La definición de grandeza

6 min de lectura

Vaieshev (Génesis 37-40 )

“Yaakov se asentó en la tierra de las peregrinaciones de su padre, en la tierra de Canaán” (Bereshit 37:1).

Después de que Yaakov buscara morar con tranquilidad, los problemas en relación a su hijo Iosef aparecieron frente a él. Cuando los rectos buscan morar con tranquilidad, Dios dice: “¡¿Acaso lo que está preparado para los rectos en el Mundo Venidero no les es suficiente que también buscan morar con tranquilidad en este mundo?!” (Rashi en Bereshit 37:2).

Yaakov Avinu quiso un poco de paz. Después de una vida difícil: después de luchar con Esav y su ángel, del trato del deshonesto Labán y de la violación de su hija Dina en Shejem, por mencionar sólo algunas cosas, ciertamente era razonable que deseara un poco de tranquilidad. Pero Hashem le responde: “¿No te alcanza con el Olam Habá? ¿Quieres también paz en este mundo? ¡De ninguna manera!”. Y entonces trajo sobre él la desgracia de la desaparición de Iosef durante veintidós años.

¿Cuál fue el error de Yaakov? Con seguridad, no quiso retirarse para pasar su vejez jugando golf en Miami. Él sólo quiso vivir be-shalvá, ‘con tranquilidad’, para estudiar Torá sin distracciones ni interrupciones. Él quería acercarse aún más a Hashem, sin estrés ni conflicto. En resumen, quiso un poco de Olam Habá en el Olam Hazé. ¿Qué tiene eso de malo?

Dado que Hashem siempre llama nuestra atención cuando estamos haciendo algo mal, podemos entender el error de Yaakov yendo hacia atrás y examinando su castigo. El deseo de Yaakov, de tranquilidad, causó la desaparición de Iosef. Después de que sus hijos le mostraran el abrigo de Iosef, desgarrado y manchado con sangre, Yaakov asumió que Iosef estaba muerto y se afligió: “Se rehusó a consolarse, y dijo: ‘Porque descenderé a la tumba [avel sheola] lamentándome por mi hijo’” (ibíd. 37:35).

Basándose en la palabra sheola (tumba), que también significa guehinom (purgatorio), el Midrash nos enseña que Yaakov pensó que la supuesta muerte de Iosef fue una señal de Hashem, diciéndole que debería pasar un tiempo en el guehinom. Su conclusión fue en base a una tradición que tenía Yaakov, que decía que, si sus doce hijos lo sobrevivían, tendría asegurado un lugar en el Mundo Venidero (Tanjumá, Vaigash 9; ver también Midrash Shojer Tov, Vaigash 44:29).

¿Qué quería Yaakov Avinu en realidad? Quería sentir que había logrado su misión. Engendró a las 12 tribus, las Shivtei Ka, y construyó los cimientos del pueblo judío. Para él, tranquilidad era saber que su tarea había terminado y que ahora podría enfocarse exclusivamente en estudiar Torá. Pero Hashem contestó: “No has terminado hasta que este mundo haya vuelto a ser Gan Edén. No puedes vivir en paz cuando el mundo está lleno de idólatras y en semejante decadencia y confusión moral. Tu tarea no está acabada para nada. Sólo termina una vez que dejas este mundo y recibes tu recompensa en el Olam Habá”.

Responsabilidad y liderazgo

Contrastemos esta enseñanza sobre Yaakov Avinu con los siguientes versículos, que nos presentan a Iosef:

“Estas son las crónicas de Yaakov: Iosef, a los 17 años, era pastor del rebaño junto a sus hermanos, y él era joven junto con los hijos de Bilá y los hijos de Zilpá, esposas de su padre, y Iosef traía a su padre habladurías malas sobre ellos. Israel amaba a Iosef más que a todos sus hijos, porque era para él un hijo de la vejez, y le hizo una túnica de lana fina. Vieron sus hermanos que su padre lo amaba a él más que a todos los hermanos, y lo odiaron y no podían hablarle pacíficamente. Iosef soñó un sueño y se lo contó a sus hermanos, y ellos incrementaron su odio hacia él” (Bereshit 2:5).

Iosef tiene un sueño profético: va a ser rey sobre sus hermanos. ¿Qué información nos da la Torá para aclarar por qué Iosef merecía ser rey? En esas pocas oraciones, la única acción que se le atribuye es haber traído reportes negativos a Yaakov, su padre, sobre sus hermanos.

¿Cuál fue el reporte negativo? Rashi nos dice:

Todo mal que vio en sus hermanos, los hijos de Leá, le decía a su padre: 1) que comían miembros de animales vivos, 2) que despreciaban a los hijos de las sirvientas llamándoles esclavos y 3) que eran sospechosos de relaciones ilícitas.

Hashem lo castigó, medida por medida, por juzgar a sus hermanos para mal y por hablar mal de ellos. Como dice Rashi:

Por esos tres reportes fue castigado: por [el reporte de que sus hermanos comieron] miembros de animales vivos, “mataron a un cabrito” (Bereshit 37:31) cuando lo vendieron, y no lo comieron vivo. Por el reporte en el que llamó esclavos a sus hermanos, “Iosef fue vendido como esclavo” (Tehilim 105:17), y respecto a las relaciones ilícitas que relató sobre ellos, “la esposa de su amo levantó su mirada” (Bereshit 39:17).

Hashem le dejó muy en claro a Iosef que dar esos reportes fue un error. ¿Cómo, entonces, explica esto por qué Iosef debía ser rey sobre sus hermanos?

La Torá nos brinda una enseñanza muy importante: Iosef estaba tratando de corregir a sus hermanos. Al final, estuvo equivocado y fue castigado por sus críticas fuera de lugar, pero su motivación era buena, ya que quería ayudar a sus hermanos. Vio un problema y asumió la responsabilidad por él. Eso fue lo que lo convirtió en rey. Cuando asumes la responsabilidad por el mundo, te conviertes por así decir en “propietario del mundo”. Eres su cuidador.

Si hay judíos atrapados en Siria o Irán, ¿podemos vivir en paz? Si los judíos de Israel son bombardeados por misiles, forzados a correr hacia refugios, ¿podemos vivir en paz? Si Dios nos importa, ¿podemos descansar si el resto de sus hijos están alienados de Él? ¡No podemos quedarnos tranquilos cuando hay tanto sufrimiento!

Si bien se equivocó en el juicio, Iosef igualmente asumió la responsabilidad por sus hermanos y, al hacerlo, ameritó convertirse en su líder.

El hombre de la limpieza

La ascendencia de Yehoshúa como líder del pueblo judío es otro ejemplo de la relación directa que existe entre asumir la responsabilidad y el liderazgo. A pesar de que Yehoshúa tenía 56 años en el momento de la entrega de la Torá, es descrito como náar, un ‘muchacho’: “Hashem le hablaba a Moshé cara a cara, como un hombre le habla a su prójimo, luego él [Moshé] volvía al campamento. Su sirviente, Yehoshúa hijo de Nun, un muchacho, no se separaba de él dentro de la tienda” (Shemot 33:11).

Un náar es un joven, alguien de poco peso, alguien no muy importante. ¿Por qué Yehoshúa es descrito de esta forma derogatoria?

La verdad es que fue el pueblo judío quien describió a Yehoshúa de esta forma. Lo señalaron y dijeron: “Este muchacho es inmaduro, es un don nadie”. ¿Qué tenían en su contra? Creyeron que no era importante porque su rol principal era ayudar a Moshé. El Midrash dice que el pueblo judío aprendió Torá de Moshé, Aarón y los Ancianos a diario. Se reunían en la tienda a estudiar Torá y volvían a casa al final del día para comer y hablar sobre lo aprendido. Después de que todos se habían ido, Yehoshúa se quedaba para limpiar, organizar las mesas y las sillas y guardar los libros. Quería asegurarse de que, a la mañana siguiente, no hubiera bitul Torá, que no desperdiciaran el tiempo de estudio (Yalkut Shimoní, Pinjas 776).

Pero estaban equivocados.

Como dijo el Rey Salomón: “Notzer teená iojal piriá (el protector de la higuera comerá su fruto)” (Mishlé 27:18). Quien se interesa lo suficiente como para asumir responsabilidad, sin preocuparse por sí mismo, será el próximo líder (basado en Tanjumá, Pinjas 11).

Imagina entrar a una exclusiva galería de arte, en donde todo cuesta una fortuna. Muchas personas ricas y distinguidas se arremolinan y es imposible discernir quién es el dueño. De repente, comienza a chorrear agua de un caño roto, y un hombre se saca de inmediato la chaqueta, se arremanga y comienza a arreglar el caño, empapándose en el proceso. Ahora todos saben quién es el dueño de la galería. Aquel que se preocupa, Aquel a quien le importa. El dueño es el que asume la responsabilidad, se arremanga y se ensucia para arreglar el caño, si eso es lo que hace falta.

Notzer teená iojal piriá, ‘el protector de la higuera comerá su fruto’. El líder es quien piensa en las necesidades de Klal Israel. El que piensa en el tumulto que habrá a la mañana siguiente, cuando todos vuelvan a estudiar y las sillas estén desacomodadas. Yehoshúa no era un “simplón”. Servir a Moshé y asumir la responsabilidad por las necesidades de Klal Israel, cualesquiera que sean, es precisamente lo que lo convirtió en el siguiente líder del pueblo judío. “Hashem le dijo a Moshé: ‘Toma a Yehoshúa, el hijo de Nun, un hombre en quien hay espíritu, y pon tu mano sobre él’” (Bamidbar 27:18). El náar ‘muchacho’, se transformó en hombre.

No hay retiro

Yaakov Avinu quiso asentarse be-shalvá, con tranquilidad, para estudiar Torá y crecer. Después de dedicarse a construir el pueblo judío, con todo el sufrimiento y conflicto que conllevó, ansiaba ascender a alturas espirituales aún mayores, liberándose de las responsabilidades de la comunidad, y finalmente enfocándose en su propio crecimiento. ‘Ahora’, pensó, ‘es el momento para que las 12 tribus de Israel tomen la batuta.

Hashem lo corrigió y le mostró que, mientras estés vivo en este mundo, no puedes rechazar tus responsabilidades para enfocarte sólo en tu auto perfeccionamiento. “Eres mi socio”, le reprochó Hashem, “y estoy sufriendo. Mis hijos aún no me conocen, la tarea no ha concluido. Tu responsabilidad en este mundo sólo termina cuando entras en el Olam Habá”. Entonces, Yaakov fue castigado con la desaparición de su hijo Iosef para que aprendiera esta lección.

En contraste, Iosef se preocupaba por sus hermanos y asumió la responsabilidad de corregirlos. Si bien se equivocó en sus juicios, ameritó ser rey porque asumió la responsabilidad por ellos. Yehoshúa, un descendiente de Iosef, se preocupaba por Am Israel y, como resultado, se convirtió en el líder de Klal Israel.

Debemos preguntarnos: ¿Qué responsabilidad podemos asumir para ayudar al pueblo judío? Tenemos que sentir el tzáar ha-Shejiná, el ‘dolor que siente Hashem’, por así decir, por la asimilación y los matrimonios mixtos de sus hijos. Cuando realmente te importa, asumes la responsabilidad. Y cuando asumes la responsabilidad, alcanzas la grandeza y te conviertes en un líder.

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