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En medio de la parashat Nitzavim encontramos algo muy enigmático:
Aunque tus dispersos estén en el confín de los cielos, de ahí te juntará Hashem tu Dios y de ahí te tomará. Y Hashem tu Dios te llevará a la Tierra que heredaron tus ancestros y la tomarás en posesión y Él te beneficiará (Deuteronomio 30:4-5)
¿Por qué Dios reuniría a los individuos que se encuentran en el lugar más sagrado, en el cielo, para llevarlos a la tierra? Sin duda la reunión de los judíos en Israel es algo que tendrá lugar desde lugares menos elevados, como la tierra.
Rav Saadia Gaón interpreta esto como una metáfora. La Torá nos describe un pueblo que a pesar de estar en el exilio vive vidas sagradas y devotas, que retorna a Dios, que escucha todos Sus mandamientos y le sirve fielmente (30:2). A lo largo de nuestra historia, el pueblo judío se esforzó para cumplir con este mandato. Se formaron comunidades insulares de piedad, donde las casas de estudio estaban repletas y el sistema era la adherencia a la ley judía. Estos fueron momentos de educación y crecimiento espiritual, y los logros de erudición que resultaron fueron extraordinarios.
Pero tal como ocurre cuando alguien va a la universidad, el estudio es un elevado ideal en sí mismo, pero también es más un medio que un fin. Adquirimos conocimiento para poder aplicarlo. En el Mundo Venidero, en el Cielo, el estudio de la Torá puede verse exclusivamente como un fin, pero nuestro rol en la tierra es santificar lo mundano, vivir una vida de santidad, y al hacerlo, elevar al mundo para que sea un lugar más sagrado.
En nuestra vida privada, está bien retirarnos de las influencias sociales y crear un espacio sagrado donde podamos enfocarnos en nuestro viaje espiritual personal. Sin embargo, con frecuencia la gente se queda atrapada en este enfoque interior y pierde de vista el objetivo final: nuestra responsabilidad de llevar con nosotros al mundo en nuestro camino de crecimiento espiritual.
Quizás al decir que Dios reunirá a las personas de "los confines del cielo", la Torá implica que Dios hará que regresen de sus búsquedas solamente espirituales, y los traerá de regreso "a la tierra", a la realidad. Al mencionar específicamente la tierra, la Torá enseña que Dios llevará a las personas a enfrentarse con los aspectos prácticos esenciales de sembrar semillas y trabajar físicamente la tierra.
Hay una tradición kabalística que dice que cada versículo de la Torá alude a un año específico de la historia del mundo. (Esta tradición puede remontarse hasta el Gaón de Vilna, tal como vemos al final del Néfesh HaJaim, de Rav Jaim de Volozhin). Increíblemente, el versículo que analizamos; "Y Hashem tu Dios te llevará a la tierra que heredaron tus ancestros y la heredarás…" (Deuteronomio 30:5), es el versículo número 5.708 de la Torá. El año 5708 en el calendario lunar corresponde al año 1948 del calendario gregoriano, que es el año en el cual se estableció el estado de Israel. Particularmente conmovedor es que este versículo se invoca en la plegaria por el estado de Israel.
Por primera vez en dos mil años, tuvimos la oportunidad de construir nuestra patria judía. Israel debe construirse como un faro de luz para el mundo, una nación inspiradora para que puedan decir: "es una nación sabia y entendida" (4:6). Para poder lograr esto, cada uno debe reconocer su propia responsabilidad de aplicar su conocimiento de Torá en el mundo real. Cada uno tiene un rol para construir esta gran nación, un hilo que debe entretejer en la creación de nuestra tela nacional e incluso internacional.
Este mensaje se aplica incluso más allá de la construcción de una tierra patria. El Talmud enseña que antes de que la persona nazca, mientras está en el útero, le enseñan toda la Torá (Tratado Nidá 30b). Y al final de nuestra vida, pasamos a otra existencia espiritual idílica: el cielo. Si bien nuestra vida está comprendida entre estos dos reinos de elevada santidad, la parashá nos recuerda que la Torá misma "no está en los cielos" (Deuteronomio 30:12). No está destinada a verse limitada a la casa de estudio, sino que debe implementarse constantemente, dando forma a cada faceta de nuestra vida cotidiana.
Hay quienes construyen a su alrededor un "caparazón" espiritual. Intentan conectarse con las alturas espirituales no contaminadas que hay antes de la vida (en el útero) y después de la vida (en el Mundo Venidero). Esta búsqueda de pureza puede ser admirable, pero el mundo del que buscan alejarse los necesita con urgencia por lo menos en alguna etapa de sus vidas. Entre el útero y la tumba, la Torá nos ordena tener el coraje de enfrentar los desafíos de este mundo. El milagro de estado de Israel, el retorno de nuestro pueblo a su patria ancestral en contra de todas las probabilidades, es el máximo ejemplo de esto. Aunque podamos llegar a fracasar a lo largo del camino, debemos relacionarnos con el mundo real y aplicar nuestra Torá. En otras palabras, como dice al fin de la parashá, "¡Escoge la vida para que vivas!" (30:19).
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