El ángel que no sabía que era un ángel

04/12/2023

6 min de lectura

Vaieshev (Génesis 37-40 )

La historia de Iosef y sus hermanos se extiende a lo largo de cuatro parashiot, es la narrativa más larga y detallada de toda la Torá. Allí no hay nada que aparezca por accidente; cada detalle es importante. Sin embargo, hay un momento que parece completamente irrelevante, y es precisamente este el que contiene una de las ideas más bellas de la Torá.

La historia se nos presenta a grandes líneas. Iosef es envidiado y odiado por sus hermanos. La animosidad llegó a ser tan profunda que no pueden hablar con él de forma amigable. Ahora los hermanos partieron de la casa para cuidar a sus ovejas y Iaakov le pide a Iosef que vaya a ver cómo están. Este encuentro dará comienzo al drama central a partir del cual se desarrollará todo lo demás: el momento en que los hermanos venden a Iosef como esclavo a Egipto.

Pero eso casi no ocurre. Iosef llegó a Schejem, donde se suponía que estaban sus hermanos, pero no los encontró. Podría haberlos buscado un rato y finalmente regresar a su hogar. Entonces no hubiera tenido lugar ninguno de los eventos que conforman el resto de la Torá: Iosef no hubiera sido esclavo en Egipto ni tampoco habría llegado a ser Virrey, no hubiera almacenado alimento durante los años de abundancia y su familia no habría descendido a Egipto; no hubiera tenido lugar el exilio, la esclavitud ni el éxodo. Toda la historia, que ya había sido presentada a grandes rasgos en la visión nocturna de Abraham, habría cambiado. Pero entonces leemos:

Un hombre encontró [a Iosef] y he aquí que erraba en el campo, y le preguntó: "¿Qué buscas?". Él dijo: "Busco a mis hermanos. Por favor, dime dónde apacientan ellos". El hombre le dijo: "Se marcharon de aquí. Les oí decir: 'Vayamos a Dotán'". Entonces Iosef fue tras sus hermanos y los halló en Dotán". (Génesis 37:15-17)

 No conozco otro pasaje de la Torá comparable: tres versículos dedicados a un detalle aparentemente trivial, eminentemente destinado al olvido: alguien que pide direcciones a un extraño. ¿Quién era este hombre sin nombre? ¿Y qué mensaje tiene este episodio para las futuras generaciones, para nosotros? Rashi dice que el ángel era Gabriel. El Ibn Ezra dice que era un caminante. Sin embargo, el Rambán dice que "El Santo, Bendito sea, lo envió para guiarlo sin que lo supiera".

No estoy seguro si el Rambán se refiere a que era sin que lo supiera Iosef o sin que lo supiera el guía. Prefiero pensar que se refiere a ambas cosas. El hombre anónimo, así lo da a entender la Torá, representa una intrusión de la providencia para asegurar que Iosef fuera donde se suponía que debía estar, para que el resto del drama pudiera tener lugar. Puede que él no tuviera idea de que tenía un papel en la escena. Iosef por cierto no lo sabía. Para decirlo de la forma más simple que me es posible: él era un ángel que no sabía que era un ángel. Él tenía un rol vital en la historia. Sin él, no hubiera sucedido. Pero en ese momento, no había forma de que él pudiera entender el significado de su intervención.

El mensaje no podría ser más significativo. Cuando desde el Cielo tienen la intención de que ocurra algo, y eso parece ser imposible, a veces envían ángeles a la tierra, un ángel que no sabe que él es un ángel, para cambiar la historias de un lugar a otro. Quiero contar la historia de dos de estos ángeles, sin los cuales es posible que hoy en día no existiría el estado de Israel.

Uno fue una destacada joven mujer de una familia sefardí que a los diecisiete años se casó con un miembro de una de las familias ashkenazíes más famosas del mundo. Su nombre era Dorothy Pinto. Su esposo era James de Rothschild, hijo del gran Barón Edmond de Rothshild, quien apoyó en gran medida el asentamiento en la Tierra de Israel en las épocas previas a la proclamación del estado.

Durante la Primera Guerra Mundial ocurrió algo crítico que eventualmente condujo a la derrota del imperio otomano y a que Palestina quedara bajo el mandato británico. De repente, Gran Bretaña paso a ser absolutamente central para el sueño sionista. Una figura clave del movimiento sionista, Jaim Weizmann, estaba en Gran Bretaña, haciendo experimentos y dando clases de química en la universidad de Manchester. Pero Weizmann era un inmigrante ruso, no un miembro destacado de la sociedad británica. Manchester no era Londres. La química no era política. La familia judía más influyente y mejor conectada era la familia de los Rothschild. Pero Edmond estaba en Francia. James era un soldado en el campo de batalla. Y no todos los miembros de la familia Rothschild británica eran sionistas.

En ese momento, Dorothy asumió un rol de liderazgo. Ella tenía solo diecinueve años cuando conoció a Weizmann en diciembre de 1914, y entendía muy poco de las complejidades políticas involucradas en la concreción del sueño sionista. Pero aprendió rápidamente. Era perceptiva, ingeniosa, enérgica, encantadora y decidida. Ella conectó a Weizmann con las personas que él necesitaba conocer y persuadir. Simon Schama, en su relato: "Two Rothschilds and the Land of Israel", dice que: "Joven como era, ella combinaba encanto, inteligencia y más que una gota de férrea resolución en la medida exacta para obtener el compromiso de los indecisos, el entusiasmo de los tibios y la simpatía de los indiferentes".

La opinión de Schama respecto a sus intervenciones es que "a través de una diplomacia social incansable pero prudente, ella logró abrir vías de influencia y persuasión en un momento en el cual eran muy necesarias".(1) El resultado, en 1971, fue la Declaración Balfour, un hito en la historia del sionismo. Y no debemos olvidar que la declaración misma tomó la forma de una carta a Lord (Walter) Rothschild.

James, el esposo de Dorothy, dejó en su testamento el dinero para construir la Kneset, el edificio del parlamento de Israel. En su propio testamento, Dorothy dejó el dinero para construir un nuevo edificio para la Corte Suprema, un proyecto que llevó adelante su sobrino, Jacob, el actual Lord Rothschild. Pero de todas las cosas que ella hizo, por cierto lo más importante fueron esas conexiones que posibilitó a Jaim Weizmann entre 1014 y 1917. Sin ellas, es posible que no hubiera existido la Declaración Balfour ni el estado de Israel.

La otra figura, que no podría haber sido más diferente de Dorothy Rothschild, fue Eddie Jacobson. El hijo de inmigrantes judíos pobres, nacido en el Lowest East Side de Nueva York, se fue a vivir con su familia a la ciudad de Kansas, donde se hizo amigo de otro joven llamado Harry Truman. Se conocieron cuando eran adolescentes, y se unieron mucho en 1917 cuando pasaron juntos su entrenamiento militar. Al final de la Primera Guerra Mundial, abrieron juntos una mercería que fracasó en 1922 debido a la recesión.

A partir de entonces, sus caminos se separaron. Jacobson se convirtió en un vendedor ambulante y Truman fue administrador del condado, senador, vicepresidente y luego, cuando murió Roosevelt en 1945, se convirtió en presidente de los Estados Unidos. A pesar de sus vidas tan diferentes, los dos siguieron siendo amigos. Jacobson visitaba a menudo a Truman y le hablaba, entre otras cosas, del destino de los judíos europeos durante el Holocausto.

Después de la guerra, la posición de los Estados Unidos respecto a Israel era ambivalente. El departamento de estado se oponía. El propio Truman se negó a encontrarse con Jaim Weizmann. El 13 de marzo de 1948, Jacobson fue a la Casa Blanca y convenció a Truman para que cambiara de idea y se reuniera con Weizmann. En gran parte como consecuencia de esto, Estados Unidos se convirtió en la primera nación que otorgó reconocimiento diplomático a Israel el 14 de mayo de 1948.

Muchos años después, Truman escribió:

Uno de los momento que más me enorgullece de mi vida fue cuando el viernes 14 de mayo de 1948 a las 6:12 pm, pude anunciar que el gobierno de los Estados Unidos reconocía al nuevo estado de Israel. Sigo sintiéndome particularmente satisfecho por el papel que tuve la suerte de desempeñar en el nacimiento de Israel como "un hogar nacional para el pueblo judío", en las inmortales palabras de la Declaración Balfour.

Dos personas, Dorothy de Rothschild y Eddie Jacobson, aparecieron en la escena de la historia y conectaron a Jaim Weizmann con individuos que de otra manera no hubiera conocido, entre ellos Arthur Balfour(2) y Harry Truman. Ellos son como el extraño que conectó a Iosef con sus hermanos, pero con consecuencias infinitamente más positivas. Pienso que ambos fueron ángeles que no sabían que eran ángeles.

Quizás esto sea cierto no sólo respecto al destino de las naciones, sino también sobre cada uno de nosotros en momentos críticos de nuestras vidas. Creo que a veces nos sentimos perdidos y alguien dice o hace algo que nos levanta el ánimo o nos señala el camino hacia una nueva dirección y un nuevo destino. Años después, al mirar hacia atrás, vemos qué importante fue esa intervención, a pesar de que en el momento pareció algo completamente secundario. Entonces sabemos que encontramos un ángel que no sabía que era un ángel. De esto se trata la historia del extraño con el que se encontró Iosef.

Shabat Shalom


NOTAS

  1. Simon Schama, Two Rothschilds and the Land of Israel, Collins, 1978, 196-98.
  2. Weitzman ya se había reunido antes con Arthur Balfour, pero sin Dorothy no hubiera tenido la influencia que eventualmente llegó a tener sobre todo un círculo de políticos importantes.
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