La fe de Dios

08/10/2023

5 min de lectura

Bereshit (Génesis 1:1-6:8 )

Hay una gran pregunta en la base de la fe judía que raramente se formula. Cuando la Torá comienza, vemos que Dios creó el universo día a día, dando orden en medio del caos, vida a partir de materia inerte, flora y fauna en toda su maravillosa diversidad. En cada etapa, Dios vio lo que había hecho y declaró que era bueno.

Entonces, ¿qué salió mal? ¿Cómo entró en la imagen el mal, poniendo en funcionamiento el drama que registra la Torá (en cierto sentido, toda la historia)? La respuesta breve es el hombre, el homo sapiens, nosotros. Sólo nosotros entre todas las formas de vida hasta ahora conocidas, tenemos libre albedrío, opción y responsabilidad moral. Los gatos no debaten si es ético matar ratones. Los murciélagos vampiros no se vuelven vegetarianos. Las vacas no se preocupan por el calentamiento global.

Esta compleja capacidad de hablar, pensar y elegir entre cursos de acción alternativos, es a la vez nuestra gloria, nuestra carga y nuestra vergüenza. Cuando actuamos bien, somos un poco menos que los ángeles. Cuando actuamos mal, caemos más bajo que las bestias. ¿Por qué entonces Dios corrió el riesgo de crear la única forma de vida capaz de destruir el orden que Él creó y declaró que era bueno? ¿Por qué Dios nos creó?

Esta es la pregunta que formula la Guemará en Sanedrín:

Cuando el Santo, Bendito Sea, fue a crear al hombre, creó un grupo de ángeles ministeriales y les preguntó: "¿Están de acuerdo en que hagamos al hombre a nuestra imagen?".

Ellos le respondieron: "Amo del Universo, ¿cuáles serán sus actos?".

Dios les mostró la historia de la humanidad.

Los ángeles respondieron: "¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él? [Que el hombre no sea creado].

Dios destruyó a los ángeles. 

Él creó un segundo grupo de ángeles, les formuló la misma pregunta y recibió la misma respuesta.

Dios los destruyó.

Él creó un tercer grupo de ángeles y ellos le respondieron: "Soberano del universo, los dos primeros grupos de ángeles te dijeron que no crearas al hombre, y eso no les sirvió de nada. No los escuchaste. Por lo tanto, lo que podemos decirte es esto: El universo te pertenece. Haz lo que Tú desees".

Y Dios creó al hombre.

Pero cuando llegó la generación del Diluvio, y luego la generación que construyó la Torre de Babel, los ángeles le dijeron a Dios: "¿Es que no tenían razón los primeros ángeles? Mira qué grande es la corrupción de la humanidad".

Y Dios les respondió (Isaías 46:4): "Hasta la vejez no cambiaré y hasta las canas seré paciente" [Talmud de Babilonia, Sanedrín 38b].

Técnicamente, la Guemará se refiere a un desafío estilístico en el texto. Para todos los otros actos de creación en Génesis 1, la Torá dice: "Dios dijo: 'Que haya'.. Y hubo…". Sólo en el caso de la creación de la humanidad hay un prefacio, un preludio. Dios dijo: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza". ¿A qué "nosotros" se refiere? ¿Y por qué el preámbulo?

Con su forma aparentemente inocente e infantil (pero en verdad sutil y profunda), los Sabios responden ambas preguntas al decir que Dios consultó con los ángeles.

Pero ahora la pregunta se vuelve todavía más profunda. Porque al crear a los humanos, Dios dio existencia a la única forma de vida que, con excepción a Dios mismo, es capaz de elegir libremente. Eso es lo que significa la frase cuando dice: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza". Porque lo que resalta es que Dios no tiene imagen. Forjar una imagen de Dios es el arquetípico acto de idolatría.

Esto no sólo implica el hecho obvio de que Dios es invisible. Él no puede verse. No puede ser identificado con ninguna cosa de la naturaleza: no con el sol, la luna, los truenos, los relámpagos, el océano ni ningún otro objeto ni las fuerzas a las cuales la gente idolatraba en esos días. En este sentido superficial, Dios no tiene imagen. Sigmund Freud escribió en su último libro "Moshé y el monoteísmo, que esta es la máxima contribución del judaísmo. Al servir a un Dios invisible, los judíos inclinaron a la civilización de lo físico a lo espiritual.

Pero la idea de que Dios no tiene imagen va más profundo que esto. Significa que no podemos conceptualizar a Dios, entenderlo ni predecirlo. Dios no es una esencia abstracta; es una presencia viva. Este es el significado de la propia definición que Dios le dio a Moshé en la zarza ardiente: "Seré el que seré", es decir "Seré lo que Yo elija ser". "Yo soy el Dios de la libertad, Quien otorgó libertad a la humanidad, y voy a sacar a los hijos de Israel de la esclavitud a la libertad".

Cuando Dios creó a la humanidad a Su imagen, esto implicó que le dio a los humanos la libertad de elegir, de modo que nunca puedes predecir por completo lo que harán. También ellos, dentro de los límites de nuestra finitud y mortalidad, serán lo que elijan ser. Lo cual implica que cuando Dios les dio a los humanos la libertad de actuar bien, les dio la libertad de actuar mal. Ni siquiera Dios puede evitar este dilema. Y así fue. Adam y Javá pecaron. El primer niño humano, Caín, asesinó al segundo, Hével, y en un breve espacio de tiempo el mundo se llenó de violencia.

En uno d ellos pasajes más agudos de todo el Tanaj, leemos en la parashá de esta semana:

"Dios vio que era grande la maldad del hombre sobre la tierra, y que todo designio de los pensamientos de su corazón era sólo maldad todo el día. Dios reconsideró haber hecho al hombre en la tierra y se entristeció en Su corazón" (Génesis 6:5-6)

De aquí surge la pregunta de los ángeles, la máxima pregunta de fe. ¿Por qué Dios, conociendo los riesgos y los peligros, creó especies que podrían y que se rebelarían contra Él, que devastarían el medio natural, cazarían especies hasta extinguirlas y oprimirían y matarían a sus semejantes?

El Talmud, imaginando una conversación entre Dios y los ángeles, sugiere una tensión dentro de la misma mente de Dios. La respuesta que Dios dio a los ángeles es extraordinaria: ""Hasta la vejez no cambiaré y hasta las canas seré paciente". Esto significa: Yo, Dios, estoy dispuesto a esperar. Si lleva diez generaciones hasta que pueda emerger Nóaj, y otras diez generaciones para Abraham, Yo tendré paciencia. Sin importar cuántas veces los humanos me decepcionen, Yo no cambiaré. Sin importar cuánto mal ellos hagan en el mundo, Yo no perderé las esperanzas. Lo hice una vez, y traje el Diluvio. Pero después vi que los humanos son meramente humanos, y nunca traeré otro Diluvio.

Dios creó a la humanidad porque tenía fe en ella. Mucho más de lo que nosotros tenemos fe en Dios, Dios tiene fe en nosotros. Podemos fracasar muchas veces, pero cada vez que fracasamos, Dios dice: "Hasta la vejez no cambiaré y hasta las canas seré paciente". Nunca voy a ceder a la humanidad. Nunca perderé la fe. Esperaré cuanto sea necesario para que los humanos aprendan a no oprimir, esclavizar ni usar la violencia contra otros humanos. Esta, implica el Talmud, es la única explicación concebible por la que un Dios bondadoso, sabio, todopoderoso y que todo lo sabe creó criaturas tan falibles y destructivas como nosotros. Dios tiene paciencia. Dios tiene perdón. Dios tiene compasión. Dios tiene amor.

Durante siglos, los teólogos y los filósofos han mirado a la religión al revés. El fenómeno real que se encuentra en su eje, el misterio y el milagro, no es nuestra fe en Dios, sino la fe que Dios tiene en nosotros.

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