreciaron a la esposa de Moshé porque -como ocurre en general con las mujeres cushit- ella tenía la piel oscura, lo que hace que esta sea la primera instancia de prejuicio por el color de la piel. Por este pecado, Miriam fue castigada con lepra.

En cambio, debemos recordar la bella frase del Cantar de los Cantares: "Yo soy negra pero hermosa, Oh hijas de Jerusalem, como las tiendas de Kedar, como las cortinas de Salomón. No me miren porque soy oscura, porque el sol me miró" (El Cantar de los Cantares 1:5).

Los judíos no pueden quejarse de que otros tengan una actitud racista hacia ellos si ellos tienen actitudes racistas hacia otros. "Primero corrígete a ti mismo y luego trata de corregir a los demás", dice el Talmud. (Baba Metzía 107b). El Tanaj contiene evaluaciones negativas de algunas naciones, pero siempre esto se relaciona con sus fallas morales y nunca se debe a su etnia o al color de su piel.

Ahora volvamos a los dos mandamientos de Moshé en contra del odio,(1) ambos sorprendentes. " No aborrecerás al egipcio, ya que tú fuiste extranjero en su tierra". Esto es algo extraordinario. Los egipcios esclavizaron a los israelitas, planearon contra ellos un programa de lento genocidio, y luego se negaron a dejarlos partir a pesar de las plagas que devastaban su tierra. ¿Acaso estas no son razones para el odio?

Es cierto. Pero los egipcios en un primer momento brindaron un refugio para los israelitas en una época de hambruna. Ellos honraban a Iosef, quien se había elevado al cargo de Virrey del faraón. Las maldades que cometieron contra los hebreos bajo la dirección de "un nuevo rey que no conocía a Iosef" (Éxodo 1:8) fueron instigadas por el faraón mismo, no por el pueblo. Además, la hija de ese mismo faraón fue quien rescató y adoptó a Moshé.

La Torá distingue claramente entre los egipcios y los amalequitas. Los últimos estaban destinados a ser enemigos perennes de Israel, peor no así los primeros. En un momento posterior, Isaías dio una profecía respecto a que llegaría un día en el que los egipcios sufrirían su propia opresión. Entonces ellos clamarán a Dios, Quien los rescatará tal como Él rescató a los israelitas.

Porque cuando clamen a Hashem por sus opresores, Él les enviará un salvador y un defensor, y Él los rescatará. Entonces Hashem se revelará ante los egipcios, y en ese día ellos reconocerán a Dios. (Isaías 19:20-21)

La sabiduría del mandamiento de Moshé de no despreciar a los egipcios sigue brillando en la actualidad. Si el pueblo hubiera seguido odiando a sus antiguos opresores, Moshé habría sacado a los israelitas de Egipto, pero no habría podido sacar a Egipto de los israelitas. Ellos hubieran seguido siendo esclavos, no física sino psicológicamente. Serían esclavos del pasado, cautivos de las cadenas del resentimiento, incapaces de construir el futuro. Para ser libre, tiendes que dejar atrás el odio. Esta es una verdad difícil pero necesaria.

No menos sorprendente es que Moshé insistiera: " No aborrecerás al edomita, ya que él es tu hermano". Edom era otro nombre de Esav. Hubo un momento en el cual Esav odió a Iaakov y juró matarlo. Además de esto, antes de que nacieran los mellizos, el oráculo le dijo a Rivká: "Dos naciones hay en tu vientre, y dos civilizaciones de tus entrañas se separarán; una civilización se fortalecerá de la otra y el mayor servirá al menor" (Génesis 25:23). Lo que sea que signifiquen estas palabras, ellas parecen implicar que habrá un conflicto eterno entre los dos hermanos y entre sus descendientes.

Mucho más tarde, durante el período del Segundo Templo, el profeta Malají dijo: "¿Acaso Esav no era el hermano de Iaakov? Dijo Hashem, "A Iaakov lo he amado y a Esav lo aborrecí…" (Malají 1:2-3). Y siglos más tarde, Rabí Shimon bar Iojai dijo: "la halajá (regla, ley, la verdad inescapable) es que Esav odia a Iaakov".(2) ¿Por qué entonces Moshé nos dice que no debemos menospreciar a los descendientes de Esav?

La respuesta es simple. Esav puede odia a Iaakov, pero eso no implica que Iaakov deba odiar a Esav. Responder al odio con odio es dejarse arrastrar al nivel de tu oponente. Cuando en el curso de un programa televisivo, le pregunté a Judea Pearl, el padre del periodista asesinado Daniel Pearl, por qué trabajaba por una reconciliación entre judíos y musulmanes, él respondió con una lucidez desgarradora: "El odio mató a mi hijo. Por lo tanto, estoy decidido a luchar contra el odio". Como escribió Martin Luther King Jr.: "La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad, sólo la luz puede hacerlo. El odio no puede ahuyentar el odio, sólo el amor puede hacerlo".(3) O como dice Kohelet, hay "un tiempo para amar y tiempo de odiar, tiempo de guerra y tiempo de paz" (Eclesiastés 3:8).

Fue precisamente Rabí Shimon bar Iojai quien dijo que cuando Esav se encontró con Iaakov por última vez, lo besó y lo abrazó "con todo el corazón".(4) El odio, en especial entre la familia, no es eterno e inexorable. Moshé implicó que siempre debemos estar dispuestos a reconciliarnos con nuestros enemigos.

La teoría de juegos contemporánea (el estudio de la toma de decisiones), sugiere lo mismo. El programa de Martin Nowak "ojo por ojo generoso", es una estrategia ganadora en el escenario, conocido como el dilema del prisionero iterado, un ejemplo creado para el estudio de la cooperación entre dos individuos. El ojo por ojo dice: empieza por ser amable con tu oponente, luego hazle lo que te hace a ti (en hebreo, midá kenegued midá). El "ojo por ojo generoso" dice: no siempre debes hacer a los demás lo que ellos te hacen a ti, porque puedes encontrarse atrapado en un ciclo de represalias mutuamente destructivas. De vez en cuando ignora (es decir, perdona) el último movimiento dañino de tu oponente. Esto, en términos generales, es lo que dijeron los Sabios cuando dijeron que Dios creó originalmente al mundo con el Atributo de justicia estricta, pero vio que no podría sobrevivir sólo de esa forma. Por ello incorporó al mundo el pricipio de la misericordia.(5)

Los dos mandamientos de Moshé en contra del odio son testimonio de su grandeza como líder. Lo más fácil de lograr en el mundo es convertirse en líder movilizando als fuerzas del odio. Eso es lo que hicieron Radovan Karadzic y Slobodan Milosevic en la ex Yugoeslavia, y eso llevó a un asesinato amsivo y una limpieza étnica. Eso es también lo que hicieron los medios de comunicación controlados por el estado describiendo a los tutsis como inyenzi (cucarachas), antes del genocidio de 1994 en Rwanda. Es lo que hacen en la actualidad decenas de predicadores del odio, a menudo usando el internet para comunicar paranoia e incitar actos de terror. Finalmente, esta fue la técnica que dominó Hitler como un preludio al peor crimen de seres humanos contra la humanidad.

El idioma del odio es capaz de crear enemistad entre personas de diferente fe y origen étnico que vivieron en paz durante siglos. Esta ha sido consistentemente la fuerza más destructiva de la historia, e incluso saber lo que ocurrió en el Holocausto no ha logrado ponerle fin, ni siquiera en Europa. Esta es la clara marca de un liderazgo tóxico.

En su obra clásica, "Liderazgo", James MacGregor Burns distingue entre líderes transaccionales y líderes transformativos. El primero responde a los intereses del pueblo. El último intenta elevar su perspectiva. "El liderazgo transformativo eleva. Es moral pero no moralista. Los líderes tienen relación con los seguidores pero desde niveles más elevados de moralidad, en el entrelazamiento de objetivos y valores tanto los líderes como los seguidores se elevan a niveles de juicio basados en principios".(6)

El liderazgo en su nivel más elevado transforma a quienes lo ejercen y a quienes se ven influenciados. El mayor líder convierte a sus seguidores en mejores personas, más amables y más nobles, más de lo que hubieran sido de otra manera. Ese fue el logro de Washington, Lincoln, Churchill, Gandhi y Mandela. El caso paradigmático fue Moshé, el hombre que influyó más que cualquier otro líder en la historia.

Esto lo logró enseñándoles a los israelitas a no odiar. Un buen líder sabe que se debe odiar el pecado pero no al pecador. No hay que olvidar el pasado pero no podemos quedarnos cautivos de él. Debemos estar dispuestos a luchar contra nuestros enemigos, pero nunca permitir que ellos nos definan ni volvernos como ellos. Tenemos que aprender a amar y perdonar. Reconocer a las personas malvadas, pero mantenernos enfocados en lo bueno que tenemos la posibilidad de hacer. Sólo de esta manera elevamos las miras morales de la humanidad y ayudamos a redimir al mundo que compartimos.


NOTAS

  1. Siempre que me refiero a los "mandamientos de Moshé", obviamente mr refiero a aquellos que Dios instruyó a Moshé mediante la revelación, y luego nos fueron transmitidos de generación en generación. Esto, en un sentido profundo, es la razón por la que Dios eligió a Moshé, un hombre que dijo repetidamente sobre sí mismo que no era un hombre de palabras. Las palabras que Moshé pronunciaba eran las palabras de Dios, y sólo eso es lo que les da una autoridad eterna para el pueblo del apcto.
  2. Sifrei, Bamidbar, Behalotjá 69
  3. Strength to Love (Minneapolis, Minn.: Fortress Press, 1977), 53.
  4. Sifrei ad loc.
  5. Ver Rashi sobre Génesis 1:1, s.v. bara.
  6. James MacGregor Burns, Leadership, Harper Perennial, 2010, 455.
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