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Enseñanzas sobre crecimiento personal basadas en la parashá de la semana.
“No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, su siervo, su sierva, su toro, su asno ni nada que le pertenezca a tu prójimo…” (Shemot 20:14).
Qué opuesto es el mensaje de estos versículos a la actitud que muchas personas poseen, aquella en la cual se asume que “la codicia es buena”: quizás la codicia posea beneficios económicos, quizás gracias a la búsqueda constante de riqueza en las sociedades de libre mercado es que el capitalismo ha sobrevivido, pero no es una fórmula útil para la consecución de felicidad ni mucho menos para el crecimiento personal. Para lo que verdaderamente hace feliz a la persona, la codicia estorba.
La felicidad aparece gracias a la satisfacción personal que experimentamos cuando conseguimos lo que buscamos. Siendo así, uno podría creer que si una persona busca conseguir lo que carece, cuando lo consigue entonces será feliz. Pero no es así.
El Alter de Kelm, Rav Simja Zissel Broide, hace la siguiente observación1: cuando una persona busca su felicidad a través de conseguir lo que carece, eso le impide apreciar lo que ahora posee. Por el otro lado, cuando una persona basa su felicidad en el gusto de poder controlar el deseo de lo que carece, no sólo sí aprecia lo que ahora posee sino que además recibe felicidad de lo que no posee, pues logró controlar su deseo de conseguirlo.
La idea es la siguiente: los sabios señalan que “Este es el camino de la Torá: pan con sal comerás, agua beberás con medida, dormirás en el suelo y vivirás una vida de esfuerzo en la Torá” (Avot 6:4). No significa que la Torá se adquiere necesariamente a través de la pobreza, pues grandes sabios de la Torá a lo largo de la historia fueron enormemente ricos, sino que la Mishná hace hincapié que la Torá se adquiere a través de la disminución de los placeres físicos. De hecho, los sabios lo dicen explícitamente en otro lugar: “Antes que la persona rece para que la Torá se absorba en su interior, que rece que manjares no entren a su interior”2. Por alguna razón, la búsqueda de placeres físicos obstaculiza la consecución de Torá.
Hay dos tipos de actitudes distintas: buscar satisfacer placeres físicos o buscar otros placeres más espirituales que sólo se logran mediante el control de los placeres físicos. Cuando una persona busca placeres físicos y hace depender su satisfacción personal y felicidad en la consecución de ese tipo de placeres, está constantemente buscando aquello que no posee y eso le impide apreciar lo que ahora sí goza. En ese sentido, está lejos de la felicidad en ambas áreas: no disfruta suficientemente lo que ahora sí posee y tampoco recibe felicidad de aquello que le falta, pues todavía lo busca.
Por el otro lado, cuando su felicidad no depende de los placeres físicos que aún carece sino de su capacidad de controlar el deseo por ese tipo de placeres, puede disfrutar de aquello que ahora posee y además obtener satisfacción de su capacidad de controlar su deseo por aquello que no posee. En este sentido, se le facilita la consecución de satisfacción y felicidad en ambas áreas: en la posibilidad de disfrutar lo que ahora posee y en la capacidad de controlar la búsqueda de obtener esos placeres físicos que no tiene.
Para decirlo de una manera más sencilla: es más fácil ser feliz ejercitando la capacidad de controlar deseos que yendo detrás de ellos. Uno obtiene mayor felicidad en controlar deseos (aunque indudablemente cuesta más trabajo en la etapa inicial) que en buscarlos constantemente.
La codicia surge del deseo de adquirir aquello que no poseemos y hacer lo posible para obtenerlo. La Torá nos dice: “No codiciarás…”, enseñándonos así que, a la larga, uno tendrá mayores posibilidades de felicidad aprendiendo a controlar esos deseos que buscando ansiosamente cómo satisfacerlos.
1 En Jojmá uMusar, segundo volumen, Maamar 119.
2 Yalkut, Debarim 830, citado por Tosafot, en Ketuvot 104a.
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