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En el principio del crear de Dios los cielos y la tierra… Dios bendijo el séptimo día y lo consagró, porque en él cesó de toda Su labor, la que Dios había creado para hacer.
Estos dos versículos abarcan toda la creación. Las tres primeras palabras (Bereshit bará Elokim) terminan con las letras taf, alef, mem, que forman la palabra emet, "verdad". También las tres últimas palabras (bará Elokim laasot) terminan con las letras alef, mem, taf, formando una vez más la palabra emet. Rav Simja Bunim de Peshisja cita la declaración del Talmud respecto a que "el sello de Dios es la verdad", y comenta: "Se acostumbra que un autor escriba su nombre al comienzo de su libro. Dios colocó Su Nombre emet–verdad en el primer capítulo de la Torá. Por lo tanto el emet envuelve toda la creación, un testimonio de Dios como el Creador".
Divrei Shaul señala que todas las cualidades son un asunto de grado. Puede haber mayor o menor belleza, mayor o menor sabiduría, mayor o menor fuerza, etc. Sólo hay una cualidad de la cual no puede haber más o menos: la verdad. No es posible que algo sea más verdadero o menos verdadero. Algo es verdad o no lo es.
Dios se identifica con la verdad. Así como la verdad nunca puede alterarse, porque una verdad alterada ya no es verdad, tampoco puede haber ningún cambio en Dios (Malaji 2:6).
El Talmud dice que el emet tiene una base ancha y firme, formada por la primera letra del alfabeto, la alef, la letra del medio, la mem, y la última letra, la taf (Shabat 55a). Por lo tanto, la verdad es estable y durable. En cambio, la falsedad, en hebreo sheker, consiste de tres letras que están juntas casi al final del alfabeto. El sheker es pesado y no puede mantenerse.
La medida en que una persona vive con la verdad es la medida en que se identifica con Dios. Cualquier falsedad aleja a la persona de Dios.
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